Secciones
Servicios
Destacamos
Habla en pasado porque allí donde antes «estaba» su hogar, ya no queda nada. Ni rastro de esa casa que ella y su marido llenaron de recuerdos durante más de tres décadas en La Palma. Lo material queda a un lado cuando un volcán ... arrasa cada esquina y se lleva todo por delante sin pedir permiso, como le ha ocurrido a Gloria Viña, viuda del escultor santanderino Manuel Pereda de Castro. El artista cántabro falleció en 2018, poco antes de que el Cabildo de La Palma fuera a nombrarle hijo adoptivo, un reconocimiento que finalmente recibió a título póstumo. Ahora su finca, ubicada entre el barrio de La Laguna y Todoque, ha sido uno de los inmuebles que la lava del volcán -activo desde hace más de un mes- ha calcinado.
«El rumbo de la vida lo está marcando el volcán», resume Gloria Viña, alojada estos días en la casa de su hermana. Cuenta que desde la ventana de su vivienda vieron cómo entraba en erupción. Y en ese mismo instante supo que la colada se llevaría por delante su hogar. Una imagen que se quedó grabada en su retina y que le dejó en «shock». Tanto que en aquel momento apenas tuvo tiempo de pensar qué hacer o qué llevarse. En menos de una hora la Policía desalojó la zona y «yo cogí los papeles de la casa, las escrituras y saqué algunas fotos», explica. Como las que acompañan esta información. La parte de una vida que da tiempo a recoger en diez o quince minutos. Todo con la «angustia» y el miedo cargando en la espalda como una losa. El resto, eso en lo que nadie pensó, se quedó allí, intacto, mientras ella abandonaba la finca de 340 metros cuadrados cuadrados sin saber si algún día volvería. O más bien consciente de que aquello no tenía marcha atrás. Al menos, dos o tres días después de salir corriendo «con lo puesto», pudo volver.
Noticia Relacionada
A los vecinos de su zona les dieron permiso para regresar a las viviendas e intentar recoger más enseres. O más de lo que fuera, de lo que diera tiempo en el rato que los equipos de bomberos y los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) concedían a cada familia para acompañarles. El margen era limitado, insuficiente para atender a todas las necesidades. Y en ese viaje de vuelta, por suerte, pudieron rescatar una parte de la obra de Pereda de Castro.
«Gracias a Dios se salvaron las piezas grandes», narra Viña con un tono de voz entre la desesperanza de no ver la luz todavía y el alivio de saber que al menos no se han perdido todos los recuerdos. Una tarea en la que ayudaron muchas manos. «Todo el mundo quiso ayudar». Pusieron a disposición de la familia camiones e incluso una grúa que fue necesaria para llevarse las esculturas más voluminosas. Porque si algo sobra en La Palma es «solidaridad», admite Viña. «Siempre hay voluntarios. Incluso la Guardia Civil», agradece la viuda.
Conseguido ese primer paso -salvar el arte de Manuel Pereda de Castro-, su hija se puso en contacto con el Ayuntamiento porque urgía reubicar las esculturas y el resto de enseres. Un listado de cosas que ya descansan en unos almacenes que el Consistorio se ha encargado de buscar para poner a disposición de las familias afectadas. Lo que allí se guardó es lo único que queda de un hogar que construyeron ellos, con el paso de los años: «Una casa bonita que habíamos construido juntos».
Noticia Relacionada
Gloria Viña habla de las obras grandes de su marido, agradecida de lo que no quedó arrasado por la colada del volcán. Pero lo cierto es que no todo ha tenido el mismo destino, porque sí hay cosas que han desaparecido. Además de muebles, algunos dibujos del artista cántabro. «Manuel siempre estaba dibujando y eso no nos dio tiempo a cogerlo», relata. Ella tenía todas las ilustraciones guardadas en una cajonera que entre las prisas se quedó en casa. Cuando alguien te encarga recoger tu vida en unos minutos, la cabeza ordena prioridades y hay objetos que se olvidan.
Gloria Viña | Viuda de Manuel Pereda de Castro
Junto a la vivienda, en un espacio diferenciado, estaba además su zona de trabajo, ya que Viña también es artista. «Yo tenía allí mi estudio y ahora no puedo trabajar en ningún sitio», explica. Por eso, para ella, mirar al futuro es sinónimo de «incertidumbre». Una intranquilidad de la que últimamente parecen no despedirse. «Necesitamos mejorar», dice. Quizá por ahora sea más fácil echar la vista atrás, como a esos cinco años en los que vivió en Santander junto a Manuel. Una estancia de la que no le convenció nada «el clima», admite. Acostumbrada al sol, las nubes y el gris del norte le empujaron a volver a casa. Pero mantiene relación con muchos de los amigos de su marido que «me acogieron como si fuera familia», recuerda feliz. Por eso, dice que de la gente «no tengo ninguna queja», añade. Estuvo «encantada» repartida entre su casa de General Dávila y el estudio de Menéndez Pelayo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.