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Las predicciones auguran que noviembre, mes más lluvioso del año, será agua de mayo para nuestros pantanos. Ojala cumpla su costumbre porque, de momento, solo ... hemos tomado precauciones para la epidemia de gripe, no para la sequía. Con idéntico entusiasmo esperábamos al director de Alto Campoo. Aunque la expectativa ha quedado insólitamente frustrada. Renunció antes de tomar posesión; justo cuando una estadística desveló que los cántabros somos más infelices en el trabajo que en otras comunidades. La situación es el colmo del desconcierto. 37.000 desempleados cántabros y seleccionamos a quien no quiere el trabajo. Nunca llueve a gusto de todos, ni siquiera en sentido real. Los vecinos de La Turbera prefieren que no caiga ni una gota. Temen que las lluvias inunden sus casas, afectadas desde hace seis años por intensas filtraciones. Ninguna autoridad responsable del problema resistiría, ni la mitad de tiempo, con una gotera sobre su cabeza en su despacho oficial.
De momento solo llueven huevos. Catorce personas han sido denunciadas en Santander por tirarlos la noche de difuntos. Nada les habría pasado si en vez de huevos hubiesen lanzado improperios y empujones a los periodistas, como ocurrió el otro día en el acto de Pablo Iglesias.
Pero estrellaron proyectiles contra los autobuses municipales «dificultando el buen funcionamiento de los servicios públicos». Para ser justos, precisamente ese día no funcionaban ya bien: faltaron 24 conductores y se suprimieron 13 trayectos. Halloween –importado de otras patrias– es agua de mayo comercial, esencia de nuestro ecosistema vital: consumir. Tampoco aquí llueve a gusto de los floristas porque las grandes superficies les estropean el agosto de noviembre vendiendo flores más baratas. Pero la prédica anticapitalista ya no la digiere ni Podemos.
También se quejan en La Maruca de su esperpéntico dique, que parece perpetrado por la restauradora del eccehomo de Borja. Dos mil kilos de piedra colocados de forma arbitraria. Nunca mejor dicho porque, al parecer, se escurrieron del volquete y así quedaron. Después lo llamaron rompeolas, aunque los vecinos dicen que allí no llega ninguna. La sublimación del despilfarro: aeropuertos sin aviones, aparcamientos sin coches y rompeolas sin olas.
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