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ANA R. GARCÍA
SANTANDER.
Martes, 15 de diciembre 2020, 06:49
La historia se repite. El Instituto de Investigación Valdecilla (Idival) acaba de despedir al segundo científico con un contrato Miguel Servet, concedido por el Instituto de Salud Carlos III y restringido a la élite de la investigación biosanitaria en España, cuando tocaba asumir su continuidad. ... Al igual que ocurrió hace un año con el microbiólogo José Ramos, que recientemente ha ganado la batalla judicial al Idival -aunque aun así no será readmitido-, esta vez el destinatario de la carta de despido ha sido Alain Ocampo, que responsabiliza directamente de la decisión al gerente de la institución, Galo Peralta. «Considero que el trato hacia los investigadores por parte de la Dirección del Idival es inadmisible. No entiendo cómo se puede usar y tirar de esta manera a investigadores que hemos estado trabajando durante 11 años con proyectos competitivos y publicaciones científicas importantes en el campo de las enfermedades infecciosas y la resistencia a los antibióticos, que además forman parte de consorcios científicos nacionales y tienen amplias colaboraciones internacionales».
Ocampo, que fue uno de los investigadores que participó de forma voluntaria en la puesta en marcha de un laboratorio de diagnóstico covid en el Idival, cuando las peticiones de PCR desbordaban a Valdecilla en pleno pico de la primera oleada de la pandemia, critica que «Galo Peralta ha decidido deshacerse de los investigadores básicos poco a poco y nos ha tocado a José Ramos y a mí encabezar la lista». El caso está ahora pendiente de resolución judicial, «ya que ni Peralta, ni el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, han tenido la voluntad de crear un mecanismo de estabilización del personal investigador hospitalario que garantice nuestra continuidad en el Servicio Cántabro de Salud -asunto resuelto en el resto de comunidades-, lo cual se suponía que era la finalidad de los contratos Miguel Servet: dotar a los hospitales de un cuerpo de investigadores científicos». Es por eso que considera «inconcebible que tenga que llegar a ser un juez quien tome la decisión de si nuestros contratos deben ser indefinidos o no. Lo que han hecho con nosotros es una defenestración de nuestras carreras científicas y, en cierto modo, de nuestras vidas». El investigador critica que no le han dado «opciones de prórroga ni siquiera sabiendo que soy investigador principal de dos proyectos activos hasta 2021. Tampoco me han dado ninguna explicación de por qué no me renuevan. El propio Galo Peralta dijo hace un año que el caso de José Ramos era algo 'puntual', pero parece que ha sido punto y seguido».
Alain Ocampo obtuvo el Doctorado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Cantabria en 2004 y posteriormente trabajó como investigador posdoctoral en las Universidades de Bristol del Reino Unido y en la Universidad Nacional de Irlanda en Galway, en esta última con un contrato Marie Curie. Una vez terminada esta etapa posdoctoral en el extranjero regresó a Santander donde comenzó a trabajar en enero de 2010 en el Idival (en aquel entonces Ifimav) como investigador en el grupo de Microbiología Clínica y Molecular. «En 2012 obtuve un contrato Miguel Servet I en la Convocatoria de la Acción Estratégica (AES) en Salud del Instituto Nacional de Salud Carlos III, y tras haber recibido evaluaciones satisfactorias durante los cinco años de dicho contrato obtuve un contrato Migue Servet II en la convocatoria de la AES de 2017. He figurado como investigador principal, dirigiendo mis propias líneas de investigación y proyectos competitivos nacionales y regionales, durante los 11 años que llevo trabajando para Idival», explica. Proyectos que se centran principalmente en el estudio de los mecanismos de resistencia a los antibióticos, «la nueva pandemia de este siglo, y si no se toman medidas urgentes llegará un momento en que las enfermedades infecciosas provocadas por bacterias extremadamente resistentes e incluso pan-resistentes (resistentes a todos los antibióticos) será la principal causa de muerte en humanos».
Ocampo destaca que con su marcha se quedarán a medias también las dos tesis doctorales que dirige. «Pero los daños colaterales por mi despido no son solo eso, sino que todo el dinero público invertido para montar nuestro laboratorio, en la compra de equipos, material de laboratorio, reactivos, etc, se tiraría literalmente a la basura, por no hablar de todo el dinero que han representado nuestros contratos durante estos 11 años por más de medio millón de euros».
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