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Los grandes museos internacionales hace tiempo que empezaron a mover algunos de sus fondos hacia centros expositivos delegados a modo de sucursales, bajo diversas fórmulas ... fundacionales. El Louvre está en Lille. El Guggenheim, en Bilbao. El museo de San Petersburgo, en Málaga. Esperemos que en breve se firme un acuerdo definitivo para que el Reina Sofía, el museo español más visitado el año 2017, ponga su pie en Santander en coalición con el Archivo Lafuente. Sin duda, la capital cántabra es también el mejor sitio para cuando El Prado se anime a algo semejante.
España nos lo debe, e intentaré explicar por qué. La primera razón es por haber obligado a Alfonso XIII a irse al exilio en 1931. El rey, nos caiga mejor o peor, era nuestro plan de desarrollo regional, pues gracias a su presencia existen más de la mitad de los edificios relevantes que hoy mostramos a los turistas o incluso que se nos han quemado, y hasta Valdecilla. No contenta con ello, la nación después se metió en un inmenso y cruento lío que impidió que la Presidencia de la República residiera en verano en Santander, como quería Azaña, y cortó de raíz la sustitución intelectual de Alfonso, a saber, la Universidad Internacional de Verano, que tardaría en volver a ser algo, y acabó siendo la excusa del régimen para no ocuparse de Santander.
Incendióse la capital en 1941 y la reconstrucción fue pobre y limitada. La obra compensatoria del ferrocarril Santander-Mediterráneo quedó en agua de borrajas. Nuestras (no) comunicaciones nos fueron estrangulando al correr de los años (felices los lectores jóvenes que no tuvisteis que ir a Bilbao, Burgos, Palencia u Oviedo por las carreteras nacionales llenas de anécdotas, camiones y accidentes terroríficos). Y, cuando el proteccionismo comercial desapareció, se puso en evidencia nuestra limitación insular. Hemos sido los últimos en conectarnos a la Meseta por autovía. Seremos los últimos en tener una línea ferroviaria de alta velocidad, si por ventura alguna vez la conseguimos, asunto harto dudoso cuando cada partido que toma el relevo se pone a discutir si son galgos o podencos.
El Estado, que permitió a todas las regiones vecinas hacer mil tropelías con el medio ambiente, a nosotros nos ha impuesto la limitación de los puertos; la dificultad de los suelos industriales; la estrechez de las alternativas agrarias; la imposición de cuotas lácteas y la imposición de su eliminación; la tortura jurídica malaya ante cualquier desarrollo de las energías renovables. España quiere que seamos una reserva de vida salvaje gestionada por vida humana domesticada y conformista, funcionarios de «mes pasao, mes cobrao», currantes de las omnipotentes franquicias comerciales y jubilados de «no me toques los ipecés», más la Legión Pernoctadora de vizcaínos que solo quieren un entorno agradable para el reposo del «gudari» postindustrial, y un tercer carril para su carro.
Seguramente todo esto es poco evitable a estas alturas, pero al menos proporciona la base para una pedagogía política ante el resto de España, y la solicitud de alternativas desde un posibilismo riguroso y, por lo mismo, pertinaz. Hay que ser positivos y escribir la lista de la compra. Una sucursal de El Prado debe figurar en ella. Aunque empiece como «sucursaluca», todo largo viaje comienza con un primer paso. Si quieren que seamos una reserva natural y espiritual, por lo menos que lo hagan bien.
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Ana del Castillo
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