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El caso de la zaragozana que denunció haber sido víctima de una sumisión química durante la celebración de una convención de la empresa inmobiliaria Tecnocasa en Santander, a mediados del pasado junio, ha dado un giro de 180 grados como consecuencia del relato de ... una serie de testigos, que contradicen a la denunciante; las imágenes del hotel donde se ve a la chica y el denunciado en actitud cariñosa, y el parte facultativo, «que no recoge las mordeduras que ella denunció, ni refleja marca alguna en las muñecas por un fuerte agarre como refirió ella».
Con todo esto la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de la Policía de Aragón concluye que la versión aportada por la denunciante y sus posteriores ampliaciones, apoyadas por un compañero de trabajo y amigo, «no es corroborada por los datos objetivos obtenidos en la investigación».
Aunque aún tendrá que practicar más testificales la próxima semana, la instructora del caso, la titular del Juzgado de Instrucción Nº3 de Santander, Prado García, tendrá que tomar una decisión y decidir si archiva el caso o bien sigue adelante con él (la Fiscalía también tendrá que pronunciarse al respecto).
Lo que había trascendido hasta el momento, al menos así lo recogió este periódico hace diez días, fueron las declaraciones que habían realizado la denunciante y el denunciado. Versiones totalmente contrapuestas. Algo habitual en estos casos.
El día de los supuestos hechos, el 14 de junio, tanto ella como él (defendido por el abogado Fernando Pamos de la Hoz) coincidieron en un pub de Santander. Ella dice que tomó una sola copa (ron-cola). «Me fui al baño y la dejé un momento», relató, al tiempo que señaló que la consumición le dejó un «mal sabor» que achacó a la «mala calidad del alcohol, a un garrafón». En su primera declaración ante la Policía, desde el momento de la copa hasta que se despertó al día siguiente «desnuda en la cama, con dolor vaginal, marcas en la muñecas y un moretón en un muslo», no recordaba más. Días después rememoró que «me tiró en la cama y me agarró ambas muñecas» y ella respondió con una patada en la cadera, que él contrarrestó con «un puñetazo en el muslo y una bofetada en la cara».
Él, en cambio, declaró que fue ella la que en todo momento le «incitó», «la que me sacó a bailar con actitud de tonteo, la que me invitó a unos chupitos y me llevó al hotel». «Toda la relación, que no terminó por la noche y se retomó por la mañana, fue consentida».
Ahora, el atestado ampliatorio de la UFAM, al que ha tenido acceso El Diario Montañés, recoge una decena de declaraciones de testigos que contradicen la versión de la denunciante. Algunos de estos testigos sostienen que la chica no tomó únicamente un ron-cola, sino que «sacó una ronda de chupitos, algo normalizado en ella, ya que es una mujer que suele consumir mucho alcohol cuando sale de cenas de empresa», según manifestó uno de ellos, que definió a la denunciante como «muy problemática y conflictiva, una persona con alta necesidad de atención y que cuando bebe se cree el ombligo del mundo».
Otro testigo asegura que vio a la denunciante en el pub «consciente, orientada y coherente en sus actos», mientras que su jefe, que tiene conocimiento de que ella ofreció estupefacientes a otras personas, dice que la vio «como cogía de las manos a un chico y se las llevaba a los pechos para que los tocase». «Siempre ha sido contemplada como una persona que tenía problemas con el alcohol y las drogas», declaró otra testigo que se encontraba en el pub.
Hay otro testimonio esclarecedor. El del recepcionista del hotel, que vio que la chica y el denunciado se mostraban de «forma cariñosa, se daban besos... A ella se la veía encantada. No se encontraba aletargada. Hablaba sin problema».
Al día siguiente de los supuestos hechos, la denunciante se «jactaba» de «haberse tirado a Míster España (el denunciado), que además le tenía pequeña», según «numerosos testimonios», que dejan constancia de que ella «recordaba perfectamente la relación mantenida y que ésta había sido consentida».
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