Jubilados en acción

A Carmen Carrión volcarse en la obra del pintor Eduardo Pisano le ha ayudado a sobrellevar el confinamiento. «Adelanto trabajo porque preparo otra muestra sobre Pisano», señala. Reconoce que se da un capricho muy personal: no madruga. «Soy muy dormilona y me viene muy bien descansar por el estrés». Su jornada está llena de pormenores que se manifiestan a medida que avanza el día. «Por las mañanas me ocupo primero de mirar el correo, ordenar la casa, la comida... Y si hace bueno salgo al balcón y tomo el sol un poquito. Eso no lo perdono», cuenta entre risas. Ya por la tarde empieza la verdadera faena. Sale un rato a pasear «porque hay menos gente y los días son más largos» y también se reencuentra con nombres, papeles y fotografías. «Leo correos, biografías que tengo que corregir y ordeno la documentación que tengo acumulada». Entre tanto inventario hay un tesoro «perdido por casa». Carmen fue responsable del Museo Municipal de Bellas Artes de Santander (hoy MAS), donde expuso el cantautor, pintor y poeta Luis Eduardo Aute en 1986. «Se nos ha ido Aute y no doy con sus fotos. ¡Con la ilusión que me hace encontrarlas!», se lamenta.

Aunque lleva ya la friolera de 42 años al frente de Unate, a Modesto Chato le «parece que fue ayer». La entidad ofrece educación permanente no reglada a mayores de 50 años y tuvo «que cerrar y eliminar toda actividad presencial en aulas y talleres», cuenta, pero no por eso ha dejado de funcionar. Y Modesto tampoco. «Se dan clases online de algunas materias y yo analizo cuál puede ser la orientación que podemos dar para seguir trabajando con las personas mayores cuando esto pase». Mientras piensa en tiempos mejores tiene muy bien organizado su día. «Sobre las 9.30 tomo contacto con todo el equipo y los alumnos por whatsApp y leo la prensa», explica. Pero también tiene tiempo para el deporte. «Hago mañana y tarde media hora de ejercicio y de paseo. Tengo una terraza amplia por la que puedo pasear tranquilamente». Y la lectura que no falte. «Leo mucho. Ahora estoy con 'Recuerdos para el porvenir'. Habla de personalidades como Mandela, Rigoberta Menchú... personajes que conocí personalmente», explica. Aunque hay algo que sí echa en falta. «El contacto con las personas... Hablo por teléfono, por skype, pero no es lo mismo».

Manuel Ángel Castañeda asume casi dos meses de confinamiento «con disciplina y resignación», aunque pisa la calle durante las horas acotadas por el Gobierno para pasear. El presidente del Ateneo procura mantener una rutina de trabajo y lectura a lo largo del día. «Me visto como si fuera a salir a la calle. Por la mañana, leo los periódicos en papel y digitales; y luego empiezo a resolver asuntos del Ateneo», explica. Y no son pocos. El centro ha puesto en marcha un sistema de comunicación con los socios y ha empezado a colgar en su web informaciones, relatos y antiguas conferencias en vídeo. «Estamos redirigiendo la actividad hacia los medios digitales y hemos puesto en marcha un concurso de relatos breves sobre el confinamiento que pueden ser reales o de ficción». Muchas de las horas que pasa en casa las dedica a poner en marcha el Ateneo virtual, junto al resto de la junta directiva. «Servirá para el futuro. Cuando se recupere la actividad habitual con presencia física se seguirán retransmitiendo las conferencias en 'streaming'», señala. Pero hay tiempo para todo y también hace un alto en el camino para ver alguna serie, leer y escribir.

A sus 76 años Ramón Pampín es incansable en todos los sentidos. «Soy un poco polifacético», comenta entre risas. Y es que este gallego, santanderino de adopción, mientras tenga cosas que hacer se siente libre, aunque sea entre cuatro paredes. «Se hace pesado, pero lo llevo a rajatabla. Militar de profesión, pidió la excedencia del ejército en su día para fundar la asesoría Gersha que ahora llevan sus hijos. El año pasado recibió la Medalla de Plata al Mérito Colegial del Consejo General de Graduados Sociales de España. Su presente está volcado en la música. «Tengo un huerto en el Ayuntamiento de Santander y dirijo su coro, que se llama La alegría de la huerta», explica. Instalado con su mujer en su vivienda frente a Valdecilla aprovecha las horas delante del piano haciendo arreglos musicales. «En casa tengo un piano y el Yamaha, y me dedico a adaptar el repertorio que tenemos a las voces que hay, que son de gente mayor.». Y aunque ha cambiado sus rutinas, no echa en falta el sol ni el deporte. «Por la mañana me levanto y lo primero que hago es un poco de ejercicio porque tenemos una terraza bastante amplia. Entre la música y el deporte estoy siempre liado».

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