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Además de útil para los sanitarios, la mascarrilla debe ser confortable para soportarla todo el día. En la imagen, Juan Manuel Mier coloca la esponja que garantiza esta comodidad. D. Pedriza

El ingenio, al servicio de una crisis

Protección ·

Los empleados de talleres del Gobierno crearon un modelo de máscara facial en 48 horas: cada día producen y envían al hospital 200 unidades

Daniel Martínez

Santander

Jueves, 26 de marzo 2020, 07:00

En menos de dos semanas, la llegada del coronavirus a Cantabria lo ha cambiado todo. Todo está en continua revisión. Se han tenido que adaptar las familias al confinamiento, los trabajadores a producir desde casa y los presupuestos de la comunidad autónoma a una economía casi de guerra. También los empleados de talleres del Ejecutivo regional, que de un día para otro se han convertido en pieza clave de la elaboración y suministro de material de protección a los profesionales que están en contacto directo con el Covid-19. «Un poco más, en 48 horas», matiza Ángel Rioz, jefe del servicio de mantenimiento. Ese es el tiempo que necesitaron para detectar la necesidad, ponerse a disposición de sus superiores para echar una mano, hacer el primer prototipo, perfeccionarlo y entregar la primera remesa. Algo tan simple como una máscara de protección facial formada por una tira de aluminio y una placa de policarbonato que en las actuales circunstancias se ha convertido en un bien de primera necesidad. Ante la escasa llegada de medios por los cauces habituales, su idea puede salvar vidas.

A las once de la mañana de ayer salía de talleres un cargamento hacia Valdecilla con José al volante. El siguiente irá a una residencia de mayores, a personal del sector de la dependencia... Así llevan desde el lunes. «¿Al almacén del hospital o al pabellón 21?», preguntaba al jefe. Para los integrantes de este servicio, esta labor es totalmente nueva. Funciones sobrevenidas por el volumen de la pandemia y la evidencia de las necesidades materiales. Han pasado de reparar vehículos del parque móvil y de realizar arreglos de fontanería o electricidad en edificios oficiales a convertirse en una factoría en cadena. Con una producción diaria de cerca de 200 unidades, se han convertido ya en el principal suministrador de este tipo de efectos de protección.

Funcionan a demanda. Los centros sanitarios o residenciales les tramitan la petición, ellos comprueban si el ritmo de la producción ha permitido ya acumular un pequeño stock y, si es así, lo montan directamente en la furgoneta y salen a la carretera. Así durante doce horas al día. De ocho de la mañana a ocho de la tarde. «No sé quien será. Ponte que son de Sierrallana y nos piden máscaras. Cargamos y para allá», cuenta Rioz antes de descolgar un teléfono que estos días no dejar de sonar.

La plantilla la forman electricistas, fontaneros o carpinteros encargados del mantenimiento de edificios y bienes públicos

Él fue el autor intelectual. El que fue el pasado viernes con la historia a la consejera de Presidencia y Justicia, Paula Fernández, y el que se encargó de convencer -no le costó mucho- al resto de compañeros. Sacó la idea de un vídeo de Youtube, pero la propuesta que corría por las redes sociales no era lo suficientemente funcional como para dar servicio en los hospitales. Ahí comenzó el proceso de mejora para conseguir una máscara que cumpliera varios requisitos: sobre todo, que fuera útil en su función de protección contra el Covid-19, pero también que reuniera condiciones de comodidad y durabilidad.

La elección de los materiales se hizo para que no se empañe y para que la pantalla no difumine la visión. También para que tuviera más de un uso. Para que al final de cada jornada, el profesional pueda desinfectarla a conciencia y guardarla para el día siguiente.

El peso del diseño corrió a cargo de Francisco Martínez, encargado de talleres. «Todos los que estamos aquí hemos aportado. Unos en el diseño, otros en la búsqueda de materiales. El modelo se ha ido cambiando porque había cosas que no nos gustaba y al final hemos dado con la máscara adecuada», explica. Un ejemplo: la tira que se adapta a la cabeza y que era de PVC la cambiaron por la de lámina de aluminio acolchada. Parece una tontería, pero después de todo un día atendiendo a pacientes en Urgencias, la diferencia es sustancial.

Siguiendo con el repaso cronológico de los acontecimientos, el viernes por la tarde crearon en el taller las primeras piezas. El sábado a primera hora ya tenían el prototipo que mostraron al presidente regional, Miguel Ángel Revilla. «Quedó encantado», lo mismo que los médicos de Valdecilla que la probaron y dieron el visto bueno. El domingo, gracias a que dos ferreterías abrieron sus puertas de forma extraordinaria y rebuscaron en los almacenes el material necesario, ya estaban realizando su función. Sin esperar semanas, con medios propios del Ejecutivo autonómico y con un desembolso mínimo, mucho menor de lo que habría costado en un mercado que está disparado.

El lunes no pararon. El martes, lo mismo. Y ayer, igual. En las mesas que los operarios utilizan habitualmente para cortar la madera y reparar muebles, esta semana se afanan en ensamblar. Esa es ahora su principal preocupación, aunque si hay algún aviso, una urgencia de electricidad o fontanería en un edificio público, no lo pueden dejar desatendido.

Los operarios de este servicio de la Consejería de Presidencia no están solos. La asociación de profesores de Tecnología de Cantabria ha puesto en marcha un grupo para la producción de máscaras de protección de pantalla utilizado las impresoras 3D de los centros, que han traslado a sus domicilios, donde fabrican estos elementos a un ritmo de una cada dos horas. Con las piezas fabricadas, las envían a talleres del Gobierno y allí hacen el ensamblado y el acabado. Son igual de efectivas, aunque por sus características tienen menos vida útil. «Es increíble cómo se han volcado, igual que algunas empresas y particulares», aplaude Rioz.

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