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La inteligencia artificial llegará en auxilio del Hospital de Laredo para combatir las abultadas listas de espera que desbordan la capacidad de sus oftalmólogos, ... que son desde hace mucho tiempo menos de los necesarios -ahora cuatro de una plantilla de seis, aunque ha habido periodos en los que solo han estado dos- para atender la demanda acumulada. Así que, a falta de refuerzos profesionales, la solución que se ha buscado, y que forma parte de un pilotaje del Servicio Cántabro de Salud (SCS), es incorporar una tecnología innovadora que en cuestión de seis minutos puede descargar horas de trabajo al equipo de Oftalmología, orientándole además sobre el diagnóstico más probable, una vez descartado un amplio abanico de posibilidades.
Al menos eso es lo que promete la revolucionaria cabina Doria (acrónimo de Diagnóstico Oftalmológico Robotizado por Inteligencia Artificial), desarrollada por una empresa franco-suiza experta en patología ocular llamada Mikajaki, que funcionará «como si fuera un cribado de la lista de espera», señala la oftalmóloga Carmen Revuelta, que ha tenido oportunidad de comprobar sus ventajas a través de la experiencia del Hospital de La Paz, en Madrid.
El acuerdo marco para incorporar esta prestación, aprobado a principios del mayo por el Consejo de Gobierno, está valorado en dos millones de euros. «Este equipo lo que hace es integrar varios aparatos de exploración oftalmológica en uno solo, de forma que se realizan distintos test de forma simultánea», explica la doctora. A partir de ahí los algoritmos de la inteligencia artificial se encargarán de determinar los problemas detectados en los ojos. Ese preinforme después será validado por un oftalmólogo.
Para los pacientes que están familiarizados con las revisiones oculares, la prueba no difiere de cualquier otra, salvo que puede hacerse de pie: basta con colocar la cabeza en la posición indicada sobre el hueco de la cabina (igual que cuando se revisa la graduación), permanecer unos minutos siguiendo las instrucciones de voz del sistema robotizado y listo. La máquina, que mide dos metros de ancho por uno y medio de alto, habrá hecho en ese corto espacio de tiempo un centenar de mediciones del ojo, desde la tensión ocular a la topografía de la cornea, pasando por la densidad del cristalino, el fondo de ojo, la foto de la retina o el estado de la mácula, entre otras.
«Lo que nos va a permitir es llegar antes a los pacientes que más nos importan, que son aquellos que tienen patología y que requieren un tratamiento más inmediato», indica, descartando a la vez a los que no precisan más consultas sucesivas del especialista ni requieren pasar por quirófano. En resumen, se trata de ganar tiempo y de priorizar a quienes no pueden permitirse esperas prolongadas, como casos de glaucoma o desprendimiento de retina, por ejemplo.
«Se calcula que aproximadamente un 40% de los pacientes se diagnostican y dan de alta tras la primera consulta con esta tecnología», lo que descargaría rápido la lista de espera, de forma que se pueda concentrar la atención especializada en los que sí presentan una patología a tratar. «En definitiva, este aparato nos va a ayudar a distinguir el grano de la paja», añade Revuelta, favoreciendo que «podamos dar una atención de calidad a los pacientes». Un objetivo que pasa por «rebajar las listas de espera a unas cifras razonables».
Una vez se instale esta cabina en el Hospital de Laredo -no se ha concretado la fecha, pero la idea es que llegue antes del verano-, se empezará a utilizar con un primer grupo de 200 pacientes de la lista de espera de consultas que estén pendientes de diagnóstico.
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