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MARÍA CAUSO
Sábado, 18 de abril 2020, 07:21
«A ver, ¿quién va? ¡Luis, acércate! Te voy a echar desinfectante», le dice Rubén. Con las manos limpias a base de gel hidroalcohólico, Luis recoge su bolsa de comida y se despide hasta mañana. Y es que la pandemia de coronavirus no ha ... interferido en la actividad diaria de la Cocina Económica de Santander, aunque sí la ha modificado. Lo más destacado de las últimas semanas es el incremento en el número de personas que atiende la institución. Rubén Grande, educador social de la entidad, ha visto aumentar la cifra desde el inicio del estado de alarma. «De 120 personas que vinieron el primer día de confinamiento, ahora estamos en una media de 170. El día que más comidas hemos repartido fueron 178», señala.
El incremento en el número de personas se hace evidente por la larga fila que se forma y que da la vuelta a lo largo de dos manzanas. Para garantizar la seguridad y evitar contagios se obliga a todos los usuarios a respetar el metro y medio de distancia entre cada uno. Grande confirma que la mayoría de los que acuden a la Cocina Económica son «conscientes» del problema. «Algunos llevan mascarilla y guantes, y los que no los llevan son porque no pueden acceder a esos materiales», relata el trabajador.
Rubén Grande | Empleado de la Cocina Económica
Durante el reparto diario de comida que hace la organización, que comienza a las 12 del mediodía, están presentes varios agentes de la Policía Local para evitar cualquier complicación. «Al principio tuvimos un pequeño incidente porque un par de hombres se pusieron nerviosos. No hemos vuelto a tener problemas, pero, debido al volumen de personas que llegan, nos parecía aconsejable que hubiera algo de presencia policial».
El cierre temporal de empresas, los ERTE y los problemas económicos derivados del coronavirus han cambiado el perfil del usuario de la Cocina Económica. Además de las personas habituales, han comenzado a llegar tímidamente autónomos y desempleados recientes. El educador social del centro recuerda que «están viniendo autónomos que dicen que nos les ha llegado la ayuda o no tienen acceso a ella». «Tememos que este tipo de personas van a ir viniendo más a menudo», lamenta Grande.
Alejandro | Usuario de la Cocina Económica
Alejandro es usuario de la Cocina Económica desde hace muchos años. «Ya venía cuando estaba el albergue viejo en Candina», rememora. Vive en un piso de la organización junto a otros cuatro compañeros y reconoce que «ahora hay muchísima más gente». «Yo suelo venir cuando está el comedor abierto, pero ahora no hay más que mirar cómo está la cola... Conozco a las personas que vienen aquí de siempre y hay mucha gente nueva», reitera.
El coronavirus también ha afectado a su día a día. «Venía aquí a comer a las tres de la tarde porque de nueve a dos estoy haciendo un curso, pero ahora todo se reduce a salir a por la comida de aquí y volver a casa». En la bolsa de alimentación de ayer hubo menestra de verduras y chuleta como platos calientes, una macedonia de frutas, un bocadillo para la cena, una pieza de fruta, un batido y unas galletas para desayunar por la mañana.
Marcelo | Usuario de la Cocina Económica
Un menú que Marcelo tendrá que repartir con su mujer y su hijo de once años. «Vengo a la Cocina Económica de forma intermitente, depende de si tenemos trabajo mi esposa y yo. En mi caso, tenía trabajo en un bar para todo marzo y abril pero, con el virus, solo pude trabajar dos semanas y me echaron, así que vengo para repartir la comida con la familia. No me queda otra hasta que mejore la situación».
Los empleados de la Cocina Económica se protegen del virus con mascarilla, guantes, batas y máscaras de protección. «La mayoría del material nos lo han donado personas particulares», indica Grande. El protocolo de organización de los trabajadores ha hecho que se dividan en dos equipos de forma que, si hubiera algún contagio, el otro equipo podría entrar a sustituir. Cada uno de los grupos trabaja durante una semana (de sábado a viernes) y descansa otra. «No ha habido contagios en el personal ni en ninguno de los usuarios conocidos. Lo más destacado fue que una persona tuvo síntomas y se vio obligada a hacer una cuarentena de prevención y varios trabajadores fuimos durante ese tiempo a su casa a llevarle la comida».
Hasta ahora, la organización está aguantando el volumen de gente. «Nos adaptaremos a lo que toque», apunta Grande, aunque están preocupados «por lo que vendrá después. Las previsiones económicas y sociales no son buenas». Por eso, piden una mayor coordinación entre todos los servicios sociales a la hora de gestionar las necesidades de personas afectadas por el coronavirus.
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