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«La caridad no cierra». Esta frase, pronunciada por la directora de Cáritas Diocesana de Santander, Sonsoles López, es un ejemplo del trabajo que ha realizado esta organización con la gente necesitada durante la pandemia de coronavirus. El impacto del covid-19 ha transformado la labor de Cáritas y así ha quedado plasmado en un informe que recoge toda su actividad entre el 16 de marzo y el 16 de mayo de 2019. «Estamos atendiendo y hemos atendido un aluvión de peticiones de ayuda, que nos ha supuesto un esfuerzo personal y económico inédito para nuestra organización», indica la directora. Prueba de ello es que el porcentaje de inversión de Cáritas Santander en la cobertura de necesidades básicas ha sufrido un incremento del 92% en relación al mismo periodo del año anterior. Se ha pasado de gastar 97.309 euros en 2019 a emplear un total de 186.985 euros para cubrir gastos de ayudas, alimentación, suministros, farmacia, etc. Con ese presupuesto se han atendido las peticiones de más de 9.300 cántabros, lo que equivale a 3.125 familias.
«La demanda se ha disparado. Las cifras indican que están llegando muchas personas por primera vez, aunque también nos han devuelto a viejos conocidos que habían superado la crisis del 2008 y ahora han tenido que volver a requerir de nuestra ayuda», añade López.
Y así lo confirman unos datos «que no deben ser ajenos a las administraciones ni a los ciudadanos». Si tenemos en cuenta las diferentes partidas económicas que maneja Cáritas, las cifras también se disparan. Destaca notablemente el incremento de la demanda para conseguir alimentos, que ha supuesto dos de cada tres intervenciones de necesidades básicas y ha requerido de una inversión por parte de la organización un 106% superior a la del mismo periodo del año anterior, con un total de 123.430 euros. Del total de intervenciones en alimentación (3.834), el 60% se corresponde con el modelo de respuesta que se está implantando, es decir, transferencias bancarias y tarjetas monedero, con el objetivo de preservar la dignidad, intimidad y autonomía de las personas.
«La entrega de alimento en especie no es la única ni la mejor manera de atender esta necesidad básica. El uso de una tarjeta monedero es más respetuoso desde el punto de vista de la dignidad de las personas y no las marca con el estigma de la pobreza. Es una fórmula sencilla y es una forma de hacerles sentir que se puede salir de la exclusión», explicó la directora. Se ha incrementado el uso de este medio de pago en un 47% desde el mismo periodo de 2019 gracias al empleo de 119 tarjetas monedero.
Manuel sánchez Monge, Obispo de Santander
Sonsoles G´opez, directora de Cáritas Santander
Aunque más de la mitad (67%) de las intervenciones para la cobertura de necesidades básicas corresponden a respuestas en alimentación, también han aumentado las inversiones en otros ámbitos de actuación. La partida para gastos en alquiler y suministros ha sufrido un incremento del 92% en relación al mismo periodo del año anterior y ha supuesto 55.654 euros, mientras que la inversión en productos de farmacia y salud aumentó un 33%, haciendo un total de 3.690 euros.
«Como a todo el mundo, el confinamiento nos metió en casa y nos obligó a cerrar nuestros talleres, el centro de día, las oficinas en las que atendemos cientos de peticiones de ayuda, las parroquias..., pero la caridad no cierra y Cáritas no paró», relató su directora. Y es que la organización ha realizado casi 4.000 intervenciones telefónicas a más de 200 personas que forman parte de los programas de acompañamiento especializado (mujeres vulnerables, niños y familias, personas sin hogar, enfermos crónicos sin recursos, formación para el empleo y búsqueda de vivienda). «Hicimos un replanteamiento. Nos reinventamos y hemos acompañado de manera digital y telefónica a estas personas. Hemos estado y estamos siempre disponible y cerca de ellos».
Respecto al perfil de las familias atendidas, destacan aquellas que viven una situación de exclusión cronificada; las que vuelven a recurrir a Cáritas a pesar de haber mejorado su situación tras la crisis del 2008; las que se encuentran por primera vez en situación de ERTE, ERE o desempleo, en su gran mayoría procedentes del sector hostelero y del empleo doméstico; y personas que se encuentran en situación administrativa irregular, y que al perder sus trabajos precarios, no tienen acceso a prestaciones públicas. «Llevamos años denunciando que tenemos una sociedad vulnerable, con trabajos precarios, el paro más alto de Europa y una desigualdad evidente», señala López. Por ello, Cáritas va a continuar en la lucha por la dignidad de las personas a un hogar y un trabajo digno, pero necesitan ayuda. «Ya que estamos en la semana de la caridad, aprovecho para decir que necesitamos más socios y más donantes. La salida de la crisis será social y comunitaria», concluyó la directora.
Estas palabras fueron subrayadas por el obispo de la Diócesis de Santander, Manuel Sánchez Monge, quien también acudió a la presentación del informe de la actividad de Cáritas frente al covid. «Necesitamos la colaboración de las diversas instituciones. Las necesidades que estamos padeciendo y que vamos a padecer urgen para que todos y cada uno, desde nuestras posibilidades y nuestra identidad propia, echemos una mano y colaboremos para resolver situaciones, a veces, muy sangrantes». Además, hizo especial hincapié en la implementación de la tarjeta monedero como «un medio que respeta mucho mejor la dignidad humana a la hora de adquirir alimentos».
El secretario general de Cáritas de Santander y redactor de este informe, Francisco Sierra, defendió que la necesidad de cobertura de derechos debe estar garantizada por la administración pública. «Nuestro sistema actual no da respuesta a la realidad de exclusión social existente en Cantabria». En relación al ingreso mínimo vital, Sierra hizo un llamado al Gobierno regional pidiendo «que no sirva para ahorrarnos una renta social básica que ya veníamos dando a las familias y que puede servir como complemento para normalizar muchas situaciones que un ingreso mínimo vital o una renta social básica por separado sabemos que no pueden normalizar».
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Ana del Castillo
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