Secciones
Servicios
Destacamos
Alfredo Callejo Ruente
Alfredo Callejo ha bajado esta semana de Sejos a uno de sus potros herido por mordedura de lobo en una pata trasera. Se suma éste a la lista de ataques registrados por este ganadero de Barcenillas (Ruente), que ha llegado al punto de tener que deshacerse de los terneros que tenía. Por eso, recibe con desánimo las noticias que vienen desde Bruselas de la intención de replantearse las medidas de protección del lobo.
«Es tarde ya, lo tenían que haber hecho antes, los daños que está habiendo ya no se pueden soportar», afirma, convencido de que «no se tenía que permitir que estén pegados a las casas». «Arriba, en el puerto, cuentas con que pueden aparecer», pero no comprende que se estén produciendo ataques en el mismo pueblo.
«Aquí cada vez hay más», dice, desconfiado sobre lo que se pueda conseguir para encauzar la situación. «Creo que nada», afirma tajante. «Llegará la primavera que viene y estaremos en la misma situación», considera.
Desde hace un tiempo cría a los animales que aún conserva fundamentalmente en casa, comprando pienso. «No los podemos dejar fuera porque nos quedamos sin ellos», sostiene.
Habla en plural porque «más o menos, está todo el mundo igual; algunos quitan los terneros y son una minoría los que se arriesgan a tenerlos». Cada vez, según expone, «se están oyendo más casos de vecinos afectados». Prácticamente por estadística, «ya cuentas con que te va a tocar». Este ganadero de 47 años ha tenido animales «toda la vida», pero ahora tiene que compatibilizar esta actividad como profesión con la hostelería, a la que se dedica a tiempo parcial, en el bar del pueblo, hasta las cuatro de la tarde. «Al campo vuelvo porque es lo que realmente me llena, porque nos hemos criado entre ello, no por lo que produce», subraya.
Pese a sus escasas esperanzas de que mejoren las cosas, opina que si realmente se lograra solucionar el problema del lobo, él y todo el gremio vivirían «mucho más tranquilos». Así, podrían, señala, «aprovechar mejor los montes». En resumidas cuentas, lo que solicita Callejo no es que acaben con los lobos, «pero sí que haya un control sobre la población, que no se tiene». «Y que haya los que pueda haber, no todo lo que nazca», pide.
Miguel Izaguirre Cabezón de la Sal
Hasta 62 ovejas muertas y 114 heridas en tres años. Es el balance que presentaría Miguel Izaguirre, de Cabezón de la Sal, si le preguntasen a él, ahora que se ha anunciado que desde Bruselas se van a recopilar datos sobre la incidencia de daños causados por lo lobos.
Para llamar la atención sobre el problema que le acecha ya no sabe qué inventar. En su finca de El Turujal hay un letrero que lleva escrito en rojo un mensaje que una vez, dando vueltas en la cama sin poder dormir, le atribuyó a sus ovejas: 'Lobo vive, yo muero'. En un primer momento lo colocó junto a la carretera nacional. Pero tras una denuncia, lo ha tenido que mover por no guardar el suficiente espacio con la vía. Ahora lo ha situado más adentro, junto a los burros que compró porque había oído que en caso de que se acerque el lobo, los rebuznos le ahuyentarían. Sin embargo, no ha tardado en comprobar que esa solución no sirve. Tampoco la de los perros que trajo para cuidar la finca, uno de los cuales se rompió una pata al intentar escaparse de uno de los asaltos de los cánidos.
Lo último que ha ideado es un cerrado de dos metros de altura con pastor, para dejar a las ovejas por la noche, en el que ha invertido 1.700 euros. Decidió colocarlo después del último ataque, el de mayo, y de momento, está dando resultado, aunque no ha pasado inadvertido. «Me vinieron a llamar la atención hace dos meses porque habían dicho que tenía a las ovejas toda la noche en una jaula», explica. Esa solución le sirve, prescindiendo de otros terrenos de los que antes hacía uso, para las ovejas, pero se pregunta «qué pasa con los niños», pues cerca de su finca viven un par de ellos. «Y lo que no es normal es que a un kilómetro del centro de Cabezón estén los lobos metidos».
El ganadero recuerda el primer año en el que sufrió ataques, cuando murieron 26 de sus animales. Y la última vez que se encontró un resultado desolador: «Ese día, saltó por la puerta y me entró a la cuadra». A sus 66 años, sigue teniendo la ganadería como pasión, pero, después de este tiempo «en número rojos en lo referente a los animales», y sin cobrar todavía por las pérdidas del año pasado, considera que «tienen que poner alguna medida porque el campo se está quedando sin gente y sin ganado».«Habrá que hacer un control de los animales, no matarlos a todos».
Raúl Gómez Roiz
Cuando tú llegas al prado y te encuentras a los animales desangrados, ovejas con las tripas fuera y todavía vivas, es lo peor que te puede pasar», asegura Raúl Gómez, ganadero de Roiz (Valdáliga), cuando se le pregunta sobre la problemática del lobo, que define como «un asedio constante».
Como afectado por varios ataques sufridos por sus animales –el último la noche antes a la conversación para este reportaje–, tras conocer la intención que hay desde Bruselas de replantearse la protección del lobo y recopilar datos para evaluar la incidencia de los daños, este ganadero opina que «ya es hora de que empiecen a hacer algo, de que entre un poco la cordura y el sentido común». Porque «esto está acabando con todo, con las tradiciones y formas de vida de los pueblos», al tiempo que está «llevando a la ruina a muchas familias».
Y lo dice instantes después de encontrar a uno de sus potros, en Bustriguado, «matado y medio comido por los lobos». Se dio cuenta nada más llegar a la finca al ver a la yegua sin la cría detrás. «Te pones en lo peor». En este caso, encontraron los restos en el monte, algo que no ocurre siempre y posibilita que quede reflejado el suceso. «En el monte, la mayoría no los encuentras, o ya llegas tarde porque vienen los buitres», lamenta.
Con 29 años, es de esos jóvenes que aún quedan con muchas ganas de dedicarse a este oficio, pero a veces se llega a plantear si debería tomar otro rumbo, temeroso de lo que pueda ocurrir en sucesivos ataques. «Toda la vida peleando por tener algo para que un día se vaya todo al garete». Entre vacas, yeguas, cabras y ovejas cuenta con más de trescientos animales. Ninguna de las especies se ha librado. «A las vacas les había costado más caer, pero cuando ya no queda otro...», cuenta.
Como medidas de seguridad, los mastines «y de todo», pero «es imposible controlarlo». Primero, porque el ganado una vez que sube al monte, «está muy esparcido, y puede que si hay cien vacas estén divididas en quince rebaños». Pero es que también ocurre en el propio pueblo. «Ya está comiéndonos en casa». Por ello, el ganadero defiende firme su posición en este asunto: «Nadie quiere extinguirle pero hay que controlar al lobo, porque está bajando hasta la costa».
Iván Alonso Turieno (Camaleño)
Liébana es una comarca donde la ganadería siempre, durante su larga historia, fue un referente. En los últimos años, las explotaciones ganaderas cada vez van más en descenso, y lo que es más preocupante, no hay un relevo generacional. Los pocos ganaderos jóvenes que continúan en la actividad están desesperados ante los continuos ataques al ganado de los lobos. Iván Alonso es un ganadero de 45 años de la localidad de Turieno, en el municipio de Camaleño, que desde niño sintió una predilección especial por el ganado y sobre todo por las razas autóctonas. En la temporada de verano lleva a sus ovejas y yeguas a pastar al puerto de Áliva, en el corazón de Picos de Europa.
Tras conocer que la Comisión Europea se plantea ahora revisar la polémica protección del lobo, tan cuestionada desde el sector ganadero, que es el que sufre las consecuencias en sus cabañas, y que se estudia la posibilidad de volver a autorizar las batidas selectivas donde sean necesarias, su opinión es muy clara: «Se trata de la única solución factible para poder continuar con las explotaciones ganaderas. De lo contrario, si se mantiene esta situación, es totalmente insostenible seguir adelante».
Alonso es consciente de que «cada vez somos menos los jóvenes ganaderos que seguimos con esta actividad. En el puerto de Áliva, donde durante el verano llevo a mis ovejas y yeguas, hace unos años había miles de ovejas y cabras de más de una treintena de ganaderos del municipio de Camaleño. Ahora, no llegamos a una decena los que mantenemos este ganado», lamenta.
El ganadero lebaniego afirma que «la protección actual del lobo es incompatible con nuestra actividad, ya que cada vez las bajas son más cuantiosas». Esta misma semana ha perdido una perra mastina de ocho años víctima del ataque de varios lobos en el interior del puerto de Áliva, donde estaba al cuidado de sus animales. «Es el tercer mastín que muere este verano por este motivo, ya que los dos anteriores eran de Toño Vélez, ganadero de Villagloria. Si los lobos se especializan ahora en matarnos a los mastines, que es la única protección que tenemos, ya es la puntilla a nuestra actividad. O se toman medidas serias o la ganadería en Liébana se acaba. Nos extinguimos».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.