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Quizá lo primero sea aclarar qué es la Inteligencia Artificial (IA). La definición que ofrece el Parlamento Europeo parece sencilla: «La habilidad de la máquina para presentar las mismas capacidades que los seres humanos, como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de ... planear». Lara Lloret, científica titular del Instituto de Física de Cantabria (IFCA), aprueba y a la vez matiza la definición: no es tanto que exista una gran inteligencia global capaz de imitar a la humana, sino que la IA se circunscribe de momento a un conjunto de «herramientas computacionales capaces de realizar tareas puntuales que normalmente se atribuyen a la inteligencia humana».
Tareas concretas: ahí está la clave que aporta Lloret. Por ejemplo, en el proyecto del IFCA para mejorar el pronóstico de los pacientes que sufren una hemorragia intracraneal, el análisis de las imágenes cerebrales no las hace un radiólogo sino una máquina. Esa es la labor que se encomienda a la IA, una tecnología llamada a transformar nuestras rutinas dentro y fuera del hogar -«Siri, baja las persianas», le pedimos ya al asistente de Apple-, la medicina que nos cura, la forma en que nos relacionamos y aprendemos; la vida en general. El cambio aún no es total, pero, por lo pronto, la IA se abre paso en la investigación, la gestión sanitaria o el sector empresarial cántabro.
Instituto de Hidráulica Implicado en los proyectos Pi-Break y Cíclope, su programa de Ciencias Marinas trabaja con IA
Consejería de Sanidad Las iniciativas Jano y Cañía se volverán a utilizar en procesos de citación o de gestión de autotomas
Sodercán En 2022, apoyó la puesta en marcha de 18 proyectos empresariales ligados a la innovación y la IA
Inst.Investigación de Valdecilla Cohorte Cantabria es «ideal» para aplicar IA y Big Data, y el Idival necesita esa tecnología
«Es una revolución. Estamos ante un cambio que puede asemejarse a la implantación de internet. Va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos», sostiene Manuel Coterillo, cofundador y CEO de la empresa LIS Data Solutions, una empresa de analítica de datos y desarrollo de proyectos de IA con sede en Bezana y más de 80 trabajadores (matemáticos, físicos, ingenieros informáticos...). Coterillo no duda de que la IA transformará el mercado: si bien ahora se ciñe a «modelos matemáticos que asisten a los trabajadores para mejorar su rendimiento y productividad», en el futuro esta tecnología ganará autonomía y conllevará «cambios en los puestos de trabajo», augura.
Volvamos al IFCA. Su proyecto sobre hemorragias intracraneales es pionero. Combinando la imagen médica y la información de las historias clínicas de los pacientes, da pie a un modelo capaz de predecir el pronóstico tras un episodio de ese tipo, y, en consecuencia, a tomar mejores decisiones médicas. El trabajo «ha tenido bastante impacto».
El IFCA trabaja con todas las herramientas de IA disponibles en el mercado -de hecho, el puesto de Lloret se orienta solo a este campo- y a la vez está logrando especializarse en el área médica, como muestra su implicación en el proyecto europeo Branyas sobre el impacto del covid en las residencias de mayores. Pensado para preparar estos entornos para futuras crisis, procurará gracias a la IA un modelo que sirva para «organizarnos mejor, salvar a más gente y asentar la medicina personalizada», destaca Lloret. Y para todo esto son básicas las alianzas y «la multidisciplinariedad». Por ejemplo, en el proyecto sobre hemorragias tiene línea directa con el servicio de radiodiagnóstico de Valdecilla.
El IFCA, como el Instituto de Hidráulica (IH) -involucrado en proyectos como Cíclope, donde se sirven de la IA para medir los efectos de los vertidos de un sistema de saneamiento en la calidad del agua- son dos de los centros punteros ligados a la Universidad de Cantabria. Además, la UC se asoma a esta tecnología gracias a sus grupos de investigación. «Es una fuerte apuesta de futuro en múltiples ramas del conocimiento», dice Carlos Beltrán, vicerrector de Investigación y Política Científica. Así, está el IFCA, están los grupos que trabajan en Lenguajes y Sistemas Informáticos -que dedican parte de su actividad «a desarrollar herramientas de búsqueda de patrones o detección de comportamientos humanos a partir de colecciones de datos»-; están los científicos que estudian «la manera de optimizar procesos complejos, como el mantenimiento de diques y de otras infraestructuras portuarias», caso del IHCantabria, inmerso en el proyecto Pi-Break; están los grupos centrados en la didáctica, que se han aproximado a la Inteligencia Artificial «por sus potenciales beneficios» en el diseño de herramientas educativas, o están los investigadores del área de Filosofía del Derecho, que exploran el «impacto de esta nueva tecnología en la teoría y la práctica jurídicas».
Gabriel Ortiz no esconde su entusiasmo cuando habla de Inteligencia Artificial. Responsable del Servicio de Cartografía y Sistemas de Información Geográfica de la Consejería de Obras Públicas, él y su equipo están comprometidos con la idea de poner la IA al servicio del territorio. Ignorando el ruido y la mercadotecnia, Ortiz sabe que a esta tecnología le queda aún desarrollo por delante, pero su potencial ya es en sí una revolución: «Es alucinante lo que se puede hacer a día de hoy, y más lo será para las generaciones futuras».
El geógrafo da más pistas para entender el esquema de la IA. Engloba el llamado 'machine learning', un conjunto de técnicas con las que enseñar a las máquinas tareas complejas, algo que «empieza a ser verdad». Una especialidad del 'machine learning' es el 'deep learning', el aprendizaje profundo, otro puñado de «técnicas matemáticas y estadísticas basadas en las redes neuronales» (en tanto que son pequeños modelos matemáticos unidos entre sí al modo de las sinapsis cerebrales). El 'deep learning', que también procura ya resultados tangibles, incluye varios dominios: el procesamiento del lenguaje natural (PLN), las predicciones (por ejemplo, del comportamiento de las personas) y la visión artificial, donde el Servicio despunta. La aplica en el «seguimiento del territorio», midiendo la evolución de la vegetación, la urbanización o la actividad humana.
En vegetación, por ejemplo, el rendimiento de los proyectos es alto. Enseñando a la máquina a analizar imágenes históricas, han cartografiado el estado de la masa forestal desde 1950. Ahora, entre otras cosas, puede saberse dónde se ha ganado o perdido bosque. «Es información muy útil para entender la situación o hacer predicciones», dice Ortiz. Además, gracias a ese análisis, se ha seguido la evolución del plumero, especie invasora que trae de cabeza a la Administración por su tozudo arraigo en los ecosistemas locales. Ejercitando a la máquina para mapear la 'cortaderia selloana', se desbroza el camino hacia su erradicación. «Son herramientas que resuelven problemas sociales reales», incide Ortiz. Esa es la máxima que les guía.
«Le llamamos para concertar su cita». La voz robótica de Jano convocó telefónicamente a 300.000 cántabros para vacunarse de covid a partir de abril de 2021. El asistente, hijo de la empresa cántabra Idrus y capaz de mantener una conversación gracias al PLN, «es un ejemplo real de la aplicación de la IA en Sanidad, una herramienta de gran impacto que no tiene nadie en España», sostiene Santiago García, director general de Transformación Digital de la Consejería de Sanidad.
También lo es Cañía, un proyecto para registrar pruebas de antígenos. Con una sola foto identifica al paciente y detecta las dos rayitas del test positivo. Obra de la empresa local Diatomea, se usó en farmacias, centros de salud y residencias. «Se registraron más de 100.000 pruebas con una alta fiabilidad», apunta García, que destaca también el proyecto sobre historias clínicas desarrollado por Iomed. El historial, además de muchos datos, se compone también de texto del que es difícil extraer información adicional. Eso se logra con IA, permitiendo de paso identificar a nuevos candidatos para ensayos clínicos.
Sanidad pondrá a trabajar a Jano en otros procesos de citación y lo mismo hará con Cañía en los de autotomas. En el ámbito clínico, donde García admite que falta mucho por crecer, la Consejería explora las posibilidades de la IA con el cribado de la imagen dermatológica o el manejo de datos oncológicos. «Tiene que ser algo cercano al usuario, que le facilite la vida -también la labor a los sanitarios, agrega-. Sin ese objetivo, la IA no sirve».
«En los últimos años, en Cantabria hay un movimiento en torno a la tecnología bastante fuerte. Se está generando un caldo de cultivo», valora Coterillo. Lis Data fue seleccionada el pasado agosto en la convocatoria de ayudas al sector TIC de Sodercán (sociedad pública ligada a la Consejería de Industria), cuya línea de crédito apoyó en 2022 hasta 18 iniciativas empresariales innovadoras. La consultora ha empleado la ayuda en armar un planificador basado en IA y algoritmos para el sector del transporte. Textil Santanderina, para la inspección visual de los tejidos, o Gim Geomatics para la conservación del arte rupestre, son otras empresas beneficiarias de un tipo de ayudas que ahora se expanden gracias a los fondos Retech.
Esto es el presente, pero ¿qué depara el futuro? Si hay un proyecto «ideal» para aplicar IA y Big Data, defiende Marcos López Hoyos, director científico del Idival (Instituto de Investigación Valdecilla), es Cohorte Cantabria, una investigación biomédica única que ha reclutado ya a 22.000 voluntarios. Ante la gran cantidad de datos que manejarán, «necesitamos empezar a trabajar con expertos en IA», dice el investigador, que apunta directamente a la UC y los 'partners' que han mostrado interés. Y, a todo esto, nada de futuro: «La IA es presente, sobre todo, en Medicina».
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