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Levantamiento del 2 de mayo
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Las generaciones enganchadas a las pantallas han reconquistado la calle con ojos nuevos tras el confinamiento. Ha sido un desahogo para hijos y padres. Aunque no para todos ni por igual. Aquí la fiesta, más que por barrios, va por casas. En infinidad de hogares anhelaban el momento de la liberación con tal ansia que los progenitores echaron a suertes la salida con los niños. Pero me contaba una madre que cedió encantada el privilegio a su pareja para disfrutar de su primera hora de soledad desde el inicio de la cuarentena, sesenta minutos de libertad interior que se le hicieron mucho más cortos que a los que estuvieron fuera. «¡Ah! ¿Ya habéis vuelto?». «Mujer, pues una hora justa, ¿no?». «¿Desde cuándo has sido tú tan puntual? Seguro que eres el único que no lo ha estirado un poco más».
No fue el único. Pero muchos fingieron no tener reloj, y eso que lo llevamos en el móvil, y excedieron el tiempo estipulado. Padres y madres pasearon juntos con sus hijos a pesar de que sólo está permitido que lo haga uno de los dos por turno. Las distancias de seguridad se rompieron en zonas de esparcimiento donde se organizaron partidos y juegos entre chavales, aunque tienen prohibido interactuar. El Gobierno autorizó la salida, pero bajo determinadas condiciones que no siempre se cumplieron. La Policía ya ha advertido de que en días sucesivos no será tan permisiva. No se trata de colocar un agente en cada esquina. Fernando Simón lo ha resumido: «Cada uno tiene que demostrar la responsabilidad personal y familiar para garantizar que esa apertura progresiva que vamos a ir teniendo no se convierta en un riesgo para la población».
Si las salidas acaban en desmadre (despadre debería servir igual), el Gobierno volverá a cerrar la mano. Y el 2 de mayo ya no será el Día del Levantamiento de las prohibiciones para practicar deporte individual y pasear con las personas con las que convivimos. Después de mes y medio de reclusión no se pueden frustrar ciertas expectativas sin correr el riesgo de que la protesta popular deje pequeña la insurrección de 1808 contra las tropas napoleónicas en Madrid, que también tuvo que ver con la salida de un infante. En las redes ya hay amenazas: «Que sepan los padres infractores que si por su culpa no podemos volver a la calle el 2 de mayo asomaremos megáfono en mano a los balcones para contarles a sus hijos quiénes son los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez y la cigüeña que trae a los niños de París». Pavoroso.
El miedo condiciona nuestras conductas y reacciones. Si es excesivo, puede bloquearnos, pero en un grado tolerable nos ayuda a ser prudentes. Por temor al contagio hay padres que han decidido no salir todavía con sus hijos y hay niños que prefieren seguir en casa porque ni van a poder jugar con sus amigos ni quieren que se la juegue el enemigo, ese terrible coronavirus que es el nuevo hombre del saco. A ellos también hay que explicarles todo bien.
El SARS-CoV-2 asusta porque mata, pero también porque no lo sabemos todo sobre él, y lo que damos por cierto una semana lo tenemos que revisar a la siguiente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) procura poner orden. Rechaza los llamados pasaportes o certificados de inmunidad para las personas que han pasado la enfermedad y han desarrollado anticuerpos, porque «no hay evidencia científica» de que no puedan volver a infectarse ni de que no vayan a contagiar a otros.
Las investigaciones sobre el coronavirus, todas incipientes, hay que interpretarlas con cautela. Ya crearon falsas expectativas al suponer que los negros podrían ser más resistentes que los blancos al patógeno, y ahora vuelven a generar confusión sobre la nicotina y sus efectos sobre el virus.
Un estudio médico realizado en China alertó de que el riesgo de desarrollar una neumonía grave por SARS-CoV-2 era catorce veces superior entre los tabaquistas, y le han sucedido otros que confirman esa mayor vulnerabilidad aunque en diferentes grados. Ahora científicos franceses, españoles y de otros países investigan si la nicotina, que no es lo mismo que el tabaco, bloquea la entrada del patógeno en las células del organismo, lo que explicaría la «baja incidencia» del Covid-19 entre los fumadores. Tanto la OMS como el Ministerio de Sanidad han tenido que salir a recordar que el tabaco mata y daña los pulmones, y que lo de la nicotina está por demostrar.
Los ensayos clínicos deberían ponerse también en cuarentena mientras trabajan sobre hipótesis y salir a la luz sólo cuando ofrezcan resultados concluyentes y rigurosos. Y un poco de rigor hay que exigir también en el cumplimiento de las normas de las salidas con niños, por seguridad y porque son el ensayo general para que nos alivien el confinamiento a todos. Si lo conseguimos, el Levantamiento del 2 de Mayo de 2020 será fiesta nacional.
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