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¿Qué santanderino o torrelaveguense no tiene en la retina las imágenes de las plazas de Pombo, Cañadío, Baldomero Iglesias o la zona de vinos hasta arriba de bolsas, botellas y cristales rotos en la resaca de los días grandes de las navidades y, sobre ... todo, en Año Nuevo? Pues miren a los señores de las fotos, responsables directos de que las dos ciudades más grandes de Cantabria vuelvan a estar presentables tras los excesos de la 'tardebuena' y la Nochevieja. Gracias a ellos y a su equipo, los puntos negros más castigados por la fiesta y sobre todo la mala educación de algunos pasan a estar impolutos en apenas unas horas. Ahora, durante las fiestas, y todos los días del año.
Santander
Si de parte de los responsables de relimpiar Santander tras las fiestas navideñas esperan un tirón de orejas, se equivocan. Porque tienen muy asumido que «las celebraciones significan suciedad» y ni siquiera se quejan del incivismo de quienes dejan detrás todos sus residuos porque «ocurre igualmente en el resto de España, en París y en Berlín. Es inevitable». Y lo es «porque es cultural. No estamos enseñados a buscar la papelera ni el contenedor» y un cambio en ese sentido «llevaría años».
Lo cuentan así, sin acritud, Ibán Vélez, el jefe de servicio de Prezero España-la concesionaria del servicio en la capital- y Francisco (Pancho) Ruisánchez, el encargado general, que remarcan su orgullo por la gran labor de unos trabajadores que se van a encontrar calles y plazas señaladas de la ciudad hechas unos zorros y los van a devolver a la normalidad en solo unas horas. Esta jornada no solo es especial porque haya que deslomarse a recoger y barrer, también por lo que se ve en ocasiones. ¿Por ejemplo? El que va recorriendo las zonas de guerra «para llevarse las botellas que están medio vacías o medio llenas». Y es que algunos cómo irán cuando abandonan las bolsas «con envases sin abrir lo mismo Coca-Cola que whisky».
Hace ya tres semanas que ambos organizaron el dispositivo para Año Nuevo, ese con el que los viales de Cañadío, la plaza de Pombo, el Río de la Pila y Peña Herbosa vuelvan a ser transitables sin riesgos (sin ir pisando cristales rotos) y sin los malos olores de orines, vomitonas y otros descalabros varios.
Este año, la empresa prevé retirar de las vías públicas alrededor de un 5% más de basura que años anteriores. y tanto Vélez como Ruisánchez esperan que todo ruede para ellos como siempre: que siga funcionando la colaboración con los agentes de la Policía Local y Nacional, valiosa porque les avisan de incidencias concretas y porque su presencia «da seguridad a los barrenderos» en unas horas en las que mucha gente va pasada de alcohol.
Un festivo normal, el personal de limpieza entra a las 06.00 horas, pero en Año Nuevo «sería inoperativo», así que se empieza a las 08.00 horas, con todavía decenas de rezagados «por lo que los nuestros han de lidiar con algunas situaciones y tener mano izquierda».
El 1 de enero, el reto es gigante: hay que recoger la basura, barrer, valdear con agua e higienizar en el lapso que pasa entre los remolones de la noche y los santanderinos que quieren disfrutar de la mañana. «Es uno de los mayores problemas ese día»: conciliar los derechos de todos los vecinos. Para que la limpieza vaya ligera, los medios humanos y mecánicos se incrementan un 50% respecto a un festivo normal. Ni Vélez ni Ruisánchez quieren desvelar cuántos trabajadores cubrirán el servicio (en 2019, antes de la pandemia, fueron 75, 23 más de lo habitual). Y al santanderino madrugador le piden «comprensión». Que un día es un día.
Torrelavega
Mientras unos duermen la mona, José Manuel Díaz García se despertará el 1 de enero mucho antes de que salga el sol y empezará a limpiar las calles de Torrelavega a partir de las seis de la mañana. Para él, jefe de grupo en el servicio municipal de Limpieza Viaria, esa definición tan manida de la Navidad y la despedida del año como unas «fechas señaladas» tiene un significado aparte. Uvas, regalos y encuentros al margen, esta época se distingue también por el hedor, las botellas, los vómitos, las meadas y la herencia de basura en general que el ocio y sus corresponsales menos educados dejan en herencia temprano por la mañana.
La postal no le llamaría especialmente la atención después de 34 años de servicio –camino de 35– si no fuera porque ahora, más que nunca en 2022, esas personas han entrado en «una dinámica en la que ya no se respeta nada». Díaz lo comprobó este verano en las fiestas de La Patrona, lo corroboró por Navidad y está seguro de que lo volverá a lamentar en Año Nuevo. «Nunca vi tanto incivismo como ahora. Parece que nos da igual todo. La gente no respeta. Lo de ahora es lo nunca visto», señala, antes de atribuir esa «ida de olla» a la salida de la pandemia y hacer un llamamiento a todo el mundo: «Debemos ser consecuentes, respetar a las personas, la ciudad y procurar ser mínimamente correctos».
Después de tantas olas relacionadas con el covid, Torrelavega «y todas las ciudades»sufre ahora a un repunte insólito de vertidos de basura y actitudes incívicas relacionadas con el mundo de la noche. Díaz asiste al fenómeno a caballo entre la sorpresa y la resignación. Una cosa es que la gente salga más que antes el 25 de diciembre y otra que la fiesta deje una cantidad de mugre «desbordante» y hasta ahora desconocida para los profesionales que se encargan de dejar la ciudad a punto. «Todos hemos sido jóvenes, pero no de esa forma. Al margen de la cantidad de basura, lo peor de todo es ver a chavales tan jóvenes tirados por la calle. Eso es duro. Me da hasta miedo la situación que se pueda generar en Año Nuevo en las zonas de ocio».
Por si las cantidades absurdas de inmundicia no fueran bastante, los operarios de Limpieza Viaria asumen la recta final del año en una etapa particularmente complicada del calendario. Apenas son un par de semanas, pero la «acumulación de trabajo» es «desbordante» y el personal «reducido».
Uno de los síntomas más reveladores de la degradación a la que asisten Díaz y todo el personal de Limpieza Viaria no tiene tanto que ver con despojos sino con que los trabajadores tengan que ser literalmente «escoltados» por las fuerzas de seguridad en según que entornos. «Lo de llegar a la zona de vinos por la mañana y tener que ir con la Policía nunca lo he vivido», lamenta Díaz, antes de mencionar algunos episodios desagradables:«Robos, que nos saquen el cuchillo, etc.».
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