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Hay vida más allá de la nieve. También en Alto Campoo. El día es distinto a cuando los esquiadores llenan los aparcamientos y los telesillas ... suben y bajan a ritmo constante. El pelaje del paisaje también cambia. Del blanco impoluto que suaviza las formas y lo cubre todo, a los marrones y verdes de las costras de piedras y caminos. Ahora se ven las cicatrices de las pistas, las torretas inmóviles. Una atmósfera de pueblo abandonado.
En cambio, todo se ve diferente desde arriba. Un frescor reconfortante da la bienvenida al visitante en el collado de la Fuente del Chivo. En el aparcamiento, media docena de vehículos. Un sol radiante despeja el cielo y permite una panorámica inmejorable. De frente, la sierra de Peña Sagra. A un lado, Picos de Europa. A otro, el pico Tres Mares y el Cuchillón, con la Cordillera Cantábrica detrás. Incluso se ve Reinosa y el pantano del Ebro.
Manuel e Isabel son un matrimonio que vienen de Málaga dispuestos a hacer senderismo con sus hijas María y Cristina. «Huimos del calor», aseguran. No es su primera vez. Tras conocer el litoral, este año han apostado por el interior. Se alojan en La Lomba. Van hacia el Tres Mares por una pista ancha, perfecta para los recién iniciados en el montañismo. Quieren conocer la curiosidad de las aguas que por sus laderas desembocan en los tres mares que bañan el país.
Detrás suyo sube Marie. Es francesa, de Nantes. Busca a su marido, que ha madrugado más para hacer senderismo hasta Peña Labra, una de las rutas más transitadas. «Esto es espectacular», sentencia. En cambio, otra familia junto con su perro ya regresa. Son de Bilbao. «Somos del norte y en Santander ayer hacía demasiado calor, así que cogimos la autocaravana y dormimos aquí. Cuando llegamos había diez grados», añaden. Llevan en la mano un recipiente de nailon que permite pasar el aire. Dentro, alrededor de veinte insectos coccinélidos. Las famosas mariquitas. «Arriba hay muchas, las hemos cogido para soltarlas en la huerta junto a los árboles frutales. Son el mejor insecticida contra el pulgón».
Pero no todo es ocio. En la estación también se trabaja en verano. Las telesillas se amontonan en un recinto cercado por un vallado eléctrico. Las vacas pastan plácidamente en su interior. Las yeguas andan sueltas. Tranquilas. Nadie las molesta. Los operarios de Cantur están encaramados en una de las columnas. «Engrasan las palas y revisan las gomas por si hay que cambiarlas», explica Miguel. Diecisiete personas trabajan durante el año en la estación. Ahora, una parte de ellos se afana en tenerlo todo listo para la próxima temporada. «Debemos revisar las transmisiones y hacer las pruebas a las que nos obliga la ley de transmisiones de viajeros por cable», añade. Después, sobre septiembre u octubre, vienen los técnicos para harán las pruebas de carga. «Utilizamos cubos de agua para simular el peso de los esquiadores», explica Miguel mientras toma medidas para reponer un plano de la estación que el viento ha arrancado junto a la cafetería. Abajo, en Calgosa, en los talleres, Marcos limpia y pone a punto las cuatro grandes quitanieves y las tres motos con las que cuenta la estación.
Poca más gente se ve. Aunque del albergue que tiene el Gobierno sale Mari Carmen, una de las dos cocineras. Está preparando todo para la cena. Está lleno. Un campus con cuarenta niños lo ocupa. Reparten el tiempo en actividades en la estación, el pantano y San Vicente de la Barquera, adonde habían ido hoy. «Les prepararé pasta de primero, para que repongan fuerzas tras un día agotador en la playa, y de segundo merluza rebozada». Lleva 30 años haciéndolo. En invierno y en verano. «Pero cuando hay nieve cocinamos más sopas y otros platos contundentes para los esquiadores», añade.
Es martes y hace calor. Pero eso no ha desanimado a Camilo. Un ciclista que quiere coronar la Fuente del Chivo y se detiene en el poblado de Brañavieja. Lleva 106 kilómetros. Salió a las 7 de la mañana de Santander y cruzó por el puerto de Palombera. «Haré cumbre, me queda lo más bonito, y bajaré hasta Fontibre donde me espera mi mujer con el coche». Damos fe. A la una y media, se bajaba de la bici frente al nacimiento del Ebro.
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