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Esta semana hemos conocido que los estudiantes cántabros suspenden a la hora de solucionar problemas en grupo. Lo cual, al parecer, computa como demérito. Preocupante ... sería –acaso– la incapacidad individual para resolver enigmas. Pero el fervor socializador, que contagia pedagogías y terapias, nos adiestra en lo colectivo, en la extroversión frente a la reflexión interior. Quien no exponga su intimidad en una red social, quien no exprese sentimientos, quien prefiera soledad y silencio frente a grupo y ruido puede ser sospechoso de introspección, una especie de sedición emocional patológica. El hombre se adentra en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio, predicaba Tagore.
Si nuestros jóvenes presentan dificultades para solucionar problemas en grupo tienen a quién salir. Sus referentes políticos tampoco andan sobrados de habilidad y utilizan directamente el comodín del tránsfuga. Aunque con escandaloso vaivén moral. El PP –con Podemos y Ciudadanos– registró ayer una iniciativa antitransfuguismo en el Parlamento 48 horas después de haber aprobado el Presupuesto de Santander con el voto de un tránsfuga. Pásmense con la descarada ceremonia de transfiguración del transfuguismo, a menos que sea un error de prefijos: donde dice ‘anti’ debería decir ‘pro’. Alguien dijo que quien cede a la hipocresía está en condiciones de elegir entre mentir o decir la verdad, y conoce la diferencia.
Pero hay algo que se escapa a la estadística de incapacidad colectiva con un aprobado mayúsculo. Algo que sí nos sale bien como grupo: engranar un ejército de seiscientos voluntarios del Banco de Alimentos para recoger comida en los supermercados el próximo fin de semana. Este año ya han repartido 220 toneladas de alimentos a 24.000 personas. Recientemente, Cáritas recolectó cinco toneladas de alimentos y 240 litros de leche, que alcanzarán para quitar el hambre solo durante dos meses a las familias necesitadas de Los Corrales.
Si hay un plan de emergencia social activo en el Gobierno y en los ayuntamientos, si nos dicen que ahora menos gente necesita cobrar la renta básica, cabe preguntarse por qué todavía tantos cántabros necesitan alimentarse de caridad.
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