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Serán dos días de lluvia después de dos meses de sol, un sorbito de agua para una Cantabria sedienta tras uno de los veranos más secos que se recuerdan. Las previsiones meteorológicas anuncian para hoy chubascos en buena parte de la región, aunque parece que ... no habrá muchas más precipitaciones en próximas jornadas, insuficientes en cualquier caso para solucionar el problema generalizado de sequía.
La lluvia, además, se está repartiendo de forma muy desigual por la región, y ni siquiera ha bendecido a las zonas que más apuros están pasando. Ayer, mientras las nubes se resistían a soltar su carga en Campoo, dejaban en otras partes notables aguaceros, y a media tarde ya se habían recogido 66 litros por metro cuadrado en Santillana del Mar, 40 en Santander y 33 en San Felices de Buelna, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que mantuvo la alerta amarilla por lluvias en la costa, la comarca de Liébana, el centro de Cantabria y Valle de Villaverde.
En el campo se duelen ya de las pérdidas aunque aún desconocen cómo será de grande el roto causado por el tiempo en sus economías. En Suesa (Ribamontán al Mar), José Ramón López Bedia, un ganadero de leche con 400 animales, dice que mira los prados y le parece que está en Castilla. «Este agua que ha caído nos va ayudar a los que sembramos maíz, a ver si acaba de formarse la mazorca y podemos salvar parte de la cosecha».
«Si no hay forraje propio vamos a tener que quitar vacas: los piensos están muy caros y si se compra el forraje en otras provincias está al doble que el año pasado. Mucha gente está dándoles de comer ya lo que tenía para el invierno, y eso el que lo tiene, porque esta primavera ha sido fría y seca y se ha cogido menos hierba que un año normal».
Beatriz San Miguel también confía en que estos días de lluvia la ayuden a sacar adelante su cosecha en la finca de arándanos El Tejerón, en Sierra de Ibio (Mazcuerras). «Creo que es la peor cosecha desde que abrimos, hace nueve años, porque el calor y la falta de agua han afectado al calibre de los arándanos y ha quemado parte de la cosecha». Calcula que puede quedarse en la mitad. «El mundo del arándano es muy duro: solo puedes recolectar una vez al año, y cualquier cosa como esta te arruina. Desde el mes de junio, de la fruta que ha madurado ha sobrevivido muy poca, y de tamaño muy pequeño, y los mayoristas exigen calibre». Se trata, además, de una fruta delicada: una lluvia demasiado fuerte puede abrir los arándanos maduros.
En otros municipios, la situación es aún peor: Fernando Fernández, alcalde de Valderredible, uno de los municipios más afectados por la sequía, contaba que en el valle los cielos, aunque cubiertos, se resistían a descargar. Mientras, el Ayuntamiento sigue manteniendo el nivel de los depósitos del agua de consumo de sus pueblos, especialmente los situados en zonas más altas, con ayuda de su camión cisterna.
«Tenemos problemas con los pastos y con las ganaderías de extensivo que están en los montes, donde está todo muy seco. Este año tampoco ha habido mucho forraje y se ha cogido poca hierba para el invierno, y eso va a tener consecuencias importantes, y todavía no sabemos la repercusión que puede tener en la producción de patatas: todo eso redunda en un círculo económico en que la gente de la agricultura y la ganadería va perdiendo poder adquisitivo».
«Aquí tendría que llover mucho para solucionar el problema de la sequía, que ya es muy difícil de revertir. Hablando con gente mayor dicen que no habían conocido estos picos de calor, en un año excepcionalmente seco. Han sido tres meses sin una gota y con algo que viene de lejos, porque apenas nieva –la última nevada considerable cayó en 2015–, y es algo que repercute en los manantiales, que necesitan nieve para recuperarse».
Se dice que nunca llueve a gusto de todos, y en este caso es literalmente cierto: mientras el campo se echa las manos a la cabeza, el sector del turismo vive su gran verano. La lluvia que genera riqueza al caer sobre las cosechas, acaba con ella cuando lo hace sobre las terrazas. Héctor Ayestarain, al frente de La Casa del Médico, en Renedo (Piélagos), ve cómo el chaparrón vacía su jardín, que equivale a cuarenta mesas menos. «Para los que tenemos terraza, que llueva supone atender a la mitad de gente». Para su negocio, este ha sido un gran verano con mesas llenas cada noche. «Por la noche es una locura a partir de las siete de la tarde, cuando la gente regresa de la playa. Este verano estamos trabajando muy bien: desde que abrimos es el mejor, con mucha diferencia».
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