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Una Semana Santa sin olor a sardinas
De barrio en barrio | Barrio Pesquero ·
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De barrio en barrio | Barrio Pesquero ·
El Pesquero vive un silencioso y vacío Jueves Santo sin turistas y sin el trajín de los típicos restaurantesHabía tanto silencio este jueves a media mañana en el Pesquero que, por la calle, se escuchaban las conversiones de las casas. Hasta el ... mar, como un plato, andaba como si no quisiera molestar. Todo quieto en una mañana de Jueves Santo que, a esa hora, debería oler a sardinas y ser un hervidero de preparativos para dar de comer a los turistas. Nada de eso. La Gaviota, El Vivero, La Cueva... Persianas bajadas. Y en vez de las voces de Pin en la puerta de Los Peñucas, la de una señora diciéndole a su perro con ganas de olisquear a otro: «Tira, que no podemos ir con él». Porque en el barrio con más salitre de Santander se guardan las distancias. Justo -paradoja- frente a la puerta cerrada del chiringuito Los Alegres.
Pasa el bus catorce y se detiene en la parada que hay junto a la pista -¡cuánto fútbol bueno en ese asfalto!-. No se sube nadie. «La gente aquí está cumpliendo», confirman dos agentes de la Nacional que se han pasado porque unos vecinos han llamado diciendo que había «dos turistas» haciendo fotos (se trataba del fotógrafo y el periodista de este reportaje). «Yo creí que iba a ser peor, pero no. Esto es como una parte independiente de la ciudad y los que estamos somos los del barrio. Alguno venía de Castilla-Hermida a comprar el pan aquí para alargar el paseo, pero les espantaron», dice Pedro Graña, uno de esos vecinos que se involucra en las cosas de la calle. Él, con otra gente de la asociación Los Arenales -como tantas echando un cable-, se ha ofrecido como voluntario. Son un grupo y de lo que más tira el vecindario es del abogado y del asistente social. Son tiempos de dudas.
¿Qué se ve? Una hoja decorada con trazos infantiles con un arcoiris en el portal cinco de la calle Mocejón. También banderas de España con estampas de la Virgen del Carmen y ramos de laurel. Lo que ven 'Bobi' y Lolo -perro y dueño- al mirar al frente es a alguien haciendo chapuzas en los tinglados que hay junto a la lonja, que estos días sigue trabajando aunque hasta los peces parecen mirarse como de lejos. «Yo soy limpiadora y tengo miedo», dice una mujer en la cola de la panadería Elechino. También hay tertulia en la tienda del barrio, bien cerca. Basura, pan o perro. «Estamos un poquitín hartos», dicen de una ventana a otra encima de uno de los pocos sitios de Santander donde aún hay tendales en la calle. Son conversaciones rápidas.
-¿Tú, qué tal?
-Aguantando todo esto como se puede. Tiro para casa.
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