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El 25N (Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres) pasa como un vendaval de cifras y casos, pero no todo el mundo se olvida ... de que reducir el machismo es un trabajo para abordar todo el año. Es el caso de Carlos San Martín, médico sexólogo –y 30 años como terapeuta de parejas– que la semana pasada protagonizó un encuentro para divulgar 'Con el amor no basta. Claves para una relación sana', en el que ofreció sugerencias para quienes se proponen «madurar, evolucionar y crecer juntos» .
–Con una trayectoria tan larga, y cuando una pareja entra en problemas, ¿qué ve que es lo que más falla?
–En las relaciones disfuncionales casi siempre se cumple, con distintas intensidades, un déficit de tres elementos. Por un lado, falta respeto (a las opiniones, a los deseos, a la propia individualidad... ). Por otro, falta el 'buen trato', entendido como lo contrario al mal trato (palabras separadas) y, por tanto, las personas entran en ambientes malsanos. Y, en tercer lugar, suele haber control. En muchos casos es sibilino, indirecto. Es ese «mándame una foto» para saber con quién estás, o la localización, para que yo sepa dónde andas. El control es algo muy característico de las relaciones tóxicas.
–Hoy en día el mundo va rapidísimo, auspiciado también por los medios de comunicación, las redes sociales... ¿Esto ha generado de forma paralela unos vínculos de usar y tirar?
–Los profesionales llamamos a esta inmediatez relaciones líquidas, sin consistencia. Entramos en contacto y queremos exprimir deprisa a las personas, como quien exprime una naranja para sacarle todo el jugo. Se nos olvida que cuando las relaciones están en construcción hay que alimentarlas y tener paciencia. Ahora, sin embargo, se quiere todo al nivel del enamoramiento y la pasión, que son emociones fuertes pero no perdurables en el tiempo, al menos con la intensidad del principio. Esto también les ocurre a los adultos que, en búsqueda de intensidad, llegan a mantener monogamias seriadas, relaciones estables durante dos o tres años que acaban rompiendo porque pasado un tiempo ya no les satisfacen. Son personas que no saben manejar los tiempos para construir relaciones comprometidas, basadas en el amor, que conllevan intimidad sexual y afectiva.
–¿Diría, pues, que las relaciones sentimentales actuales son muy diferentes a las de, por ejemplo, hace 30 años?
–Sin duda. Ahora somos más individualistas y esto va en contra de la relación de pareja en la que, per se, subyace el concepto básico de reciprocidad. Se dice que en toda pareja hay un amante y un amado y tiene parte de cierto pero, independientemente del rol que hayamos asumido, todos queremos recibir, necesitamos sentirnos amados. El problema es que, actualmente, a la exigencia de quererlo todo de inmediato, se suma ese enganche dopaminérgico de quienes lo basan todo en la pasión. Hay que recordar que la erótica es perdurable en el tiempo: aunque hayan pasado 20 años, tu pareja puede seguir siendo objeto de deseo. Claro que no será como el del primer día. Eso es imposible. Pero existe. Al tiempo, existe un egoísmo mal entendido de 'soy el primero y el único'. También hay que decir que antes había un componente muy negativo en las parejas y es que el compromiso era excesivo. Uno se comprometía con alguien y prevalecía esa palabra, no lo abandonaba (por condicionamientos familiares y/o sociales) aunque hubiera sufrimiento, lo que llevaba a no romper relaciones que podían ser muy dañinas. Esto afortunadamente está cambiando. Ahora las personas reconocen el sufrimiento más fácilmente y son consecuentes para sacarlo de sus vidas.
–Volvamos a los jóvenes, que cuentan que las redes están llenas de gurús que explican lo que son los apegos de todo tipo, los sanos, los ansiosos...
–(Ríe). La teoría del apego de John Bowlby la conocemos desde los años 50 del siglo pasado y viene a establecer que, en función del tipo de apego que hayas experimentado en tu familia de origen (con padres y seguramente también con abuelos), reproducirás a lo largo de tu vida un apego similar. El problema es que estos gurús lo quieren explicar absolutamente todo desde estos postulados, sin tener en cuenta que el apego no es algo tan determinante. Sobre todo, antes de escuchar a estas personas que no contextualizan –y que no descubren nada aunque lo parezca– hay que hacer un llamamiento a tener cuidado. Porque a ciertas personas estos gurús les perjudican con mensajes sesgados y les pueden llevar a concluir que no van a ser capaces de vivir de otra manera, les van a generar sentimientos de incapacidad...
–¿El empoderamiento femenino está trayendo consigo un 'empequeñecimiento' de los varones y esto está pasando factura en las relaciones de pareja? ¿Ve este tipo de fenómeno en su consulta?
–Sí, está ocurriendo y lo veo con preocupación porque acaba siendo un problema social. Era muy necesario que las mujeres se sacudieran las limitaciones y conectaran con todas sus potencialidades. Y también lo era que dejaran de sentirse culpables por no ser madres al 100% del tiempo. Incluso, tenían que dejar de verse culpables por rechazar 'ser madres' de sus parejas. Este dejar atrás la culpa es algo que se comprueba fácilmente ahora mismo en las mujeres cuando llegan a la menopausia, que es una etapa en la que reconectan con su yo auténtico para empezar a vivir como desean. Pero esto va acompañado de un proceso de victimismo masculino entre aquellos que no tienen recursos personales para alegrarse por ellas, que ahora son más libres y ocupan más espacios. Esto debería generar un movimiento de acompañamiento en los varones y está ocurriendo justamente lo contrario en muchas ocasiones. El machismo (que ya tenía una idea peyorativa del feminismo) se está rearmando y se ha vuelto defensivo. Parece que ellos sufren acosos... Y esto se traslada al socialización de chicas y chicos, que es más costosa. Ellos están a unas cosas, y ellas, a otras. Los chicos no reflexionan y quieren seguir imponiéndose a toda costa. Lo vemos, cuando se radicaliza, en sucesos como el un niño de 17 años que ha matado a una niña de 15 hace pocos días.
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Ana del Castillo
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