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Era un pedregal. Un paréntesis de lascas de roca y cantos de casi cuatro kilómetros en lo que debía ser un río. Por entonces, ese tramo del Pas –entre Corvera y las piscinas de Ontaneda– parecía una autopista. Un cauce interrumpido, cortado. Fue hace tres semanas y la estampa ponía los pelos de punta. Postal de sequía. Ayer, la imagen era ya otra. Nada que ver. «Ahora está todo unido», decían para explicar el cambio junto al puente de hierro que recuerda a los de Madison entre San Vicente y San Martín. Para hacerse una idea, los que estudian a diario sobre el terreno el nivel del río cuentan que, después del fin de semana, subió «casi dos metros y medio». Y que así, si la cosa no se complica, debería aguantar hasta la primavera. Allí y en todas las orillas. El agua del fin de semana fue agua bendita para los cauces y los manantiales cántabros. Un alivio muy necesario confirmado por los datos oficiales de la Confederación Hidrográfica. Pero, por ahora, sólo un alivio que tendrán que confirmar las lluvias previstas para estos próximos días.
A la altura de Bezana, por la autovía, se ven las montañas nevadas. Muy al fondo, pero blancas. Los que estos meses viven pendientes del agua miran embobados la escena. Oro líquido. «Ahora mismo, la situación está bien», comentan en el Pas. El río vuelve a ser eso, un río.
Aún quedan a la vista parte de esas plataformas de piedra que quedaron descubiertas, pero casi todo está ya cubierto por una capa de agua. Allí, y en todos los ríos, se da un fenómeno idéntico. «Cuando hay una sequía muy grande y llueve mucho de repente, se ve mucho la subida, es muy evidente. Pero también la bajada cuando para de llover y se estabiliza. De ayer a hoy a estas horas, de esos dos metros y medio de ganancia habrá bajado un metro. Pero hemos salido ganando». Por eso, en Liérganes, por ejemplo, llamaba la atención el domingo por la tarde la fuerza con la que bajaba el Miera. Más que nada porque llevaban ya tiempo sin verlo así.
Cota de nieve Estará hoy en torno a los 1.100-1.200 metros, pero podría bajar más.
Bajada de temperaturas Las máximas en Cantabria no pasarán hoy de los catorce grados.
300 litros por segundo daban el viernes los manantiales de Santander. El lunes, 2.300.
Esa secuencia de fluctuación –con balance positivo– entre el viernes de la pasada semana y ayer se repite como una fotocopia en el Saja, el Asón, el Agüera... O el Besaya. «No es algo exagerado, pero sí que ha subido. Le hacía falta. Yo diría que está como un 10% más alto y baja un poco más alegre, que viene bien», comentaba Paco Gómez detrás de la barra del restaurante Fleming, pegado al puente que une Somahoz y San Andrés. José María Fernández, echando un ojo al cauce desde el paso, llamaba la atención de la vegetación aplastada como señal del efecto y la presencia del agua en ese subir y bajar. «Sí que estará como un metro mejor de lo que estaba. Yo otras veces lo he visto peor que como ha llegado a estar esta vez, pero sí que había bajado bastante». Y sabe de lo que habla. Pasa por el puente –merece la pena la visita– hasta cuatro veces al día.
Lo de la mejoría –y lo de la fluctuación– lo explican bien desde Santander al hablar de sus manantiales. «Las lluvias del pasado fin de semana dejaron unos 67 litros por metro cuadrado de agua en la zona de las captaciones de Santiurde de Toranzo de las que se abastece la ciudad, lo que ha supuesto una mejoría importante de las reservas y ha permitido desactivar desde el lunes la captación del Bitrasvase», relatan desde el Ayuntamiento. «A día de hoy –resumen– el caudal de los manantiales cubre ampliamente la demanda de la ciudad sin necesidad de captar agua del Bitrasvase». Fin, en principio, de las alarmas. Pero con la vista puesta en la previsión.
Porque las situaciones son absolutamente cambiantes. El viernes pasado, esos manantiales aportaban sólo trescientos de los setecientos litros por segundo que, de media, necesita Santander. El lunes, tras las precipitaciones, alcanzaban los 2.300 litros por segundo. Y ayer por la mañana, 1.300. «Con esto debería normalizarse todo –explicaba un caminante cerca del Pas–. Pero te vienen ahora diez o quince días de viento Sur, temperaturas altas y nada de nieve en el Castro Valnera y...». Otra vez la autopista de piedras.
Por eso ayer en la barra de un bar y otra vez en mangas de camisa a la hora del aperitivo se hacían cruces sobre la situación de los ríos y la sequía. Sol y casi 18 grados. «Sólo ha llovido un par de días y ya». No. El martes fue un paréntesis porque la previsión es que siga lloviendo (ya lo hizo por la tarde). De hecho, prácticamente toda la comunidad autónoma estará hoy en alerta amarilla por el riesgo de fuertes lluvias (también hay un aviso relacionado con los fenómenos costeros). Y ojo con la nieve. «Precipitaciones intensas en el norte de la comunidad que podrían ser localmente fuertes. Cota de nieve en torno a 1.100-1.200 metros, aunque podría nevar a 1.000 metros temporalmente», apuntan para este miércoles desde la Agencia Estatal de Meteorología. Hablan de «lluvias y chubascos generalizados» y de bajada de las temperaturas máximas (no pasará de los catorce grados). Todo apunta a una jornada desapacible, que tendrá continuidad –aunque con menos fuerza– a medida que avanza la semana.
Son sólo cuatro centímetros en la «lámina». En la altura. De los 830,56 metros sobre el nivel del mar del día 5 a los 830,61 del día 7. Para la vista es poca cosa, pero «hidrológicamente es significativo». Son los datos del Pantano del Ebro, los que ofrece la Confederación Hidrográfica, comentados por Miguel Ángel Toca, técnico medioambiental en el Ayuntamiento de Campoo de Yuso. Tan significativo que, según la web embalses.net, la última semana en la que el pantano subió fue la del 12 al 18 de junio.
«Es una subida mínima. Con los consumos de la cuenca no sirve para retener demasiado, pero claro que viene bien. Es un alivio», destaca Toca al referirse a los dos hectómetros de subida registrados en tres días, traducidos en cuanto al porcentaje de agua respecto a la capacidad total del embalse en un ascenso del 24,21 al 24,27%. Pero es algo más que eso. «Es –prosigue– un alivio para los campos y los pequeños arroyos que hay en las orillas del pantano, por los que el agua vuelve a circular, aunque sea un hilo. Ha servido para restituir los pozos de los arroyos y también para recuperar la humedad ambiental». Y todo eso tiene efectos concretos: «Los ganaderos de la zona no tienen que andar movilizando el ganado para buscar agua porque en sus propias fincas se forman pozas».
Lluvia, deshielo de las primeras nevadas, fin de las captaciones del bitrasvase desde Santander por la mejoría de los manantiales... Todo suma. El caudal del río Ebro por Reinosa ha pasado de 0,54 metros cúbicos por segundo el pasado sábado a 1,12 ayer mismo (según los datos de la Confederación). Allí sí que miran las cumbres blancas de estos días con esperanza. Porque, mucho más que las precipitaciones, para el pantano lo determinante son las nevadas.
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
Sócrates Sánchez y Clara Privé (Diseño) | Santander
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