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Es un cliente habitual y se nota. Conduce una furgoneta rotulada con los logos de varias bebidas alcohólicas. Se baja del coche y, antes de que se le acerque uno de los empleados -a los que conoce y con los que tiene el trato familiar ... que da la rutina-, saca algo del bolsillo y les grita. «¡No quiero problemas, tomad la cartera!». Es una broma, claro está. Pero es una de esas que uno hace por no llorar. Porque justo detrás del tipo, el cartel de los precios diarios señala que la gasolina de 95 y el diésel están a 1,869 el litro -los dos igual-. Y eso que la estación de servicio EsayGas de la avenida de Parayas, en Santander, es de las que siempre está «entre las baratas», como dice otra clienta nada más ver la factura. Puestos a hacer bromas, otra frase. «He dicho que me echaran veinte euros, lo que llevo en metálico, y pensé que lo iban a echar con cuchara». Todo, durante la mañana del miércoles. No queda otra que tomárselo con humor.
«Nos preguntan que qué está pasando. ¿Y qué les dices? Ni idea. El diesel ya está equiparado con la gasolina y les escuchas comentar 'que esto no puede ser', 'que es insostenible'... Para el que está todo el día en la carretera, los sueldos no alcanzan». Es la reflexión de Juan Izquierdo cuando se pone a hablar con el periodista que se ha acercado a preguntar a primera hora. Izquierdo ejerce de encargado y habla deslizándose con ligereza entre el goteo de coches. «Hay trasiego, sí. Es que moverte te tienes que mover. Yo creo que no ha bajado el nivel de clientela». Es eso y que una de las frases que más se repite durante la mañana en este punto de tránsito de entrada y salida de la ciudad es la de «mejor hoy que mañana, que será más caro». De hecho, el trabajador de la estación de servicio confirma que los conductores «no tienden estos días a decirte que eches veinte o treinta euros». «Hay más llenado -resume- porque saben que va a ser peor después».
Echar un vistazo a los números que quedan detenidos tras servir a un cliente en los siete surtidores de la gasolinera -que permiten el repostaje a catorce vehículos a la vez- es esclarecedor: 89,02 euros, 85,08, 78,54, 64,00, 53,51... O lleno porque el piloto avisa de que ya toca o una cantidad alta porque los conductores deciden llenar aunque aún quedara fondo para una buena tirada. Sólo uno marca una factura de treinta euros clavados.
María del Mar de Cos | Clienta
«Pues yo iba a echar cincuenta euros, pero espera un poco, que lo he pensado mejor», interrumpe el diálogo Teresa Maza. «Perdona, mejor me llenas», le dice entonces al empleado que acaba de sacar la manguera del depósito de su vehículo. «Mejor así, por lo que pueda pasar. Es que lo veo fatal». Su visión, como la de todos los que pasan, es pesimista. «Nos cargamos el país con la luz, el gas, con esto... Es que es inaguantable. Yo trabajo en una fábrica y ahora te planteas la posibilidad de parar, porque así, en estas condiciones, no somos rentables».
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Álvaro Machín
Justo cuando ella se marcha llega Álvaro Salvador, que conduce una furgoneta de buen tamaño. «Trabajo con ella, sí». Mientras llenan el depósito -«me tocaba, pero es verdad que es mejor llenar de todos modos porque mañana puede subir más»- se desahoga respecto al panorama que vive estos días. Subidas sobre lo que ya estaba subiendo. «Así no hay manera de poder salir a trabajar. Cada día se pone más difícil y de esta manera no es rentable para los autónomos salir a currar. Esperemos que reviente todo esto de una vez porque es insostenible».
Alvaro Salvador | Cliente
Para muchos, obviamente, justo ese es el drama. Que no tienen alternativa al uso del vehículo si quieren seguir trabajando y generando ingresos. «He pagado 74,01 euros y eso le decía al trabajador de la gasolinera, que no sé de dónde nos lo vamos a quitar. Esto es como el pan o la leche, que no vas a dejar de comprarlo. Pues con la gasolina, igual, porque no podemos trabajar sin el coche». A María del Mar de Cos, que es la que pronuncia la frase, le sorprende cómo el diésel y la gasolina cuestan exactamente lo mismo (son muchos los que miran el cartel). «Supongo -apunta poniendo en la voz algo de esperanza para los próximos días- que hagan algo. Va a estar a dos euros el litro en breve».
Y tiene razón. La cifra ya se roza y si no se ha dado el paso es porque las empresas de las estaciones de servicio tratan de evitar esa barrera simbólica. Cuesta ser el primero en poner un dos en la columna de los precios -hablamos de la gasolina 95 y del diésel, las más comunes, no del resto de los combustibles, más específicos y que, en algún caso, ya se vende a dos euros el litro-.
Para muestra, los datos de los últimos días en las tablas que cualquiera puede consultar por internet. El precio más caro del litro de la 95 en una estación de servicio de la región. El lunes, 1,819 euros. El martes, 1,879. Ayer, 1,919. Como una cuenta atrás imparable que se repite de forma casi idéntica con el gasoil (ayer, el tope en Cantabria estuvo en 1,904 euros y, en general, ha subido más que la gasolina).
Teresa Maza | Clienta
«En el mundo de la empresa hay un concepto básico que es el de organización. La gestión de proyectos. Pero ahora, con este panorama que es imprevisible, no puedes gestionar ni planificar nada. Ahora lo más importante es improvisar e ir saliendo del paso». Otra reflexión de ayer de un cliente pegado al surtidor. Es el que comentaba lo de la cuchara. Y, por seguir con la historia de las bromas, el que gritaba lo de la cartera se marcha con otro comentario en voz alta. Sobre un producto necesario para su trabajo que reparte. «Estoy comprando a diez euros más que la semana pasada. Flipas».
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