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El libro que Juan José Millás ha presentado esta semana en Santander es un viaje literario en taxi, donde transcurre parte de la trama. Evoca – ... la novela– a su propia madre, a quien le encantaba ir –sin trasbordos– desde su casa de la periferia al centro de Madrid en taxi. Burbuja de intimidad provisional y espacio de libertad, glosa el escritor.
Probablemente ignora que en este invierno de mordazas expresivas aquí se censura hasta la libre circulación de taxis por la vía principal de la ciudad, militarizada por una trinchera. Un carril bus discontinuo, que se asoma y se esfuma como Guadiana urbano de ambiguo atributo.
Resulta que Millás, por esa fascinada infancia, coge todos los taxis que puede como homenaje a su madre, quien disfrutaba la carrera temblando con los latidos del taxímetro en aquellos tiempos de necesidad. Algo que con la movilidad insostenible que nos toca padecer– ya no podría hacer a capricho en Santander, donde está prohibido parar un taxi en mitad del Paseo Pereda. Los usuarios tenemos seis puntos de carga y descarga en donde podemos ser recogidos y depositados, como un paquete de Amazon o un pasajero de autobús. Una iniciativa especialmente conciliadora con esa colosal corriente turística que –no perdamos la fe– va a saturar la ciudad más allá del verano gracias al Centro Botín.
Según la autoridad, quienes rechazan la franja de la discordia y la fantasía del MetroTUS –oficialmente clasificados como inmovilistas– no pueden frenar el progreso con sus pamplinas. Aunque, al parecer, tampoco hemos avanzado tanto cuando perduran algunos anacronismos. Hoy, marzo de 2018, seguimos construyendo edificios y diques sobre la bahía de Santander, con el mismo propósito utilitarista que justificó perpetrar Benidorm hace sesenta años. Más arena, más turistas, más dinero. Dos brazos artificiales de piedra penetran en la Magdalena, aplaudidos por los mismos que se negaron a poner un aerogenerador en Peña Cabarga porque afeaba las vistas desde la bahía.
Para algunos la naturaleza es un medio que genera vida. Para otros todavía es un medio que genera economía. Ustedes deciden quiénes son los inmovilistas del siglo XXI.
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