José María López Martínez, in memoriam

A poco de ocupar plaza en Rubayo y en compañía del sacerdote Pedro Cea, entonces párroco de la localidad, de Moisés Salazar, igualmente veterinario en Marina de Cudeyo, de José María Fernández-Puente, médico natural de Rubayo, de Carlos Gómez Martín, a su vez médico en Villanueva de Villaescusa –con el que, previamente, había vuelto a coincidir, junto con Moisés, en Alar del Rey y otros más– dio comienzo a unos jueves muy especiales en La Parrilla de Hoznayo, con aperitivo, comida, tertulia y posterior partida de mus, y tiempo después se fueron incorporando nuevos efectivos, como Ángel San Emeterio, en tiempos director comercial de Teka, Tito Maza, residente en Rubayo y que fue director de Enagas en Villapresente, José Antonio Barquín, director-gerente de Lift Machine y un largo etcétera de asistentes posteriores hasta un total de once, de los que quedamos cuatro. De José Mari caben destacar muchas cualidades, no solo sus conocimientos médicos. Era persona de vasta cultura, que leía en latín a los clásicos, siendo un experto en historia del Imperio Romano.

De amena conversación y amigo de debates de calado, su criterio se imponía con claridad por la profundidad de sus razonamientos, siendo un hombre universal, enciclopédico, muy versado en distintos campos del conocimiento y uniendo a todo ello una gran humanidad y bonhomía. Era, igualmente, un notable jugador de mus –un juego de sobremesa sobre el que corren malos tiempos ya que su escasa práctica determinará que pronto desaparezca– y vivía de jubilado en Sasamón, donde tenía una importante agricultura y todos los años en agosto, recolectado ya el cereal, nos invitaba al grupo a un memorable almuerzo en un restaurante-jardín en Villadiego. Aunque tenía y sigue teniendo un piso en El Sardinero, se desplazaba todos los jueves desde Sasamón a Hoznayo y cuando los del tiempo en la radio daban en la etapa invernal cadenas en Pozazal, sus amigos pensábamos que ese día no vendría y al llegar a La Parrilla, ya tenía aparcado su coche en la zona de estacionamiento.

Se acaba de ir, en suma, un hombre cabal, amigo de sus amigos, con una gran calidad humana y, aunque ya no esté, su recuerdo permanecerá indeleble, junto al resto de amigos ya desaparecidos, en la memoria de los que aún quedamos. A sus hijos y nietos les enviamos nuestro sentido pésame junto con un cariñoso abrazo y, finalmente, a ti, José Mari, te decimos lo mismo que los demás amigos que te precedieron: que permanecerás en nuestro recuerdo de por vida, que ahora son momentos de plegaria y de consuelo y que aquellos a quienes en vida nos consideraste tus amigos no te decimos adiós sino hasta luego.