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La joyería Perodri está justo frente al Ayuntamiento de Santander. Allí tienen un par de dudas y una certeza con respecto a las medidas de ahorro energético que acaba de plantear el Gobierno desde Madrid. Las dudas vienen por lo de tener que apagar las ... luces del escaparate a las 22.00 horas. Ellos ya lo hacen. Las del escaparate como tal se apagan. En principio, en eso, no habría problema. Pero no saben si también tendrán que darle al 'off' del interruptor de los focos exteriores que apuntan al local, que son esenciales para las cámaras de seguridad. Cosa seria. Y tampoco tienen claro qué hacer con la iluminación específica de determinados carteles –hay un reloj exterior con el símbolo de Rolex–. «No sé qué tendremos que hacer». Lo que sí saben –la certeza– es que en un local sin ventanas, que debe tener la puerta cerrada (por seguridad) y en el que buena parte del día da de lleno el sol, poner el aire acondicionado a 27 grados «es una locura» –es la temperatura de la que, según la norma, no se podrá bajar durante el verano–. «Aquí en Santander ponerlo a 27 es como poner la calefacción. No llegamos a 27 en la calle y si lo ponemos a más de veinte a determinadas horas, morimos. No tiene sentido», apunta Patricia Sánchez, empleada de la joyería. Lo de este negocio es un ejemplo. Pero sirve como muestra de algunas de las reacciones. De las dudas de unos –en los centros comerciales o en algunos hoteles están estudiando qué deben hacer exactamente– o, directamente, del rechazo de otros. Que es «un absurdo» o que «es ridículo», decían ayer en varias tiendas de la capital al hablar de mostradores y termostatos. O que asuntos como lo de la temperatura difícilmente se podrá controlar.
Lo básico, en cuanto a comercios y hoteles, es lo del aire acondicionado a 27 en verano y 19 en invierno como topes, que los escaparates deben estar apagados a las 22.00 o que habrá que poner termómetros en los establecimientos para que se pueda controlar que se cumple lo estipulado con la temperatura.
«El Corte Inglés se adaptará estrictamente a la normativa cuando esté publicada. En función de lo que se publique, nos adaptaremos», comentaban ayer desde el centro comercial, mientras en Valle Real estaban estudiando las consecuencias de las medidas. Cautela en ambos negocios. También en elgunos de los hoteles consultados por el periódico. «Vamos a estudiarlo» o «esperaremos noticias de nuestra central», apuntaban antes de hacer valoraciones a El Diario. En otros, como el Hotel Bahía, no esperan grandes efectos. «Tenemos todo domotizado y se programa. Hasta ahora estaba en 26 en esta época y en invierno siempre a 19. Habrá que subirlo a 27. Pero no es algo nuevo. Llevamos un control riguroso de eso y hace tiempo que está todo parametrizado. Por una cuestión de ser conscientes de lo que ocurre con el medio ambiente y también por puro ahorro», explica el director, Sergio Peón, que habla también del sistema de luces nocturno, que mantiene el 70% apagado por las noches (por el día está encendido un 33% y el resto sólo de enciende ante la presencia de un cliente en un pasillo, por ejemplo). «No creo que nos afecte en gran medida. Está todo automatizado. El aire acondicionado ya está controlado de manera responsable por una cuestión económica», apunta igualmente Eva Magaldi, directora del Gran Hotel Balneario de Puente Viesgo.
«Condenados a cerrar»
Las mayores quejas llegan al darse una vuelta y preguntar por las tiendas. Con reflexiones como la de Carmen Gamboa, de La Reyna. Su tienda está en la santanderina calle San Francisco. Allí, en una vía de trescientos metros y absolutamente céntrica, hay 16 locales con la persiana bajada y obras previstas para el mes de septiembre. «Si con los negocios cerrados que hay en esta calle y con todo levantado a partir del mes que viene, encima tenemos que apagar los escaparates a las diez de la noche, te están condenando a cerrar». Ángel Benito, de Calzados Benito, en Juan de Herrera, hace un juego de palabras al respecto. Del 'ápaga y vámonos' al «apaga y cierra».
Gamboa tiene la puerta abierta de su tienda y, a eso de las doce y media, no tiene puesto el aire. Lo pone cuando hace falta «y si los clientes se quejan a partir de ahora del calor les diremos que es lo que hay», ironiza. Lo de los escaparates no lo ve «efectivo». «Si es lo que mandan habrá que hacerlo, pero no creo que sea necesario. Yo quiero lo mejor para ahorrar, pero no lo veo. A las doce de la noche, pues sí, pero a las 22.00 horas me parece muy pronto». Y más, en las condiciones concretas de la calle San Francisco y «en verano en Santander, con todo el turismo que hay».
Benito, en la misma línea, cree, respecto a los escaparates, que hay otras medidas «más interesantes». Que, aunque desde un punto de vista energético pueda ser valorable, no compensa. Porque «una ciudad pierde mucho», porque sólo con la iluminación Led de la calle va a parecer que «todo está apagado» y porque dejar todo a oscuras «puede ser un problema de seguridad». Tal vez no tanto en Santander, cree, pero sí en las grandes ciudades (en Madrid la polémica ya está servida por este asunto).
«Nuestro reloj está programado para apagar el escaparate en torno a las 23.30. Entre las 23.30 o las 00.00 horas según la época del año. Hay que tener en cuenta que es lo más barato como publicidad exterior para un comercio», explica. Otro elemento sobre la mesa. Y pone datos. La luz encendida todo el día en el negocio que tienen en la calle San Francisco (otra tienda) supone dos euros diarios. La de Juan de Herrera, entre seis y siete. «Dame otro producto promocional que genere esa publicidad indirecta a ese precio que lo contrato. Para nosotros es un perjuicio».
Sobre el tema del aire es más rotundo. «A veces, estamos ante una sociedad absurda, con normas absurdas y con impuestos que se pagan al entrar en el terreno de un control absurdo». Benito sostiene que el uso del aire acondicionado depende de muchas cosas. De los grados, de la humedad... «Aquí a 27 y con humedad, te asas. En Madrid, a 26, estás de maravilla. Son normas muy relativas. Y no es lo mismo una tienda con nosotros sotros mirando que una tienda cuando está llena. Lo importante es hacer un uso responsable». Incluso, que es «mucho más rentable» –y más efectivo– sustituir equipos viejos por nuevos. «Como con los electrodomésticos de casa».
«Yo ya estaba apagando todo a las ocho de la tarde casi desde que cambiaron la luz de las farolas y, en la parte de abajo del local (la de atención al público), desde el covid, siempre tenemos la puerta abierta para tenerlo ventilado. Sin el aire. Lo único que dejo iluminado fuera es el cartel de la parte alta. Si lo tengo que apagar, pues lo apagaré», cuenta Ricardo Ezcurdia, de la Joyería Matra (en Isabel II).
Giovanna Carletti, de la tienda de moda Maniére (en la calle San Francisco), también apaga las luces de su escaparate al final del día. «A las diez lo tengo apagado, sí. Ya lo hacía antes porque entiendo que no es ya una hora de mucho tránsito por aquí». Pero sí que entiende que la norma del aire acondicionado y la calefacción «es un absurdo». «Yo lo pongo cuando se concentra más calor. En momentos puntuales por las luces o la gente. Y si lo pongo, lo hago a veinte grados, por ejemplo. En Sevilla a 27 puede tener sentido, pero aquí...». Y eso ahora, porque lo de los 19 del invierno lo ve aún peor. «Yo con la calefacción a 19 grados aquí me muero de frío. Es de risa».
«Quejas» y «preocupación»
Eso, de tienda en tienda. Y los comentarios son parecidos a los que ayer recibió durante la mañana Gonzalo Cayón, secretario general de la Federación de Comercio. «Una mala sorpresa». Así define las medidas del plan energético. Porque recibieron la noticia sin consulta previa al sector, «de golpe». Y eso «es ilógico».
Las analiza por partes. «La iluminación no solo es una cuestión de energía, también influye en la seguridad, visibilidad de las calle y, en definitiva, en un entorno más apetecible por el que pasar». Por ahí fueron las «quejas» y «preocupaciones» que fue recibiendo. Y pone como ejemplo a los joyeros. «Si apagamos los escaparates y se restringe la iluminación exterior de los edificios, esto va a ser un caos. A partir de las diez de la noche campará a sus anchas la inseguridad y la delincuencia», comenta precisamente Salvador Victorino, de la Agrupación de Joyeros de Cantabria. «Con una baja luz o directamente sin ella –sigue– sería imposible identificar a posibles delincuentes que te hagan un butrón o te rompan luna de un escaparate Además, en los pueblos no tenemos vigilancia nocturna por las calles. ¿Vamos a tener que meternos en la joyería a hacer guardía o qué? Si pasa algo ya me dirán qué va a pasar».
Cayón insiste además en que los comerciantes han realizado inversiones económicas «importantes» en los últimos años para mejorar la eficiencia energética y que el consumo sea «infinitamente mejor» de lo que era antes. «Y ahora de la noche a la mañana te dicen que no puede ser y encima con la amenaza de una sanción». Las medidas, a su juicio, «suponen un empujón más hacia el abismo del sector».
Solicitud de reunión
Por eso habla de «poco sentido», de deciciones «demasiado tajantes» o de la posibilidad de estudiar «pasos intermedios» y «alternativas» para consumir menos y concienciar sobre el ahorro. Ante este malestar, Gonzalo Cayón anuncia que el sector solicitará –tenían previsto hacerlo ayer mismo– una reunión con el Gobierno de Cantabria para «trasladarles lo que implican estas medidas, para que sean conscientes y juntos intentar buscar alternativas».
Porque la norma ha sido aprobada por el Gobierno de España, pero corresponderá a las comunidades autónomas la vigilancia y la potestad sancionadora en los territorios. Y ayer, en los comercios, ponían media sonrisa –aunque no les hacía mucha gracia– al hablar de un control y de inspecciones (en teoría tienen que instalar termómetros) para ver a qué temperatura tienen puesto el aire acondicionado.
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