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Ahora que está de aniversario, la Universidad de Cantabria (UC) se ha puesto manos a la obra con la publicación de libros y cuadernillos que ... repasan su primer medio siglo de historia, ha abierto al público una gran exposición en el Paraninfo –que en verano girará por varios municipios cántabros– y también ha organizado actividades divulgativas que evidencian que la evolución de la institución y la de la autonomía van parejas. En las fotografías y documentos que han aflorado a la superficie, es inevitable comprobar cómo la presencia de las mujeres, mínima en el origen, ha ido revelándose con el paso de los años. En términos de igualdad y representatividad, la foto fija de la UC en la década de 1970 no se parece a la que se tomaría hoy, a las puertas del 8-M de 2023. ¿Pero en qué se ha avanzado y dónde hay que seguir haciéndolo?
«La evolución –de la UC– ha ido paralela a la de la sociedad en la que vive con sus puntos fuertes y débiles. La universidad vela por la igualdad, pero sufre los condicionantes sociales que afectan a las mujeres. En el trabajo, nunca he sentido que se me haya tratado de manera diferente por ser mujer, pero también vivo en sociedad», reflexiona en este sentido Cristina Blanco, decana de la Facultad de Enfermería y una de las siete responsables de centros de la UC. Otra de ellas es Beatriz Porras, al frente de la Facultad de Ciencias, cuya reflexión es similar. El avance en términos de igualdad y representatividad «ha sido quizá un poco lento, pero al mismo ritmo que en el resto de la sociedad española. La universidad refleja y mejora en su reflejo la sociedad en la que está inmersa al ser un referente para ella, pero también tiene un papel vigilante para que no haya retrocesos».
7 centros
de los 15 de la UC los dirigen mujeres, así como tres de sus ocho Vicerrectorados
«Ha habido una progresión muy positiva del papel de las mujeres en la UC; hoy en día, por ejemplo, hay igualdad de género a nivel de decanos y decanas, algo impensable hace unos años. Pero queda trabajo por hacer», añade Matxalen Llosa. El balance que hacen la vicerrectora de Internacionalización y Compromiso Global, Blanco, Porras y las otras cinco mujeres entrevistadas, todas con puestos de gobernanza en la UC, transita entre la idea de progreso y los logros pendientes. «El balance es positivo, tenemos que partir de una visión optimista de lo que ha pasado, no tenemos más que fijarnos en las cifras», analiza Marta García Lastra, vicerrectora de Estudiantes y Empleo, que señala que una década después de que la UC echara a andar «solo el 35% de sus estudiantes eran mujeres». Y sin embargo, «también podemos afirmar que el ritmo de este deseado cambio quizá no haya sido tan rápido como nos hubiera gustado».
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García Lastra alude a esa transformación que se va mostrando en las fotos que cuentan la historia de la UC entre 1972 y 2023, pero es preciso atender a factores como el llamado 'gráfico de tijera' para leer la imagen correctamente: «Son muchas más las mujeres que ingresan en la universidad como alumnas, pero su presencia va disminuyendo según observamos su permanencia en la institución si deciden realizar una carrera académica», datos que hay que «tamizar» por áreas de conocimiento y titulación.
Como Blanco y Porras, García Lastra habla de las universidades como «reflejo de lo que ocurre en la sociedad». En ellas, hay asuntos que cuesta más cambiar –«por ejemplo, la incorporación de alumnos a grados fuertemente feminizados, mucho más leve que la de las alumnas a estudios donde su presencia era nula o muy escasa»–, y, al mismo tiempo, se mueven en un contexto legal más «favorable» a la igualdad. Pero aquí también hay que hacer un matiz: «Como se ha dicho en multitud de ocasiones, la igualdad formal (legal) está conseguida, si bien lo más difícil está siendo lograr la real».
¿Y qué mecanismos pueden impulsar la igualdad en la gobernanza de la universidad? ¿Es cuestión de políticas específicas en este ámbito o de medidas más amplias? «Un poco de todo. Las políticas específicas, que no a todo el mundo le gustan, han ayudado muchísimo y los resultados son demostrables. Las mentalidades no cambian solas y pueden volverse fácilmente conservadoras. Ya está sucediendo», advierte Mar Marcos, directora de la Escuela de Doctorado, que en este 8-M hace una reivindicación contundente: «Que nos permitan progresar, que podamos vivir seguras y confiadas», y para ilustrarlo, parafrasea a Virginia Woolf: «Que podamos tener dinero y una habitación propia donde poder crear. El talento corre a cuenta nuestra».
Un poco de todo y, además, desde la educación más temprana, coincide García Lastra –que alude a la herramienta 'Educación Infantil con perspectiva de género', una guía ideada por la UC en alianza con el Gobierno cántabro–. La escuela, sin embargo, «no debe ir sola» en este empeño, sino estar en sintonía con el resto de agentes que educan (familia o medios de comunicación, entre ellos). Luego, la universidad «tiene que seguir potenciando lo que ya se viene interiorizando desde las edades más tempranas». Porque estas instituciones, avanza la vicerrectora, no producen y transmiten solo conocimiento, también valores como la igualdad, que «deben estar presentes en la docencia, la investigación y en medidas de acción positiva».
Esta idea la apoya Silvia Tamayo, secretaria general de la UC, que defiende que las universidades, «en su papel de transmisoras de una formación en valores, son un agente fundamental en la consecución de la igualdad». Este 8-M, Tamayo despliega una larga lista de reivindicaciones que pasan por seguir «ahondando en la eliminación de la brecha de género en las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), rompiendo el techo de cristal que dificulta a las mujeres acceder a puestos de gestión, eliminando los estereotipos de género [...] o consolidando la cultura de la igualdad en nuestras instituciones». Porque si bien los datos «muestran un indudable avance», el cambio es lento «y debemos seguir desplegando estrategias que nos permitan avanzar hacia la igualdad real. La suma de esfuerzos nos ayudará a alcanzar metas colectivas», defiende.
Con todo, la educación es clave. «Educar en la igualdad desde la educación obligatoria y desde el entorno más cercano es clave para alcanzar una igualdad real en el futuro», apoya Vanesa Pérez, directora de la Escuela Universitaria Gimbernat, adscrita a la UC. Y también lo es poner el foco en quién ejerce los cuidados y, en concreto, sensibilizar «sobre la necesidad de corresponsabilizarse hombres y mujeres con respecto a las tareas del hogar, el cuidado de hijas e hijos, y la atención a nuestros mayores», apunta Llosa, partidaria además de medidas de discriminación positiva que, pese al halo de polémica que arrastran, «son necesarias» como trampolín y como espejo. Volviendo a los cuidados, y a pesar los avances –equiparación de los permisos de maternidad y paternidad, entre ellos–, las estadísticas reflejan que estos recaen mayoritariamente en las mujeres y eso, cómo no, tiene «impacto» en sus trayectorias profesionales.
María José González, vicerrectora de Títulos Propios y Enseñanza a Distancia, avala la idea de avanzar en la conciliación. Y plantea medidas concretas. «Es importante seguir avanzando para disponer de medios efectivos que permitan implementar medidas de conciliación como la flexibilidad horaria, el teletrabajo, la reducción de jornada o la posibilidad de adaptar el horario laboral a las necesidades familiares».
Consolidar y ensanchar la igualdad es uno de los retos de la UC, uno que debe empaparlo todo. En paralelo, la Universidad encara otros desafíos relacionados con la inminente Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), con la tecnología o con la internacionalización. En este último apartado brilla con fuerza el proyecto Eunice, el modelo de universidad «multicéntrica internacional», que procurará gran movilidad al alumnado y en el que la UC está implicada desde el origen, señala Llosa.
Bien, en este entorno de cambios «acelerados», uno de los principales desafíos de la UC tiene que ver con su esencia: enseñar; enseñar «ofreciendo programas educativos que desarrollen habilidades y conocimientos relevantes para el mundo, adaptados a los cambios en la demanda del mercado laboral e implementados mediante modalidades que satisfagan las necesidades del alumnado, tanto en formación inicial como a lo largo de la vida», reflexiona González, que habla igualmente de investigación o digitalización, retos que han de encararse como parte de los desafíos «sociales de gran envergadura».
Blanco menciona la LOSU, llamada a transformar la realidad universitaria. «A corto plazo, la UC tendrá que modificar sus estatutos para adaptarse» a esa ley, apoya Mar Marcos. «Habrá cambios en la gobernanza, en las figuras de profesorado y en las modalidades de contratación», destaca, si bien la normativa propone «retos a medio plazo» muy interesantes. ¿Cuáles? «La promoción del liderazgo de jóvenes científicos, la atracción de talento, el equilibrio de hombres y mujeres, la ciencia abierta y ciudadana, el impulso a la multidisciplinariedad y la internacionalización, y la potenciación de la transferencia a la sociedad. El futuro no va a ser aburrido en la UC», sostiene la directora de la Escuela de Doctorado.
A pesar de la «reforma integral» del marco jurídico universitario que propone, el alcance de LOSU es limitado y «no resuelve los grandes problemas de futuro» de la universidad, entiende sin embargo Tamayo, que enumera un buen puñado de retos abordables desde la flexibilidad y la estabilidad financiera. Entre ellos: adaptar la enseñanza «a la revolución tecnológica, a las necesidades del tejido productivo» y a esa demanda social que enlaza con la formación a lo largo de la vida. La UC, además, ha de mantener su potencial investigador y afianzar su posicionamiento internacional, objetivos a los que hacer frente con una estrategia «que aborde preocupaciones éticas, sociales y ambientales» en línea con los ODS.
El reto de la UC es compartido, añade Porras: «Adaptarse a los cambios» que traen las crisis económicas y climática o la transformación legislativa. Así, la UC «necesita mejorar su flexibilidad y capacidad de adaptación para afrontar los cambios que llegan cada vez con mayor rapidez». Pero Porras también cree que Cantabria, cuya evolución no puede entenderse sin la UC (y viceversa), ha de ensanchar miras. «La UC corre por las venas de Cantabria. Sin embargo, creo que ahora el desarrollo de Cantabria no es capaz de abarcar el desarrollo que ha tenido y está teniendo la UC. Cantabria necesita también crecer y adaptarse para dar cabida al crecimiento de la Universidad».
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