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La nueva era tecnológica es un desafío al que ninguna organización puede renunciar. Lo sabe bien Javier Martos, director ejecutivo de Unicef desde 2013, una de las ONG de referencia que más se ha esforzado en adaptar su misión a las nuevas tendencias. ... Abordará las claves de esta transición en la conferencia 'El reto de la transformación digital', que ofrecerá este jueves, de 09.30 a 11.00 horas, en el marco del ciclo 'Cesine for Change' que organiza la universidad. En una sociedad donde las redes sociales y el uso de Internet cobran tanta importancia, el líder de la entidad afronta el reto como una oportunidad para alcanzar tres objetivos básicos: «Estar más cerca de los donantes, aliados y usuarios; mejorar la eficacia y eficiencia y, por último, acercar los valores de la institución a más personas para aumentar su base social».
Esta coyuntura también significa un punto de inflexión de puertas afuera, para las personas interesadas en colaborar con las ONG. Precisamente, Martos reivindica el valor de una nueva figura, la del «voluntario digital», así como las nuevas plataformas de denuncia, una forma de cooperar que supone «un apoyo muy importante para lograr que la sociedad se movilice a favor de la infancia».
Pero la era de internet no ofrece sólo ventajas, «también entraña riesgos», como el ciberbulling o el acoso a través de la red. «Es uno de los problemas más serios que la tecnología ha traído a nuestros niños. El acoso que puedan sufrir en su día a día cobra una mayor dimensión a través de las redes, generándoles un sufrimiento enorme», lamenta Martos, que llama a los adultos a que aporten herramientas y, sobre todo, una buena pedagogía de uso en pos de «una sana cultura digital». Asimismo, recomienda la «información, la educación, el trabajo con los padres, así como la sensibilización entre jóvenes» como mejores remedios para combatir esta lacra.
Mientras la era digital depara estas nuevas preocupaciones, las tragedias siguen acumulándose en el mundo real. El estallido de la Guerra en Siria, en 2011, sumado a la pobreza, el terrorismo y a conflictos tanto en Oriente Próximo como África, han provocado el mayor éxodo de refugiados hacia Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Sólo en el mar Mediterráneo han muerto o han desaparecido 220 personas en lo que va de año, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). La tragedia asciende a 2.299 víctimas en 2018.
Las reacciones a lo largo del viejo continente son bien distintas, pero el director ejecutivo de Unicef es tajante: «Es injusto relacionar inmigrantes con delincuencia». Y agrega: «El asilo es un derecho ampliamente reconocido internacionalmente y que, por desgracia, nos toca defender. En el caso de los niños menores no acompañados que están en nuestro país, la prioridad de Unicef es protegerlos. Tenemos un largo camino para explicar el valor de los migrantes en nuestra sociedad y su papel fundamental en la economía, más en un país como España, donde los retos del envejecimiento y la despoblación de muchas regiones son temas estratégicos».
Preguntado por los escándalos de prostitución y orgías dentro de la entidad Oxfam, conocidos el año pasado, Martos promete «tolerancia cero» en su organización, que «trabaja más que nunca para que los mecanismos de denuncia sean efectivos y ágiles». La lucha contra los casos de acoso, asegura, es un compromiso para el que «todas las instituciones sin ánimo de lucro han mejorado sus protocolos y métodos de seguimiento». Por último, manda un mensaje a los voluntarios: «Somos conscientes del esfuerzo que hay detrás de cada euro que nos aportan nuestros socios y donantes. La transparencia es por tanto prioritaria e indiscutible».
La labor de Unicef se extiende a más de 190 países y territorios del mundo, y trabaja en todos aquellos que forman parte de la Convención sobre los Derechos del Niño: supervivencia, desarrollo, protección y participación. Cada lugar requiere una atención distinta. «En cada país focalizamos nuestros esfuerzos donde somos más necesarios y donde nuestro rol puede ser más eficaz. Siempre trabajamos con otros agentes, organizaciones internacionales y locales, gobiernos...».
En esa línea, recuerda que la ONG responde a cerca de 300 crisis humanitarias cada año «para tratar que los niños puedan tener sus necesidades básicas cubiertas. Todos ellos son menores que crecen en entornos muy difíciles, como conflictos armados, «muchos de ellos en países donde la guerra es una dura realidad durante años: Siria, Sudán del Sur, Yemen...», recuerda el director, que colabora a título personal con otras entidades, fundamentalmente de derechos humanos: «Es la mejor palanca para lograr cambios reales y sostenibles. Todo lo que podamos hacer desarrolla un círculo virtuoso hacia un mundo mejor».
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