Secciones
Servicios
Destacamos
Son las doce y media de la mañana y lo menos cincuenta adolescentes aguardan su turno en la calle, a las puertas del salón de actos del hospital de la Mutua Montañesa, en Valdenoja, para recibir el pinchazo de Pfizer. Y hubo otros muchos ... que consiguieron citas más madrugadoras. Este es uno de los 'vacunódromos' habilitados por el Servicio Cántabro de Salud, junto a los hospitales públicos, el Palacio de Exposiciones de Santander y el pabellón Patxi Torre de Castro, que ayer estrenaron de forma simultánea la vacunación de los adolescentes de 12 a 18 años, el último grupo en incorporarse a la campaña contra el covid. Por los diferentes puntos de vacunación pasaron ayer a cerca de 3.000 menores de este segmento de edad, algunos de los cuales recibieron la inyección de Moderna. Todos habían solicitado fecha y hora a través de internet y muchos, también, sufrieron los colapsos de la página web del SCS, achacado desde la Gerencia al aluvión de peticiones de las familias desde la puesta en marcha de la autocita para estas edades, el pasado martes.
«Al fin estamos aquí y a ver si lo resolvemos rápido porque lo que queremos todos es acabar con este virus cuanto antes», resuelve Toñi Echevarría, trabajadora de la Unidad Covid del Hospital Valdecilla, en la cola junto a su hijo, Jorge de Pascual, de 14 años. «Yo he visto lo que puede hacer el virus y creo que sé muy bien por lo que estamos pasando. En cuanto hubo posibilidad de vacunar a mi hijo, pedimos cita a todo correr», asegura. A su lado, con una predisposición estupenda para el pinchazo, Jorge declara que «es lo que hay que hacer y no queda más remedio, así que para delante. Teníamos ganas de vacunarnos para que todo esto termine de una vez». Entre los que aguardan su turno, la mayoría acude en compañía de un familiar -padre o madre, casi siempre-, aunque también se ha habilitado la opción de ir solos con la correspondiente autorización firmada. Tanto los más pequeños como aquellos en los que comienzan a intuirse rasgos adultos -al menos los presentes- comparten las ganas por adquirir esta defensa frente al covid.
Clara Martínez tiene 16 años y más madurez. «Miedo al pinchazo no tengo», asegura. «Igual algo a los efectos secundarios que puede tener. Como se han escuchado cosas raras de algunas vacunas, aunque lo lógico es que no nos pase nada a nadie. Además, hay que vacunarse y ya está», argumenta. Todos esperan en una larga cola que se prolonga varios metros frente a la entrada del salón de actos del hospital Ramón Negrete, en la avenida del Faro. Algunos se conocen, son vecinos, compañeros de clase o de equipo de fútbol.
Jorge de Pascual - 14 años
Isabel Díaz-Munío, 15 años
Clara Martínez, 16 años
Una asistente los informa a la entrada al edificio. «Accedan por la puerta de la izquierda y acudan cuando los llame el chico. Los padres deben quedarse fuera para no concentrarse todos en el interior», explica, salvo casos excepcionales, como dos hermanas de 12 y 14 años a las que la tensión previa suele jugar malas pasadas en forma de desmayo.
Dentro, todos responden unas cuantas preguntas antes del pinchazo. ¿Has recibido alguna vacuna en los últimos 15 días? ¿Estás siguiendo algún tratamiento médico? ¿Has pasado el covid en los últimos seis meses? ¿Sufres alguna enfermedad o alergia?
Es cuestión de seguridad. De prevención. «Lo que hace falta es asegurarnos de que todo va a ir bien», revela Luis Truán, médico, exconsejero de Sanidad y uno de los responsables de Mutua Montañesa. Está encargado de recibir a las familias. «Entren por esta puerta y lleguen hasta el fondo. Allí los vacunan», informa a cada uno. Una vez en el salón de actos, los jóvenes encuentran sobre el escenario cuatro puntos de vacunación. Por ahí pasaron ayer 552 adolescentes.
«Van a pincharse los cuatro», celebran José y Olga, padres de los trillizos Martín: Carlos, Estela y Cristina, de 12 años. A los que además acompaña su cuarto hermano, Raúl, de 13. «Nosotros les hemos pedido la cita y ellos también quieren hacerlo para estar todos más seguros», argumentan los progenitores.
Tal es el movimiento que a alguna le ha sentado mal la tormenta de nervios. «Estoy esperando a que se me pase el mareo porque no me gustan nada las agujas. Me han dicho que me quede aquí hasta que se me pase», explica Isabel Díaz-Munío, que tiene 15 años y reposa sentada en una camilla que tienen para ese efecto junto a los puestos de vacunación. Cuando parece que se encuentra mejor, el abuelo, que le acompaña a ella y a su hermano, la ayuda a tumbarse de nuevo porque parece que vuelven las nauseas.
Noticia Relacionada
Truán habla en voz alta para todos los que han recibido el pinchazo y aguardan los 15 minutos reglamentarios sentados en las butacas. «Ya sabéis que os han puesto Pfizer. Que el robot Jano os citará para dentro de 21 días. Y que os mandarán un SMS al móvil, así que deberéis estar atentos». «El apósito que tenéis en el pinchazo es para los primeros tres minutos, para que no sangréis, pero no hace falta que lo sujetéis durante los 15 minutos que vais a estar aquí esperando».
Truán advierte que la autocita está en continuo movimiento y que se van abriendo huecos nuevos todas las semanas. «Es bueno que las familias prueben todos los lunes porque hay reorganizaciones que abren abanicos donde pueden citarse», explica. Y entre tanto, los pinchazos continúan a buen ritmo. Los hermanos Ortega, Jorge y Alejandra, se despiden unos minutos de su abuela mientras entran en el vacunódromo. «Tengo un poco de miedo al pinchazo porque no me gustan las agujas», justifica ella. «Pero si hay que pasar el mal rato, lo mejor es que sea cuanto antes», aclara él. Un pensamiento compartido por todos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.