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El barrio de La Inmobiliaria amaneció ayer sin controles policiales y sin los bloques de hormigón que custodiaban la entrada y salida de sus ... calles. Desde las doce de la noche quedaba levantado el confinamiento al que se han visto obligados sus vecinos durante catorce días. Una vuelta «relativa» a la normalidad porque, según residentes y comerciantes, «La Inmobiliaria es como un pueblo fantasma, la gente aún tiene miedo». «Ves la misma gente por las calles que hace unos días, muy poca, y sólo notas que acabó el confinamiento en los coches. Hace una semana podías aparcar y ahora ya no, pero hay mucha gente que se marchó el primer día y que aún no ha regresado porque tiene miedo», dice Carlos Linares, propietario del Bar California, ubicado en la calle Juan XXIII. Tampoco la mañana desapacible, fría y lluviosa acompañó para andar de paseo o de compras.
Tras dos semanas cerrado, el establecimiento volvió a subir la persiana a las siete de la mañana y a mediodía «no son muchos los cafés que he servido», apuntaba. Según el hostelero, «el barrio irá recuperando la normalidad poco a poco. Aquí ha ido viniendo gente a lo largo de la mañana, pero no se ve mucho ambiente por las calles. No sé si llamarlo miedo o mejor dicho prudencia». «Yo estoy tranquilo, me hice las pruebas la misma tarde que nos confinaron y por el momento toda la clientela que yo conozco ha dado negativo en los test lo que me tranquiliza aún más y quiere decir que la situación está controlada, aunque he de reconocer que echo en falta a muchos clientes», agrega. En la peluquería Color.es, su dueña, María Ángeles Villegas, también ha vuelto a la actividad. «Con ganas», dice, tras dos semanas cerrada. «Vamos a ver, para los establecimientos pequeños, como es mi caso y siendo autónoma, estar quince días sin actividad, es decir sin ningún ingreso, es un lastre para cualquier negocio y ahora no queda otra que intentar ir recuperando la actividad».
«Hoy -por ayer- tengo las clientas fijas del viernes y del sábado, con lo que el fin de semana va a haber trabajo, pero habrá que esperar a ver qué pasa a partir de la semana próxima y cómo va funcionando el barrio», explica. En cuanto al sentir de la gente, María Ángeles Villegas reconoce que esta situación «no es la mejor propaganda para La Inmobiliaria». Sin embargo, confía en que poco a poco las calles vayan recuperando el ambiente ya que, asegura, «aquí la gente, aunque como en todos los lados hay excepciones, cumple con las medidas y en concreto en la peluquería no se permite a más de dos personas en el local, se lava y desinfectan las toallas y todo el material, así como el mobiliario, cumplimos todo lo que nos exigen para abrir porque además es la única manera de que podamos acabar con esto».
Puri Trueba, residente en la calle Juan XXIII, comparte la opinión mayoritaria de que el barrio va a tardar unos días en volver a hacer una vida normal aunque en su caso reconoce que no ha variado mucho salvo que «me he limitado a ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, entre otras cosas porque en el barrio no había más que hacer». «No he tenido problemas para entrar y salir porque tenía que ir a trabajar, me hice la prueba en los primeros días y di negativo, como creo que han hecho muchos vecinos, aunque sí es cierto que ha habido mucha gente que se ha saltado el cordón sanitario y otros que salieron y que ahora han vuelto». En este sentido, esta vecina critica la forma en que se ha llevado a cabo el confinamiento. «Creo que se podía haber hecho de una manera más eficiente porque al final siempre hay gente que cumple y otros que no», lamenta.
Sergio Quintana, de la carpintería José Quintana, otro establecimiento que ayer volvía a atender al público, también reprocha la actuación de las autoridades porque «esto ha sido un cachondeo». «Hubo mucha gente que se marchó cuando se anunció que nos confinaban, todos los que tenían otra casa donde ir, ha sido una chapuza, me parece bien que si hay un brote se cierre el barrio, pero se cierra a cal y canto porque esto ha sido un confinamiento descafeinado, con gente que se ha marchado y ahora vuelve y gente que entraba y salía a sus anchas», critica.
«Este barrio está discriminado, si había que cerrar un barrio en Torrelavega ya sabíamos cuál iba a ser. No hacía falta cerrar a los negocios sólo buscar a los responsables del brote», dice José Antonio mientras toma un café «fuera de casa» después de dos semanas. Vive en Casimiro Sainz y asegura que, tanto él como sus vecinos más cercanos, «no hemos salido de casa para nada, hasta nos hacían la compra y los recados. Esto no puede ser que por unos irresponsables paguemos todos», insiste.
En la actualidad, Torrelavega cuenta con 299 casos activos por coronavirus, más de la mitad se detectaron en este barrio y en el peor momento del brote, la ciudad sufrió un incremento de 184 contagios, la semana siguiente fue de 90 positivos y ahora está por debajo de la veintena. Un descenso que ha permitido levantar la cuarentena aunque las autoridades sanitarias ya han advertido que estarán vigilantes a la evolución de los nuevos positivos porque no se descarta un nuevo confinamiento si la incidencia es alta y la situación empeora.
A primera hora de la mañana operarios municipales retiraban los últimos bloques de hormigón y las vallas metálicas situadas en los principales accesos a la zona del barrio cortada, al tiempo que las últimas patrullas policiales abandonaban las calles. En las barras de los bares el tema de conversación era único y la mayoría de clientes lamentaba que el barrio de La Inmobiliaria «siempre sea noticia por cuestiones negativas».
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