

Secciones
Servicios
Destacamos
¿Qué tienen en común un sevillano, un vasco, un madrileño y un cántabro? Si buscan un chiste en la respuesta no lo van a ... encontrar. Un grupo de 16 amigos de lo más variopinto -«y cincuentones todos»- se plantó el pasado martes en la frontera con Ucrania «para ayudar». Ese era el sentir común, hacer algo por toda esa gente que está huyendo de su país con la mirada perdida. Su plan, que dejaba una gran parte a la improvisación, era llegar a los campos de refugiados con ocho furgonetas cargadas de material de primera necesidad y 28 plazas libres para traer a mujeres y niños a España. Una parte de la solidaria expedición volvería en avión -para liberar más espacio- y los otros en los vehículos, acompañando a los ciudadanos ucranianos. Sin embargo, la situación en el terreno siempre es distinta a como uno lo reproduce en su cabeza. Por eso, precisamente, el cántabro decidió quedarse y no regresar ni por tierra, ni por aire. Moncho Escalante, vecino de Santander, se ha autoproclamado 'coordinador' para aquellos colegas, cada vez más, que se están animando a coger el coche e ir a buscar refugiados.
«En los pocos días que llevamos aquí hemos conseguido que un colegio de Marín, en Pontevedra, nos haya ofrecido albergue y clases con profesores nativos ucranianos para 50 personas. Así que ahora estamos coordinando un autobús para el traslado de ese medio centenar de refugiados hasta Galicia», explica Escalante, que ya está al tanto de que además este sábado, a las cinco de la mañana, sale otra furgoneta de Santander rumbo a la frontera. «LLegan Sabino y Fernando», puntualiza. Otros dos amigos que con una furgoneta también cargada hasta arriba de mantas, medicamentos, pañales, compresas y potitos recorrerán tres puntos de Polonia para recoger a cinco refugiados: una mujer embarazada acompañada de un niño pequeño que en estos momentos se desplaza en dirección a la frontera de Ucrania-Polonia y una joven de 20 años y sus padres, que se encuentran en un campo de refugiados de Cracovia.
moncho escalante
Cántabro en Polonia
El éxodo es tan grande que «está siendo un caos tremendo, aunque la organización aquí es buena», señala Moncho, que hace recuento de los refugiados que vendrán a España en los próximos días: 28 en las furgonetas de sus colegas y 18 entre Sabino y Fernando, un amigo de Madrid, que trasladará a la capital a nueve personas, y otro conocido de Zaragoza «que viene solo en coche hasta aquí para llevarse a cuatro personas».
Después de pasar unos días en Polonia y ver la ola de solidaridad no solo del pueblo polaco, también de gente que llega de todos los rincones del mundo, Escalante aún conserva esperanzas para la raza humana: «Cuando llegamos y vimos a los niños nos pusimos todos a llorar, nos derrumbamos. Es una situación que de verdad no puedes imaginar. Ahora (habla desde Lwowska, Polonia) la situación es otra, está todo mejor organizado, los polacos se están portando de maravilla... Hay coches y autobuses de cientos de voluntarios».
Moncho quiere poner un ejemplo del solidario caos que hay ahora mismo en las fronteras: «Me puse nuestra bandera atada al cuello y en solo 15 minutos se me acercaron tres personas -una niña, la madre y un chico de 15 años- que querían ir a España. Les dije que me dieran diez minutos para ver encontraba hueco en los coches de los amigos que iban a llegar en los próximos días y precisamente cuando cojo el teléfono para hablar con esos contactos, se me acerca un chico y me pregunta si quiero volver a España. Le explico que yo estoy allí para ayudar, que no soy ucraniano, pero que me diera dos minutos. Volví corriendo donde las tres personas que me preguntaron y al final se fueron a Valencia con ese otro voluntario en autobús».
Sabino Quirós, de 54 años, y Fernando Gutiérrez Liébana, de 55, son amigos de toda la vida. ¿Cómo surgió viajar hasta la frontera de Ucrania? «Me pasé un día por la tienda de la calle Madrid que está recogiendo material para los refugiados y vi lo saturados que estaban. Pensé que no era suficiente, que nos necesitan. Así que comencé a interesarme por el tema», relata Sabino, que no quiere dejar pasar la oportunidad de hablar con este periódico para dejar claros cuatro puntos importantes, «no se puede ir al tuntún»: «Primero, los ucranianos que huyen de la guerra solo pueden estar tres días en los campos de refugiados, por eso hay que organizarlo bien. Segundo, no se puede traer a cualquiera, los que vengan deben tener un lugar donde quedarse, no les puedes dejar tirados en cualquier estación. En tercer lugar, deben estar bien documentados, con el permiso europeo y el nacional. Y, por último, no puedes traer a niños solos, sin sus familiares». Estos dos cántabros con las ideas tan claras y con la teoría bien aprendida partirán a las cinco de la mañana de este sábado conscientes de que todo puede cambiar. «Tenemos un coste estimado de 3.600 euros, entre gasolina, peajes, pernoctas y comida para nosotros y para todos a la vuelta. Claro, tenemos unos gastos estimados de 300 euros por lo que pudiera pasar».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Rescatados ilesos dos montañeros tras pasar la noche a la intemperie en Gredos
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.