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Isabel Torres, en Alemania. Fondo Isabel Torres. UC. Biblioteca
Isabel Torres, una investigadora única en los anales de Valdecilla
Ciencia

Isabel Torres, una investigadora única en los anales de Valdecilla

Se cumplen 25 años del fallecimiento de la primera doctorada en la región, que trabajó con dos Nobel y contribuyó a la modernidad del hospital

Mada Martínez

Santander

Domingo, 12 de febrero 2023

En la imagen en blanco y negro que acompaña a esta información, Isabel Torres posa en una calle empedrada, tocada con un elegante sombrero, sujetando lo que parece un libro, un cuaderno, quizá una cartera de mano. Sonríe a cámara, parece relajada. La imagen se tomó en Alemania, donde Torres se formó y trabajó entre 1934 y 1939, primero en el Kaiser Wilhem Institut de Heidelberg con el Premio Nobel de Medicina Otto Meyerhoff –allí se especializó en fisiología del músculo y metabolismo de los hidratos de carbono–; y luego en el Pathologisches Institut de la Universidad de Múnich, donde se centró en la vitamina K, un asunto que le apasionaba genuinamente.

Torres trabajó en Alemania codo con codo con grupos punteros en sus campos. «Allí fue feliz. Sentía respeto profesional como científica», apunta Fernando Salmón, catedrático de Historia de la Medicina de la UC  y uno de los pocos investigadores que se ha asomado a una figura fuertemente ligada a Cantabria y a la Casa de Salud de Valdecilla. De hecho, en 1932 se convirtió en la primera doctorada en la región y sus aportes sobre los alimentos y la dieta hospitalaria marcaron entonces un antes y un después sociosanitario.

Las claves

Las claves
  • Élite investigadora En Alemania colaboró con dos premios Nobel como Otto Meyerhoff (1922) y Richard Kunh (1938)

  • Doctora En 1932 presentó su tesis 'Contribución al estudio de la composición química de los alimentos españoles'

La trayectoria de Torres, por tanto, ya había despuntado antes de su estancia en Alemania. Nacida en Cuenca en 1905, en 1928 se licenció en Farmacia en la Universidad Central de Madrid. «Formó parte de las primeras generaciones de mujeres de clases medias que accedieron a la formación científica reglada, pues hasta 1910 no se reconoció su derecho a la educación universitaria», revela Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia en la UC. «El acceso fue gradual y lento, pero en las décadas de 1920 y 1930 la Junta de Ampliación de Estudios promovió políticas para la regeneración del país y para su desarrollo científico que incluyeron políticas específicas destinadas a las mujeres. Torres se benefició de ese impulso, concretamente de la Residencia de Señoritas, una institución que con María de Maeztu al frente trabajó para facilitar la formación científica y humanística de las mujeres al más alto nivel. Allí encontró el apoyo y los recursos [...] y un ambiente que valoraba la educación de las mujeres», contextualiza Cabré.

Con compañeras de la Casa de Salud. Fondo Isabel Torres. UC. Biblioteca

En ese ambiente de renovación –esa Edad de Plata de las Letras y las Ciencias Españolas– se enmarca a su vez el germen del proyecto Valdecilla. En él recaló Torres. Recién inaugurada la Casa de Salud, ingresó en el Servicio de Química que dirigía José Puyal, «pero no como interna, como procedía, sino como médica externa de guardia, probablemente para evitar la convivencia estrecha con el resto de sus compañeros –70 varones–», refiere Mario Corral, responsable de la Biblioteca Marquesa de Pelayo, en la biografía que compuso para el proyecto 'Mujeres con ciencia'. Más allá de las fórmulas para 'encajar' a esta alumna brillante en la estructura del hospital, Torres entró en sintonía con la idea de ciencia moderna, rigurosa y racional que nutrió el proyecto Valdecilla. «Compartía ese ideario de la renovación de España a través de la ciencia», sostiene Salmón, y, en consecuencia, analizó la realidad del hospital «desde unos nuevos presupuestos científicos». En cualquier caso, la labor que se le asignó, analizar la nutrición hospitalaria, no acababa de motivarle –Salmón recoge en el artículo 'To cook o nor to cook' ese «desencanto»–. Pero Torres se debía al rigor y su completo análisis sobre grasas, calorías o proteínas fue de enorme importancia para Valdecilla y «supuso un punto de ruptura con la forma de manejo habitual de la alimentación en los hospitales». Además de empujar a Valdecilla hacia la modernidad, el análisis dio cuerpo a su tesis sobre la composición química de los alimentos, publicada en la 'Gaceta Médica Española'.

Rumbo a Alemania

Tras una estancia en el Instituto de Patología Médica de Gregorio Marañón, uno de sus grandes valedores junto con Juan Antonio Collazo, Torres se fue a Alemania. Lo hizo avalada por la Junta de Ampliación. «Era una beca altamente competitiva. Y un premio Nobel no admite a cualquiera», apoya Salmón. Puso rumbo a un lugar donde se dedicó plenamente a la investigación y donde fue... feliz. El catedrático lo sabe porque, en busca de información para una investigación sobre la dieta hospitalaria que publicó a mediados de los años noventa, pudo entrevistarla. Fue en 1993, cinco años antes de su fallecimiento. Se encontró con una mujer que evocaba la Residencia de Señoritas y los laboratorios alemanes como espacios de crecimiento personal y profesional, y que, a su vuelta a España tras la Guerra Civil, vio desmoronarse la idea de progreso científico. En Santander, Torres trabajó en un laboratorio y, aunque la tarea quizá no le procurara tanta satisfacción, mantuvo su afán científico. Lo llevaba dentro.

Veinticinco años después de su muerte, la huella de Torres está viva –la UC creó en 2004 un aula científica con su nombre, muy activa y dedicada a difundir y promover los estudios de las mujeres y del género–, pero puede ser aún más profunda. A partir del trabajo de Salmón y del fondo que la familia donó a la Universidad, Cabré apoya la necesidad de seguir investigando «a fondo su trabajo» tomando como referencia sus publicaciones y los archivos de los laboratorios españoles y alemanes.

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