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Antonio Zapatero se ha hecho cargo del hospital provisional más grande del país.
Ifema: un cántabro al frente del hospital milagro

Ifema: un cántabro al frente del hospital milagro

El perfil ·

El doctor Antonio Zapatero Gaviria pertenece a una gran estirpe de médicos de Castro Urdiales. Su recomendación desde Madrid: «No salgáis de casa»

José Ahumada

Santander

Miércoles, 25 de marzo 2020, 06:57

En enero de este mismo año, que ahora es como hablar de otra era, nos entreteníamos admirando la decisión y dotes de organización de las autoridades de la ciudad de Wuhan, la localidad en que todo esto empezó, cuando anunciaron su intención de construir en solo diez días un hospital con capacidad para un millar de camas. La magia de la cámara rápida permitió contemplar cómo un ejército de palas preparaba el terreno sobre el que habría de levantarse la instalación, con unos módulos prefabricados que después se dotaron de servicios y de todo lo necesario para atender pacientes. Efectivamente, cumplieron los plazos, mientras aquí se pensaba que esas eran cosas de chinos, tanto la capacidad de respuesta como la propia enfermedad.

Ha pasado mes y medio y la guerra del coronavirus ha llegado aquí, con 2.700 muertes, más de la mitad de los cuales se han producido en Madrid. Precisamente allí se acaba de poner en marcha otro hospital salido de la nada. Ifema, el recinto ferial que acoge la feria de arte ARCO y el Salón Internacional del Automóvil de Madrid, es ahora una inmensa sala donde, en vez de cuadros y coches, se alinean camas equidistantes. Ayer por la mañana ya tenía 240 pacientes, y esperaban llegar a los 300 al final del día. Si alcanza su pleno rendimiento atenderá a 5.500. Y al frente de este milagro sanitario se encuentra un cántabro, el doctor Antonio Zapatero Gaviria.

El gen castreño

«El gen castreño lo llevo ahí», reconoce al otro lado del teléfono este profesional mientras intenta convertir en hospital una enorme caja de hormigón. «Es difícil, porque en todos los hospitales en los que he trabajado, cuando llegaba ya estaba todo organizado. Aquí me he encontrado una gran nave vacía, donde ya hay 230 pacientes -y hoy podemos acabar con 300-, y tengo que organizar las cosas a la vez que veo enfermos. Hay que atender tres aspectos: estructura, personal y circuitos. Por un lado, todo lo que se refiere a las camas, la medicación, las pruebas analíticas... por otro, es necesario organizar a todo el personal, y, por último, poner en marcha un circuito de entrada de pacientes, clasificándolos y distribuyéndolos por gravedad».

Antonio Zapatero, por resumir su inabarcable currículo, es, a sus 61 años, jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Fuenlabrada, profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad Rey Juan Carlos y presidente de la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas.

«Esto es difícil: en todos los hospitales en los que he trabajado, cuando llegaba estaba todo organizado»

Su relación con la medicina y con Cantabria le viene de antiguo: Antonio Zapatero pertenece a una estirpe de médicos castreños que se remonta varias generaciones atrás. Desde su bisabuelo, pasando por su abuelo Julio -que murió luchando contra una epidemia de cólera-, y por su padre, que también ejerció allí. Es también sobrino de José Zapatero Domínguez, otro insigne médico, brillante especialista en pulmón y corazón, que hoy da nombre a uno de los institutos de secundaria de la localidad.

Aunque desarrolla su actividad profesional en la capital del país, Antonio Zapatero sigue muy vinculado a la región, adonde regresa cada año y donde siguen residiendo su madre y su hermana pequeña. Por eso es comprensible que, a pesar de la difícil situación que se está viviendo en Madrid con la pandemia, siga muy de cerca cómo está afectando a Cantabria el coronavirus. «Esto es una enfermedad explosiva, así que os recomiendo a los cántabros que no os mováis de casa». Después de enfrentarse a lo largo de su carrera a la intoxicación por aceite de colza, a la aparición del sida y, en los últimos años, a la gripe A e incluso al ébola, asegura que esto es algo completamente nuevo. «No he visto algo así en mi vida, es una enfermedad con un comportamiento clínico tan llamativo como no se había visto nunca».

«No salgáis de casa, evitad llegar a las cifras de contagio de Madrid. Este es el mensaje que envío a los cántabros: quedaos en casa, porque vais a ayudar mucho y porque muchos de los contagiados pueden sufrir complicaciones y verse comprometidos».

La primera curación

El pasado lunes, días después de ponerse en funcionamiento, el hospital de Ifema dio su primera alta a uno de los pacientes ingresados, que dejó la instalación entre aplausos del personal sanitario, una curación que fortalece la esperanza de todos de que que se pueda poner fin cuanto antes a la enfermedad en España.

Cuando esto por fin ocurra, Antonio Zapatero, como los demás, podrá recuperar su existencia normal y volver a sus aficiones: dedicar horas a la lectura -el austriaco Stefan Zweig está entre sus escritores favoritos-, practicar idiomas -el inglés y el italiano, con el que se maneja durante sus vacaciones en Cerdeña-, y, por encima de todo, el tenis. Como dato curioso se puede decir que cuando Antonio Zapatero decidió dedicar todos sus esfuerzos a la medicina, el tenis español perdió una gran promesa. Además de seguir practicándolo siempre que puede -emergencias aparte-, ocupa el puesto de vicepresidente en la Federación Madrileña. Todo el mundo tiene ganas de volver a verle empuñando una raqueta: será señal de que todo esto ha pasado.

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