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Álvaro G. Polavieja
Ucieda
Lunes, 22 de mayo 2023
Solo durante el mes de marzo, se registraron en Cantabria 357 incendios forestales. El cómputo total de los cuatro primeros meses del año eleva la cifra hasta los 652. Aunque este periodo es tradicionalmente el de mayor incidencia del fuego en la Comunidad, lo cierto es que tanto la cantidad como la magnitud de los fuegos mantiene una tendencia creciente en la que intervienen factores como el paulatino abandono del medio rural, el cambio climático o la 'cultura del fuego' existente en la región. Quienes mejor lo saben son las unidades encargadas de la lucha contra los incendios en Cantabria, compuestas por el Operativo de Prevención y lucha contra incendios forestales del Gobierno de Cantabria y por la BRIF Ruente, unidad gestionada por la empresa pública Tragsa y dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
En el primer caso, se trata de una unidad de 400 personas repartido en 37 cuadrillas formadas por bomberos forestales –categoría que han conseguido esta legislatura–, agentes del Medio Natural, emisoristas y técnicos de guardia. En cuanto a la segunda, la Brigada de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF) Ruente, es una agrupación de bomberos forestales profesionales que permanecen en Cantabria para apoyar en la lucha contra el fuego en el periodo más problemático del año. Su presencia en la región, que Cantabria reclama como permanente al Gobierno central -la última vez el pasado mes de marzo-, se da entre los meses de febrero y mayo, en los que sus más de veinte miembros actúan coordinados tanto con el Gobierno central como con el regional.
Desde la privilegiada posición de la base de Jaedo, ubicada en el entorno de la localidad de Ucieda, Senen Álvarez y Fernando Domínguez, los dos técnicos BRIF de la unidad, contemplan el paisaje que rodea la zona en una soleada mañana de principios de mayo. Situados sobre el helipuerto que domina la finca, señalan distintas zonas oscuras que se ven en los montes aledaños. Son restos de incendios recientes en los que tuvieron que intervenir.
El carácter profesional de sus integrantes y la movilidad que la caracteriza como unidad aerotransportada hacen de la BRIF un elemento de gran valor en la lucha contra los incendios. «Podemos llegar a cualquier punto de Cantabria en 20 o 25 minutos», destacan. Pese al número e intensidad de los incendios, Álvarez, leonés con 17 temporadas a sus espaldas, afirma que la actual «ha sido una campaña típica del noroeste peninsular, un poco por encima de lo normal pero sin llegar a ser algo extraordinario». Antes de partir a la zona de Vega de Pas en la que los brigadistas acometen tareas de prevención, ambos técnicos explican en la base la composición y el funcionamiento de la unidad.
Compuesta por 27 integrantes –dos técnicos BRIF, dos técnicos base, tres capataces, dos emisoristas y 18 brigadistas–, la BRIFRuente es la única de España que mantiene un carácter temporal. Llega a Cantabria a mediados de febrero para realizar quince días de campaña de prevención, a la que suceden dos meses de extinción y una segunda quincena en mayo dedicada también a la prevención, que realizan en coordinación con miembros de los Equipos de Prevención Integral de Incendios Forestales (EPRIF). Sus integrantes han visto evolucionar la incidencia del fuego en Cantabria y resaltan que los patrones están cambiando.
Su rutina laboral durante el invierno cántabro está marcada por las horas de luz solar. Por la mañana, debido a la humedad propia de la noche, el riesgo de incendios es menor, por lo que ajustan su entrada para acabar la jornada cuando llega la noche y se hace imposible volar. Cuando no hay incendios realizan jornadas de 10 horas y 40 minutos, que en caso de intervención pueden alargarse hasta las 12 o 14 horas consecutivas. Senen Álvarez señala que en materia laboral «las cosas han cambiado mucho. Antes te podías tirar veinticuatro horas seguidas en un incendio pero ahora ya no es así; ahora tenemos 12 horas ampliables a 14, se respeta la normativa y punto. Y las 12 horas de descanso entre turnos se respetan a rajatabla». Un rigor horario que viene dado por la premisa fundamental en la unidad: la seguridad. «Es lo lógico. Por mucho que te guste esto al final llega un momento en el que el cansancio te puede y entonces llegan los errores, los problemas y los accidentes».
A la hora de intervenir, la unidad actúa en dos escenarios bien definidos. Por un lado están los 'despachos automáticos', que según explica Álvarez se dan en «la zona de alrededor de la base, en la que no hay que hacer tanta burocracia porque así lo tienen estipulado el Ministerio y las comunidades. En este área se incluye Cantabria». El segundo régimen de actuación son las 'salidas BRIF', que «incluyen un radio de 50 kilómetros respecto a la base, por lo que también coge parte de Palencia y Asturias», explica el técnico.
Este tipo de intervenciones amplian el territorio de acción de la BRIF Ruente más allá de la fronteras cántabras. «En esta temporada hemos realizado ocho intervenciones en Asturias y 46 en Cantabria», afirma el leonés, quien añade que «en los casos de despacho automático, que implican una salida inmediata, recibimos un aviso de la central de Cantabria, lo comprobamos con Madrid y en 15 minutos tenemos que estar listos». Respecto a las salidas BRIF, Fernando Domínguez explic que «hay que consultar al Ministerio para que dé su aprobación y se tarda un poco más».
Fernando Domínguez
Técnico BRIF
En el caso de las salidas BRIF, la coordinación con Madrid es esencial debido a que «si hay un incendio grande en Palencia o en Burgos, el Gobierno de Cantabria no tiene conocimiento del mismo por estar fuera de su territorio y puede enviar a la BRIF a un incendio menor, y en esos casos es el órgano central el que coordina y distribuye los recursos», destaca Domínguez.
Pese a ese régimen de funcionamiento y a que las BRIF son medios de movilidad nacional, en el caso de la unidad de Ruente «con lo que tenemos entre el este de Asturias y Cantabria ya casi nos vale», explica entre risas el técnico zamorano. «Aquí es más habitual que vengan otras Brifs a Cantabria, como han hecho la de Tabuyo del Monte (León) o la de Lubia (Soria)», añade Senen Álvarez. «Es raro que esta BRIF se mueva porque estamos en esta época en el epicentro de los incendios», concluye Fernando Domínguez.
Ambos coinciden en que una de las principales características -y condicionantes- de la temporada de invierno es Cantabria no es tanto la maginituds de los incendios como «su simultaneidad, el hecho de que hay muchos incendios en muchos puntos distintos y en muy poco tiempo». Senen Álvarez destaca que «en el momento más intenso de la temporada llegó a haber 107 incendios en Asturias y más de 50 en Cantabria». En esos casos, «cuando hay varios fuegos tenemos que valorarlos y ver sus condiciones y características para decidir a cuál vamos».
Én la unidad saben que esas jornadas siempre acaban llegando. «El día que tienes más de 100 incendios en Asturias y cerca de 50 en Cantabria es imposible abarcarlo todo, no hay medios», detalla Senen. «Cuando llegan esas semanas se nota y acabamos bastante cansados. Es muy físico y muy mental porque son situaciones muy inestables. Hay que tomar decisiones muy rápidas en situaciones muy variables y eso genera bastante tensión, vamos siempre con la adrenalina al máximo».
«La verdad es que no nos gustó nada lo que hemos visto en esta última época. Ha sido una campaña dura», explica Senen Álvarez. «Durante todo el mes de marzo se ha visto cómo los fuegos estaban afectando incluso al suelo, que es algo muy poco habitual en esta zona y en esta época». El técnico señala que «para explicar lo de marzo hay que tener en cuenta que tuvimos un 2022 muy seco, con un 25% menos de precipitaciones tanto en Cantabria como en Asturias, y cuando llegó marzo, salvo la primera semana, hemos salido todos los días entre el 7 y el 31».
Fernando Domínguez añade que «si se compara las estadísticas de las actuaciones de otros años con las de éste se ve que antes en el ciclo habitual del helicóptero de dos horas, que es lo que tarde en volver a repostar, se apagaban muchos incendios por completo, pero este año ha habido muchas actuaciones que han requerido todo el día». Y resume: «Hemos visto comportamientos del fuego más propios de septiembre, cuando el terreno arrastra toda la sequía estival. Se empiezan a ver cosas raras que hasta ahora no se habían visto aquí. Más que Cantabria esto casi parecía Castilla».
Ambos técnicos ilustran con datos de sus intervenciones esa impresión. El técnico leonés explica que «la media de un incendio en Asturias y de esta zona en general son dos o tres hectáreas, el típico que aparece en una ladera, llega arriba y se extingue». Sin embargo, los frentes de este año rompen con ese patrón: «En Cantabria ha habido un poco de todo, pero este año hemos visto incendios de 40, 50, 100, 200 hectáreas… No es un GIF, un gran incendio forestal que se sitúa por encima de las 500 hectáreas, pero han sido más grandes».
A la hora de analizar el cambio que están experimentando los incendios en Cantabria, ambos especialistas apuntan a factores como el abandono del medio rural y el descenso de la ganadería, el cambio climático y la «cultura del fuego» existente. «Influyen muchos factores y cada campaña es diferente, pero estos cambios tienen pinta de tener que ver con el cambio climático, aunque no se puede asegurar», resalta Domínguez, quien también apunta a los profundos cambios en el medio rural: «Con el abandono del medio rural se están perdiendo muchos caminos y se ven muchos prados en los que va entrando el matorral. Esos prados eran zonas en las que hace diez años no podía entrar el fuego y ahora sí», destaca.
Senen Álvarez
Técnico BRIF
Los cambios en los usos agrarios y, en especial, ganaderos, también afectan directamente a la incidencia de los incendios forestales en Cantabria. Senen Álvarez explica que «el cambio del medio tiene mucho que ver con los cambios de uso del terreno. El éxodo rural se palpa». Su compañero ahonda en la cuestión: «El cambio de la ganadería ha afectado mucho, porque antes en una zona había muchos señorucos con 10 vacas y ahora hay uno que las tiene todas y abarca menos superficie». Y añade: «Se nota mucho que falta gente en los pueblos manteniendo los caminos solo por el hecho de ir de un lado para otro». También los cambios legislativos inciden en esta situación: «Ahora el monte está más metido en los pueblos. Antes la gente tenía el ganado en el pueblo y ahora hay menos gente con ganado y encima la ley dice que hay que tenerlo a dos kilómetros, no recuerdo bien el dato pero más lejos», continúa Fernando Álvarez, «por lo que todo el contorno queda más expuesto».
Además de la complejidad que implica afrontar frentes de llamas que pueden alcanzar los 600 grados y que llevan a los brigadistas a consumir hasta 8.000 kilocalorías en las jornadas más duras, ambos técnicos de la BRIF destaca que en Cantabria uno de los grandes problemas es la multiplicidad de incendios simultáneos. Lo hacen mientras muestran sus herramientas de trabajo, desde las clásicas palas y azadas hasta otras de carácter más técnico, como los batefuegos, los 'pulanski', un híbrido entre azada y hacha, los 'Mc Leod', mezcla de rastrillo y azada, o las mochila extintoras.
Entre unos y otros, los miembros de la BRIF cargan durante sus intervenciones con «entre 10 y casi 30 kilos de peso». Lo hacen en una orografía que condiciona enormemente sus actuaciones, en las que deben afrontar numerosos riesgos: «El mayor problema son las piedras que te pueden caer y las condiciones de la orografía», explica Domínguez. Pero hay otros, que enumera su compañero: «Como dicen los pilotos, una vez despega el helicóptero estamos en el infierno. Los peligros son muchos: caídas a distinto nivel, caída de objetos, quemaduras, el calor y el humo, accidentes al subir o bajar del helicóptero o de los vehículos…».
Otro de los elementos esenciales del equipamiento de los miembros de las BRIF es la ropa de trabajo, que incluye «las botas, el traje, el casco y las gafas, además de cinto, en el que llevamos diferentes elementos». Frente al traje típico de los bomberos urbanos, las características del utilizado por las BRIF tiene, además de la premisa de la seguridad, la de la movilidad: «Son más finos que los trajes de los bomberos urbanos porque en el monte necesitamos mucha movilidad y los suyos no nos serían útiles. Si vas como Robocop marchando para arriba por Picos de Europa… malo», explica Álvarez, quien detalla que el traje «está compuesto por tres capas: un tejido ignífugo, una capa de Kevlar para que no se desgarre y una tercera que lleva un baño viscoso de material que también es ignífugo». Fernando Domínguez, por su parte, explica que «el traje no resiste el fuego eternamente pero está preparado para no coger llamas ni por contacto directo con el fuego ni por radiación. Eso no evita que te puedas quemar porque el calor sí traspasa. Si están a 50 o 60 grados el traje no va a arder pero el calor si puede afectar».
Por ello, la premisa fundamental en las intervenciones es la seguridad: «Es como jugar cada día la final de la Champions, porque cualquier error se puede pagar caro... En el fondo nos estamos jugando literalmente la vida», señala Senen Álvarez. En ese sentido, el zamorano Fernando Domínguez explica que «lo más importante del protocolo es tener un lugar seguro disponible, porque si pasa algo y tienes ese espacio detrás de ti siempre vas a tener la posibilidad de recurrir a él, pero si te falta puedes tener problemas». Por ello, la condición física de los integrantes de la BRIF es un aspecto esencial, para lo que cuentan con un preparador físico. También realizan formación continua y revisan detalladamente cada actuación para identificar posibles mejoras. «En nuestro trabajo hay que tomar muchas decisiones sobre la marcha que condicionan la actuación», afirma Domínguez, por lo que «lo que más vale es la propia experiencia, porque te permite identificar patrones y adelantarte a lo que pueda suceder».
Alberto Hernández, jefe de grupo de Obras de Tragsa, resalta la importancia de este aspecto. «A la hora de decidir cómo actuar, los agentes de Medio Natural y las brigadas atienden a factores como el combustible que haya disponible en el incendio, a la altura de llama y de las condiciones meteorológicas, entre otros, factores que definen cómo se van situando para afrontar el incendio».
La forma de afrontar los frentes de llamas es un aspecto central en el trabajo de los servicios de extinción de incendios. Fernando Domíngiez explica que «lo más habitual es un incendio en ladera, que ha empezado abajo y va subiendo hacia arriba. Como la orografía de Cantabria es muy abrupta muchas veces el problema es encontrar dónde bajar del helicóptero. Suele reducirse a hacerlo en la zona de abajo, en los praos, o en la zona alta, en la cumbre, pero muchas veces no es una decisión fácil». En general, «el incendio va tirando hacia arriba y si lo paras arriba lo matas. La cuestión es saber si podemos hacerlo, si hay condiciones para entrarle de frente. Si lo coges desde atrás te toca perseguirlo, pero si lo haces de frente puedes pararlo». Su compañero Senen añade que «en un fuego típico en ladera la zona por encima es la que más calor recibe, mientras que por los costados es menor. En esos casos la zona superior es la que más nos limita porque es en la que tenemos que soportar más calor. La zona más cómoda son los costados».
Más allá de las características del incendio y de la forma de abordarlo, Álvarez vuelve a insistir en que la premisa fundamental es la seguridad: «Siempre es lo más importante. Vamos un grupo de personas y lo fundamental es que volvamos todod en las mismas condiciones. Volveremos cansados, pero sin accidentes ni incidentes. Esa es la principal meta. La segunda es que el incendio no vaya a más y afecte lo menos posible a personas, bienes y superficie».
Las consencuencias del incremento de la cantidad, la intensidad y las zonas afectadas por el fuego tienen un impacto directo en el medio ambiente. Los efectos nocivos del fuego inciden tanto en la calidad de la flora que poco a poco retoma las zonas incendiadas como en la calidad del suelo, la erosión que se produce en el entorno, la aparición de argayos o la capacidad del sustrato para absorver el agua, que está directamente relacionada con el número y el nivel de las inundaciones.
La habitual humedad que caracteriza a Cantabria provoca que la regeneración sea más rápida y vistosa, pero no por ello se limitan los daños provocados por el fuego. Alberto Hernández destaca que «es una recuperación falsa, porque aunque se vuelva a ver verde y parezca que ya está igual que antes, la calidad de la vegetación se degrada». El técnico explica que «donde había un bosque va pasando a ser matorral y después cada vez va pareciendo más una estepa. Son cambios que cuesta percibir porque se dan poco a poco».
Hernández también explica que «cuando el suelo está húmedo el fuego quema la parte aérea, la que está por encima, y entonces la regeneración es más fácil y hay menos pérdida de suelo y recursos». Sin embargo, «cuando está tan seco como ahora el suelo no tiene esa humedad para defenderse el fuego entra más, se quema más raíz y con las lluvias se produce más erosión y más pérdida de suelo».
Ese cambio tiene un impacto directo en materia de inundaciones: «Se está viendo que las inundaciones y avenidas en los ríos cada vez se producen más y eso no es solo por el cambio climático, sino porque ahora el tiempo que tarda la lluvia en caer y llegar a cumularse en el río es mucho menor que hace 50 o 100 años». Los cambios en el entorno explican el fe´omeno: «Si no hay árboles y no hay vegetación, que eran los que paraban la lluvia con sus copas y la recogían en el suelo con sus raíces, fijando además la materia, cuando llueve se producen nuevas consecuencias. La primera es la inundación, que en parte se produce por la ausencia de plantas y porque el suelo tiene menos espesor. También muchos de los argayos que se producen tienen que ver con estos fenómenos», resalta Hernández.
Uno de los puntos más polémicos es el de la llamada «cultura del fuego» existente en Cantabria y en otros muchos puntos de España. Los técnicos de la BRIF están acostumbrados a enfrentarse a fuegos provocados y conocen las dinámicas de sus causantes. Senen Álvarez explica que «hay un factor importante, que es el hecho de que nosotros ganamos experiencia pero el enemigo, los incendiarios, también». Un cambio que se traduce en hechos como que «ya no queman a las dos de la tarde, sino que esperan a las últimas horas del día para que no pueda participar el medio aéreo. Eso pasó en el incendio de Santa Lucía, por ejemplo».
Su compañero Fernando toma el testigo y destaca que no es el único cambio que han percibido: «A veces también ocurre, aunque pueda ser coincidencia, que nos envían a algún lugar y según partimos vemos salir humo en algún punto de por aquí. Es como si estuvieran pendientes de si los medios están ocupados, y aunque no hay demostración de que sea así tiene toda la pinta».
Al conocer la última sentencia contra un incendiario en Cantabria -seis meses de cárcel y 120 euros-, los técnicos se miran sorprendidos. «¿120 euros? Pero si una hora de vuelo del helicóptero son… ¿3.000 euros? No lo sé pero entre el aparato, la tripulación y el combustible es bastante dinero», señala Alberto Hernández.
Fernando Domínguez toma la palabra para señalar que «el de incendiar es uno de los delitos más fáciles y cómodos de cometer, y también de los más difíciles de probar porque tienes que cogerlos en el momento en que prenden para poder demostrarlo». «Igual los 120 euros era el cálculo que hicieron de lo que se gastó el paisano en mecheros…» comenta con ironía. «Limpiar una zona con desbrozadora supone pasarse mañanas enteras sudando para abarcar unos cuantos metros cuadrados, pero la gente sabe que agachándose una vez despejan terrenos enteros sin más esfuerzo». En esa dinámica también influye el hecho de que los incendios en Cantabria, dado su nivel de humedad, son menos graves que en otros puntos de España y eso hace que haya gente que los cause «con menor sensación de peligro».
En ese punto Senen Álvarez también apunta a la importancia de que las quemas sean controladas: «Cuando se hace una quema de este tipo hay que controlar la velocidad de avance, porque la que mejor podemos controlar es de entre uno y tres metros por minuto». Frente a estos registros, esplica que también hay «incendios que avanzan a 60, 70, 80, 100 metros por minuto e incluso más». «Un metro por minuto puede parecer una tontería, pero en una zona escarpada y densa no es ninguna broma», concluye.
Tras recorrer la base y conocer todos los detalles del funcionamiento de la unidad, llega el momento de trasladarse hasta la zona de Vega de Pas donde los brigadistas llevan toda la mañana realizando labores de prevención. Es uno de los aspectos fundamentales de su trabajo.
Al llegar en todoterreno al camino donde los miembros de la unidad desbrozan una zona de tojos para proteger un gran pinar, los técnicos de la BRIF se encuentran con los dos técnicos del Equipos de Prevención Integral de Incendios Forestales (EPRIF), unidad que tienen carácter permanente y se encargan de definir en colaboración con los agentes de Medio Rural del Gobierno cántabro las zonas que requieren de labores de prevención.
Celia Herraiz
Técnico EPRIF
Uno de ellos, Celia Herraiz, destaca la importancia de estas labores, que habitualmente realizan las cuadrillas regionales y a las que apoya la BRIF durante el periodo invernal: «La prevención es fundamental porque no es lo mismo que un incendio se encuentre toda una zona para poder avanzar a que encuentre barreras de contención». La técnico cántabra explica que «a poco que se haga se nota mucho, porque si te quitas dos o tres incendios… eso que has ganado. O si consigues que esos dos incendios afecten a dos hectáreas en vez de a veinte, pues también, ya estás más libre para actuar en otros».
Herraiz explica que su trabajo consiste en «valorar las zonas con más espesura de matorral para decidir dónde realizar las intervenciones». En la toma de dichas decisiones también influyen otros factores: «A la hora de decidir esas actuaciones estudias las zonas en las que hay más incendios, dónde hay más matorral o es más espeso. También nos apoyamos en las propias cuadrillas de montes, que nos están sobre el terreno y señalan los puntos a los que no pueden llegar». Otra de las vías que emplean para indeitificar las zonas suscptibles de actuación se basa en «nuestra propia experiencia: según vamos recorriendo el terreno marcamos las zonas que creemos que deberían ser prioritarias y se las enviamos a los técnicos para que ellos decidan».
El objetivo prioritario de esas labores es «generar líneas de defensa y zonas de oportunidad en el monte, para lo que identificamos puntos críticos y puntos estratégicos de gestión (PEG). En materia de prevención solemos aprovechar las líneas de control que existen, como los caminos, para ampliarlas y generar esas zonas de oportunidad», concluye.
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