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Hasta a las rapaces les parecía que había mucho movimiento. Andaban remolonas para iniciar el picado en busca de la presa. «Ven la plaza llena después de estos días, que ha habido menos gente, y lo notan», comentaban los encargados de la exhibición. El recinto, ... a reventar. A la vista y al oído. Acento vasco, gallego, madrileño, andaluz... De todo. Con la venta de entradas por internet ya cerrada hace días para dejar pases disponibles en taquilla, el lleno en Cabárceno se veía venir. Ambientazo. En total, 8.814 personas llegadas desde todos los rincones de España. Un día de animales, fotos y familias. Y también de paciencia.
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Javier Cotera
–¿Esto es agosto o qué?
–Está 'petao'.
La conversación, a eso de las doce, era entre un conductor con la ventanilla bajada y uno de los operarios que trataba de ordenar el tráfico en la entrada. Había colas. No como hace años –cuando las filas llegaban a menudo a la carretera (la venta por internet aligera el proceso y los accesos se han ampliado y mejorado)–, pero cola. Sólo a través de las webs se habían vendido casi 5.000 entradas hasta que optaron por cortar la venta digital. Y a esto hay que sumar los que se plantaron en el parque dispuestos a pasar por taquilla. Si Cabárceno es un indicativo del turismo en la región no cabe duda de que el puente –el viernes se da por hecho que es el día grande para la visita– ha funcionado.
Ya dentro, con la exhibición de las rapaces en marcha, lo primero era encontrar un hueco para aparcar. Como el centro de Santander un sábado por la noche. Complicado y aprovechando cualquier hueco.
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José María Gutiérrez
A Juan Miguel Camarón, de Lardero, «al lado de Logroño» (La Rioja) le tocó ver el espectáculo detrás de una cuerda de la que colgaba un cartel. «Prohibido el paso». Su pareja y los chavales estaban dentro, pero ya no había hueco para más. Él, como todos, andaba con el cuello revirado de buscar a las aves en el cielo. «Ya viene, mamá. Mira, por ahí», repetía un crío a su lado. «El plan es estar por Cabárceno y, a última hora de la tarde, volver para casa. Mi pareja y yo es la segunda vez que venimos, pero con los nenes, la primera. Se lo están pasando pipa con todos los animales que quieren ver. Y ahora, con su madre, estarán flipando con las rapaces», contaba el riojano, «sorprendido» respecto a esa primera visita de hace años «por la cantidad de gente». Encantados, pero... «Mucha gente y muchos coches. No lo recordábamos así, tan masificado».
La salida tras el final de la exhibición se pareció a las imágenes del inicio de las rebajas de hace unos años en las puertas de El Corte Inglés. Y a la gente –a la marea– hubo que sumar el atasco en la zona para buscar en coche la siguiente visita. Allí al lado están las jirafas. Sí, foto típica (este viernes se llenó de historias de Instagram con familias posando delante de un ñu). «Ya nos hemos sacado muchas», comentaban dos señoras de Extremadura encantadas de la vida y presumiendo de procedencia. «De Cáceres», repetían con interés. Carmen Moreno ya había estado en el parque, pero para María Reyes Casares era la primera vez. «Hemos venido a pasar el puente, un montón de gente de excursión –venían en uno de los varios autobuses que había aparcados–. Esto es precioso y lo recomiendo. Hay muchísima gente, pero es que el tiempo acompaña, ni mucho calor ni mucho frío», comentaban –la lluvia se invitó a la jornada algo más tarde–. Ellas, como los niños cuando les preguntan qué regalo les gustó más el día de Reyes, lo tenían claro: «El teleférico. Es un paisaje que se ve precioso y se ven muchos animales».
Y eso que este viernes, por el viento sur, hubo cambios en el servicio de telecabina (se anuló el intercambiador durante la jornada, de forma que las dos líneas funcionaran de manera independiente y, en consecuencias, con cambios en los itinerarios).
De allí, a la zona de los osos. Pocos huecos en la barandilla para ver a los animales. Había casi que esperar una plaza libre (como en el aparcamiento). «El plan es que el pequeño vea los animales. Allí tenemos zoos, pero aquí es mucho más abierto», explicaba Tania Martínez con el pequeño Manuel en brazos. 'Allí' es Galicia, de dónde venían por primera vez a Cabárceno (al que puntuaban con buena nota).
–¿Os ha sorprendido encontraros con tanta gente?
–Sí que hay muchísima gente, pero vienes con tiempo... Hay que venir sin prisa y contar que vas a estar todo el día.
O sea, que contaban con ello
Más allá de atascos, de dificultades para aparcar o de huecos libres en la barandilla para ver a los osos, tal vez el mayor ejemplo de aglomeración fuese el restaurante. Estaban las familias que se traían el bocata y buscaban algún claro en el verde para sentarse un rato. Picnic entre animales. Incluso, los que, tirando de cocina de autocaravana, montaban el almuerzo dentro del vehículo. Pero los más pasaron por el comedor. Y, a ser posible, terraza. Lo de 'a ser posible' es porque no estaba nada fácil encontrar una mesa libre. «Esto es para morir», se resignaba un hombre al ver las colas. Magdalena Gutiérrez, preparando hamburguesas en la parrilla de la cocina, se lo tomaba con humor. «Como un día de verano bueno. Es un no parar. Desde que abrimos hasta que cerramos. Pero nada que no nos haya tocado otras veces», explicaba mientras, detrás suyo, le cantaban los encargos. «Una con cebolla», «una con queso»...
Algunos –tal vez con experiencia– aprovecharon esa hora para acercarse a la casa de los gorilas y al recinto de los tigres (que está pegado). En ese momento, más despejado. No es que hubiera un vacío ante la cristalera de los simios. Ni mucho menos. Pero en esa zona se respiraba algo más de calma y menos aglomeración. Por allí andaba María Fernández con su nieto. De Madrid, aunque medio cántabra (la mitad del año la pasa en Treto). «La idea es disfrutar del parque todo el día con la familia y luego ver pueblos de alrededor. La verdad es que es la primera vez que estamos en Cabárceno. Nos encanta, los niños están encantados. Es muy bonito y con unas instalaciones perfectas. Es puente, es normal que haya mucha gente. Y encima hace bueno. ¿Qué más se puede pedir?», comentaba mientras lo gorilas rebuscaban golosinas en unas bolas que les ponen sus cuidadores para que agudicen el ingenio y se entretengan.
Buen tiempo, sí. Nublado, pero con temperatura agradable y viento sur. Toda la mañana así. Pero ya se sabe lo que puede pasar cuando para ese viento en Cantabria. A eso de las dos, con los accesos ya despejados y nadie en la puerta para iniciar la visita, cayeron las primeras gotas.
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