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Al teniente coronel Fernando Álvarez Corral le tocó por accidente hacerse cargo del campamento de Dar Dríus. El coronel del regimiento era el salmantino Salcedo Molinuevo, pero estaba enfermo. Lo previsto era desplazarse en automóvil desde Melilla por la mañana y volver a casa ... de noche. 22 de julio de 1921. Pero no regresó. La viuda le contó pocos meses después a Pick, el periodista, que acabó sabiendo que su marido cayó el día 27. «Se hallaba en la posición de Annual. Por noticias recibidas de Melilla se ha sabido que se trasladó a Batel en perfecto estado, no habiéndose tenido después más noticias», publicó El Diario Montañés en jornadas de desconcierto sobre otro oficial, Gutiérrez Calderón. Las crónicas de la época -otra vez Pick- contaron después que la cantinera del regimiento fue la última que le vio vivo. De Juanito Cordero Arronte se lanzó, en principio, que había sido asesinado por su asistente. Luego aclararon que fue abatido en una misión para la que se presentó voluntario. Son tres de muchos nombres. Según el estudioso Santiago Domínguez -su archivo es oro puro-, sólo de tropa (sin contar oficiales), al menos 75. Los que tiene catalogados como montañeses entre los muertos del Desastre. Desastre en mayúsculas, sí. Porque lo de Annual, en Marruecos, entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921 fue el mayor descalabro de la historia militar de España en la edad contemporánea. Aún se discuten las cifras. Pongan 10.000 muertos.
«Buen contingente de soldados montañeses pelean por el honor nacional en la zona africana. En su mayoría, hijos de Santander». La frase es de otra nota en este periódico durante los días más negros. La información era escasa (a las pocas horas se decretó la censura oficial). «En La Montaña se siguen con natural ansiedad las relaciones de bajas». Todavía cien años después cuesta resumir lo sucedido. El general Fernández Silvestre tenía prisa por llegar a Alhucemas, el punto central del protectorado español en África y el único -y codiciado- puerto natural del territorio. Avanzó unos 130 kilómetros desde Melilla dejando por el camino más de un centenar de fortines (blocaos) mal posicionados, sin acceso al agua y en áreas sin desarmar. Estiró las líneas y acabó en un valle convertido en ratonera. Lo primero fue la pérdida de un par de posiciones. Los rifeños, liderados por Abd el-Krim (un antiguo aliado), se les vinieron encima. Ahí se perdió la iniciativa y el orden. Desanimado, Fernández Silvestre decide una retirada por sorpresa y comunicada sólo a su círculo más cercano. Se replegaron sin plan y sin apoyos. Y el enemigo olió sangre. Annual, de hecho, no fue sólo la derrota puntual en ese lugar. Todo lo que dejaron atrás, viendo debilitado y en retirada al oponente, se fue sublevando hasta convertirse en una insurrección general que llegó casi a las puertas de Melilla. Igueriben, Annual, Monte Arruit... Historias de soldados sin munición y teniendo que beber su propia orina ante la falta de agua.
Lo que se fue sabiendo con el paso de los meses -desorganización, corruptelas y errores de bulto de unos frente al heroísmo demostrado por otros muchos- y las imágenes de cadáveres torturados que se encontraron las tropas durante la reconquista posterior del terreno (algunos crucificados y usados como dianas de tiro, otros con los testículos arrancados...) están, por ejemplo, detrás de la aceleración del proceso de caída del régimen de Alfonso XIII o de las causas de la dictadura de Primo de Rivera (incluso, a más largo plazo, también de la República o la Guerra Civil).
¿Y qué lazos hay entre esos días de Annual y Cantabria? Pues unos cuantos. Lo primero, claro, esos 75 nombres. Y seguramente fueron más si se tiene en cuenta que Domínguez, además de incluir sólo a la tropa (en un afán porque no sólo se rescaten las historias de los oficiales), cuenta en su enumeración a los que obtuvieron una pensión. Hay que valorar el impacto incluso demográfico de tantas muertes jóvenes para una población bastante más reducida que la actual. Se habla, por ejemplo, de la muerte de «un mozo» de Oruña de Piélagos, un pueblo pequeño. La conmoción fue enorme. Y hay casos en Rionansa, Roiz, Terán, Somahoz, Celis, Guriezo...
UN BALANCE TRÁGICO
LA ESTAMPA
PRESENCIA EN SANTANDER
Otra de las consecuencias que se palpó en la región -y en todo el país- fue un repunte patriótico. En Santander se organizaron jornadas de recogida de tabaco para los refuerzos que marchaban al frente, novilladas y becerradas, banquetes para recaudar fondos... Las 'madrinas' mantenían correspondencia con los soldados que estaban en Marruecos para insuflar ánimos. Y también se alistaron como voluntarios muchos hijos de la clase media. Resulta curioso, como contraste -pasó aquí y en todas las provincias costeras-, que lo sucedido en Marruecos fue también un acicate para fomentar la emigración a América (desde Santander había viaje directo en barco). Cuando se recibía la notificación del Ayuntamiento sobre los mozos que entraban en el sorteo de soldados de reemplazo, más de uno optaba por iniciar una nueva vida (la mili era durísima y en el ejército el número de muertes, incluso durante tiempos de paz, era el más alto de toda Europa).
Pero tal vez la postal más reconocible, la imagen más destacada en Cantabria vinculada a lo que pasó en Annual fue la de las despedidas en las calles, en las estaciones de tren y en las machinas del puerto a los batallones que partieron de Cantabria a Marruecos en las semanas posteriores al Desastre. Los refuerzos y los protagonistas de la posterior reconquista del terreno perdido. Tropas del regimiento Cantabria, del Talavera (de caballería) o un batallón del Andalucía que partieron en las semanas siguientes. Cenas de despedida, colectas, bendiciones a cargo del Obispo de Santander...
En este sentido, lo sucedido con el adiós al Regimiento Valencia es lo más recordado en crónicas y libros desde entonces (el periodista Raúl Gómez Samperio publicó hace días en este periódico un artículo rescatando para la memoria nombres y hechos obtenidos del libro 'Album-recuerdo del Batallón de Valencia en Marruecos'). Cobró fuerza la idea de regalar una bandera al Regimiento. «Hay una vibración de patriotismo por toda la ciudad, que se manifiesta hermosamente con motivo de la fiesta de la banderita. No hay solapa de hombre que no esté plagada de banderitas que han sido colocadas por todas las mujeres guapas de Santander en una rivalidad admirable. Hijas de capitalistas, chicas de la clase media, simpáticas modistillas, obreras de fábricas, se han tirado a la calle con el laudable propósito de recaudar la mayor cantidad posible de monedas para aliviar las penalidades de los soldaditos de España», escribe Fermín Sánchez González, 'Pepe Montaña', en 'La vida en Santander'. Se llegó a recaudar «la importante suma de 49.532,75 pesetas».
Y aquí surge la figura del Rey y de la Familia Real en Santander. Hay que recordar que Alfonso XIII veraneó en la capital, en el Palacio de La Magdalena, entre 1913 y 1930. De hecho, desde aquí firmó en los años sucesivos al Desastre varios decretos vinculados a Marruecos. El periodista Juan Carlos Flores (autor, entre otros títulos, de un libro de la historia del Palacio) confirma que en 1921 también hubo estancia en la capital. Que vinieron. Aunque, como recogen varias publicaciones, «el veraneo regio no tuvo gran brillantez».
El estallido de lo sucedido en Annual coge al Rey en San Sebastián (allí veraneaba su madre y posiblemente estuviera de visita). Partió a Madrid con urgencia («para tratar algo muy grave», según El Diario Montañés del 22 de julio) y ese trasiego de traslados urgentes fue una constante. Pero se puede constatar la presencia del monarca en la despedida del Regimiento Valencia.
Él presidió el acto con la Reina «vestida de medio luto» ('Crónica del veraneo regio', de Leopoldo Rodríguez Alcalde). «Estos colores y estos pliegues claman en estos momentos venganza. Hemos sido ultrajados en nuestra bandera y los pechos de los valientes soldados españoles sabrán vengar la ofensa recibida. En los campos de batalla sabréis vosotros colocarla enhiesta y haréis que estos días de lucha se conviertan en días de gloria». Eso dijo Alfonso XIII en su arenga.
Al juez decano de Santander, Jaime Anta, y al doctor en Historia y profesor de la Universidad de Cantabria, Daniel Macías, les une la pasión por lo sucedido en Annual. Al primero, por puro entusiasmo y «por conexiones familiares» con los relatos de Marruecos. Al segundo, por una brillante trayectoria que le ha llevado a editar el recién publicado 'A cien años de Annual' (es, además, autor de varios títulos). La presentación de ese libro centrará la conferencia que tienen programada en el Ateneo para el mes de septiembre y una charla con ellos dos sustenta buena parte del relato que hay en este reportaje.
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