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Los datos siguen mostrando una clara mejora de la situación sanitaria en Cantabria, aunque los indicadores parezcan descender de una forma desesperantemente lenta. Si la pandemia golpeó con menos fuerza a la región durante las semanas más intensas de la tercera ola –fue, con ... Canarias, la que registró mejores valores–, una vez superado el punto crítico en todo el país se ha quedado rezagada, y mantiene una incidencia acumulada mayor que otras comunidades que sufrieron más.
La progresión es buena, como se advierte comparando las cifras de las últimas semanas: la incidencia acumulada a catorce días era este domingo de 107 por cada 100.000 habitantes; el anterior, de 140, y el otro, de 175. También se aprecia la evolución favorable en la incidencia a siete días: 48 este domingo, 60 el precedente y 80 el anterior.
La incidencia no deja de ser un reflejo de los contagios diagnosticados, y también se puede observar a través de ellos la trayectoria de la enfermedad. Después de la última arremetida del virus –se toma como fecha de inicio el 25 de diciembre–, atribuida a las reuniones y celebraciones navideñas, los números no empezaron a experimentar una clara mejoría hasta finales de enero; antes hubo un repunte de casos que fue perdiendo aceleración, pero no fue hasta la última semana de ese mes cuando los positivos empezaron a disminuir.
Del 25 al 31 de enero se diagnosticaron 1.039 infecciones; del 1 al 7 de febrero, 747, el 28,11% menos. Del 8 al 14 de febrero, 549, un 26,51% menos que la semana anterior. Del 15 al 21, 466 positivos, 15,2% menos; del 22 al 28 de ese mismo mes, 346, un 25,76% menos. La semana pasada, del 1 al 7 de marzo, fueron 277, lo que representa un 19,95% por debajo de la última de febrero. Lo que ha sucedido en Cantabria es que, pese al descenso constante, no ha habido el desplome de otras regiones. Se han buscado causas que expliquen esta ralentización, y desde la Dirección General de Salud Pública se ha apuntado la posibilidad de que la prevalencia de la variante británica esté frenando el proceso: su mayor contagiosidad podría estar impidiendo que se le ganase terreno a la pandemia. Lo que sucede es que la falta de datos fiables sobre la presencia de esta mutación del coronavirus en toda España impide hacer comparaciones más afinadas: no todas dedican el mismo celo que Cantabria a su detección.
¿Hay motivos para pensar que la tendencia está cambiando? Es cierto que los últimos datos de incidencia acumulada ofrecen una mínima variación, con un punto de descenso en la de catorce días –pasa de 108 a 107–, y un aumento igual de ligero en la de siete –de 47 a 48–: son oscilaciones que se producen cada jornada sin mucha más trascendencia.
Si se atiende a la situación de los principales municipios de la región, los diez con una población superior a los 10.000 habitantes, se aprecian algunos detalles llamativos. La evolución de la incidencia a siete días experimenta un estancamiento, cuando no un retroceso, en buena parte de ellos. Así, en Torrelavega se soportaba este domingo una tasa de 62 casos por 100.000 habitantes, la misma que el domingo anterior, una situación idéntica a la de Camargo, con los mismos 62. En Castro Urdiales era del 61, cuando dos semanas atrás se situaba en 55. En Piélagos ha subido de 50 a 54; en Santa Cruz de Bezana las cifras también han aumentado, de 68 a 84; y en Laredo igual, de 9 a 27. En otros núcleos, en cambio, el descenso es claro: en Santander, por ejemplo, el domingo 21 de febrero se registraban 79 casos; el día 28 se notificaron 53 casos y el 7 de marzo, 47. En El Astillero, en esas mismas fechas, 49, 27 y 11. Lo mismo ha sucedido en Los Corrales de Buelna, aunque de forma más acusada: 195, 111, 37. Santoña es, hoy por hoy, el municipio cántabro con mejor situación sanitaria dentro de ese grupo de grandes ayuntamientos: su progresión es 18, 9 y 0.
Los datos a catorce días ofrecen más perspectiva que los de siete, y por tanto ayudan más a distinguir tendencias. También en esta tabla se advierte ese estancamiento de la mejoría, pero son excepciones. El caso más claro es el de Piélagos, donde la tasa ha crecido desde los 77 casos por 100.000 habitantes hasta 104. En Castro Urdiales se repite el fenómeno, aunque de manera más atenuada: de 130 pasa a 136. Los números no se mueven en Santa Cruz de Bezana: este último domingo contaba 152, lo mismo que el anterior.
En el resto de grandes municipios la evolución, de forma más o menos acusada, es favorable, y se mantiene desde hace semanas, aunque ahora baste compararla con la anterior: en Santander baja de 133 a 101; en Torrelavega, de 166 a 124; en Camargo, de 138 a 125; El Astillero, de 77 a 38; Laredo, de 45 a 36. Los Corrales de Buelna presenta el descenso más radical, de 306 a 148. Santoña vuelve a ser la localidad con los parámetros sanitarios más envidiables: ha reducido su tasa de 27 a solo 9.
La mejor prueba de la pérdida de fuerza de la tercera oleada del covid –y, a la vez, su consecuencia–, es la relajación de las medidas sanitarias en vigor en la región, con la reapertura de los interiores de la hostelería como hecho más destacable.
El paso de Cantabria del nivel de riesgo máximo al medio, en que ahora se encuentra, llevaba aparejada una serie de medidas de respuesta recogidas en un documento elaborado por el Consejo Interterritorial, que entraron en vigor una vez que ese descenso de alerta se afianzó.
De todos los indicadores de la pandemia, solo el porcentaje de ocupación de puestos de UCI por pacientes de coronavirus se mantiene en zona de riesgo alto. Tanto la incidencia acumulada a catorce días como la de siete se mantienen en valores de riesgo medio, mientras que la positividad y la presión hospitalaria suponen un riesgo bajo.
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