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DANIEL MARTÍNEZ/ ainhoa DE LAS HERAS
Santander/Bilbao.
Sábado, 13 de octubre 2018, 15:13
«Tenía la furgoneta preparada. Iba con su cuadrilla a dar golpes en garajes y tiendas. Se dedicaba a dar 'palillos', hacía de todo. Herramientas, coches, bares, empresas... Todo le valía». Así define un policía local de Bilbao al sospechoso del crimen del octogenario que murió por asfixia en su garaje de Santander ... después de que los ladrones le maniataran y amordazaran. La descripción de su forma de actuar encaja a la perfección con las conclusiones a las que han llegado los investigadores de la Policía Nacional y de la Ertzaintza, que están convencidos de que este vecino de la localidad vizcaína de Getxo y de 66 años no actuó solo. De hecho, los agentes de ambos cuerpos ya buscan a su cómplice. Es el compañero de fatigas con el que, supuestamente, asaltó a la víctima en la calle Beato de Liébana de la capital cántabra y con el que después fue a su vivienda, donde también inmovilizó a su para para robar.
La presencia en Cantabria del sospechoso del crimen del anciano de Santander no era un asunto casual. Más bien todo lo contrario. Aunque el individuo es vasco y tiene fijado su domicilio en la localidad de Getxo, mantiene una larga vinculación con la región. Según fuentes de la investigación, era habitual que cruzara la frontera para cometer robos en viviendas, 'arte' en lo que era todo un experto. Pero también cuenta con antecedentes en Cantabria por otros asuntos, como una operación en la que se decomisaron coches clásicos robados que arrancó en Santander y culminó en Vizcaya.
Eso a nivel 'profesional'. A nivel personal, los agentes que han tratado con él apuntan a que pasa largas temporadas en Santander y uno de los tres hijos reside en la costa oriental. Es el mismo hijo al que secuestró en 2002 durante dos meses cuando estaba de permiso penitenciario y que dejó en casa de unos amigos en Peñacastillo. Por aquel turbio asunto, él fue detenido cuando circulaba con su vehículo con documentación falsa por la zona de Cajo. Por aquello pasó una temporada en la prisión provincial de Santander.
Esa será una de las cuestiones que tendrá que aclarar el detenido al titular del Juzgado de Instrucción Número 4 de Santander, que ha reabierto el caso de homicidio cinco meses después de que fuera archivado «por falta de autor conocido». Lo hizo tras conocer que los agentes de la Policía Nacional habían logrado poner nombre a la voz de una llamada realizada a Cruz Roja al día siguiente de los hechos y que alertaba de que, tras el incidente, podría haber heridos.
Sobre el cómplice, la Jefatura Superior de la Policía Nacional en Cantabria, cuyo departamento de Policía Judicial ha llevado el peso de la investigación junto en coordinación con la oficina central de Madrid, se niega a aportar datos. Ni siquiera confirma que haya un segundo implicado. «El juez ha decretado el secreto de sumario y hay que ser respetuosos con el procedimiento», apunta. En cualquier caso, los trabajos de los agentes se centran ahora en la búsqueda de esta persona.
El detenido, que está en prisión provisional desde el miércoles, entró por primera vez en un penal en 1979. Posteriormente lo ha hecho en otras tres ocasiones por asuntos tan variopintos como posesión de 30 kilos de 'speed', tenencia de armas, falsificación de documentos, robos o el secuestro de sus hijos -los tres en momentos distintos entre 1992 y 2002- menores de edad. Eso sí, en su historial policial no aparecen delitos de sangre. «No recuerdo que fuera violento. Cuando le íbamos a detener no ofrecía resistencia. Una vez entramos en su cara reventando la puerta y nos llamó inútiles por no haberlo hecho con más cuidado», reconoce otro agente local de su pueblo, quien le define como un «quinqui». Su relato, de nuevo, también encaja con las sospechas de los investigadores, que creen que no quiso matar a Ángel Prieto Cobo, el octogenario de la calle Beato de Liébana. Más bien el robo se le fue de las manos y acabó en homicidio. Esa teoría también encaja con la llamada en la que una voz anónima -la suya- avisaba de que podía haber personas heridas tras un atraco. La misma que al final desencadenó su detención cuando un ertzaintza identificó su tono.
Del sospechoso, los agentes que le han tratado por sus «continuas» visitas a los calabozos también destacan su desparpajo. Solía decirles que prefería que le detuviera la Policía Nacional. «Vosotros un día me pegasteis un tiro, no sois tan profesionales», les espetó una vez.
A pesar de su extenso y variado historial delictivo, tiene una cara muy distinta en redes sociales. La de un auténtico seductor que recibe piropos como «el Bertín Osborne vasco». El sospechoso del crimen del octogenario, que usa su nombre real, cuyas iniciales corresponden a P.L.G. acumula 2.000 amigos en Facebook. Los agentes municipales que patrullan por Algorta, un barrio de Getxo, cuentan que se le topan a menudo por la zona del puerto deportivo. De hecho, allí recuerdan haberle visto la última vez pintando botes.
Aunque el asunto más importante de cuantos tiene pendiente con la Justicia es el presunto homicidio cometido durante el robo en el garaje de Santander, la detención del sospechoso y su posterior ingreso en la prisión vasca de Zaballa no se produjo por ese episodio, sino por otro asalto a una vivienda en Álava. Justo cuando la Policía Nacional iba a pedir a la Ertzaintza su arresto, llegaron unos resultados de ADN que le señalaban como autor de ese otro robo con violencia en el que, por cierto, se utilizaron métodos muy similares. Ahora, ambos casos siguen procedimientos paralelos.
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