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Leticia Cardenal Salazar (Santander, 1982) concede esta entrevista en una mañana un tanto ajetreada. Tras conocerse que deja la presidencia de la FAPA (Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos) ... de Cantabria, su teléfono no ha dejado de sonar. Le piden entrevistas, le felicitan e, incluso, le animan a que continúe como portavoz de las familias de la educación pública. Lleva tres legislaturas en el cargo y los estatutos que ella misma reformó tras el convulso periodo de Juan Vilches le impiden volver a optar a la presidencia de la FAPA. Seguirá, sin embargo, ligada a su dirección en el puesto que sus compañeros decidan: «Estaré donde me digan, donde pueda seguir ayudando».
Cardenal responde a las llamadas sin perder el hilo de la reunión telemática que la Confederación estatal -que ella preside- mantiene a media mañana. Nunca, dice, ha rechazado una invitación para dialogar sobre educación pública. «Si te dan medio minuto para hablar de la escuela pública, es medio minuto y hay que ir. Hay que ir donde te llamen», declara.
Ella se va de la presidencia de la FAPA satisfecha, con alguna espinita clavada, pero satisfecha. Las aulas de 2 años, cuya defensa provocó su entrada en este mundo de la representación educativa, están asentadas, y se ha instaurado un banco de recursos en cada centro. Además de esos logros, Cardenal está orgullosa de haber conseguido «que la FAPA sea una referencia. Haber logrado que la voz de las familias esté presente en los foros es importante».
A José Manuel Torre, hasta ahora secretario de la federación y único candidato a sucederla, le desea todos los éxitos. «Capacidad de trabajo tiene. Para mí ha sido parte de un equipo inmejorable», destaca.
-Aunque seguirá involucrada en la directiva de la FAPA, ¿con qué sensación deja la presidencia?
-Es una mezcla de sensaciones. Me voy satisfecha: creo que hemos hecho más de lo que podíamos y eso en algunos casos ha pasado factura personal. Influye mucho el cariño de la gente que llama y te agradece que les representes. Pero también ha habido momentos duros, sobre todo con el calendario escolar. El calendario se convirtió en una pelea, se personalizó. En mi recayeron críticas de todo tipo, hasta se dijo que tenía un interés personal en defender las jornadas continuas. El momento más duro fue sin duda ese conflicto. Fue un desgaste personal. Y es la espina que me llevo: no haber conseguido que se diferencie el calendario escolar del laboral.
-¿Fue un momento más duro que la pandemia?
-Con el covid hemos trabajado bien, en conjunto.
-¿Qué diagnóstico hace de la educación cántabra?
-Veníamos de un menos cinco y estamos en el dos. Para llegar al diez nos queda mucho por hacer. La educación tiene que ser una prioridad porque estamos educando a los chicos y chicas del futuro, los que van a dirigir la sociedad. Y lo que se invierte en educación es eso, inversión, y no un gasto. Falta mucho por hacer, sobre todo, en el fomento de la escuela pública. Es la única que logra la igualdad de oportunidades y trata a todo el alumnado por igual. Hay que invertir en la escuela pública y eso es algo en lo que todos debemos creer, independientemente del partido que gobierne. La educación pública se puede mejorar, pero nunca perjudicar. Lamentablemente, en Cantabria hemos visto que cuando gobierna algún partido, el retroceso es importante. Ahí están leyes como la Lomce.
-Hablando de leyes educativas, ¿qué le parece la actual, la Lomloe?
-Es una ley que ha contado con la participación de la comunidad educativa por mucho que haya sectores que digan que no. Es una ley que no me gusta al 100%, pero hablar de equidad, de los derechos del niño, de la igualdad de oportunidades, todo eso es fundamental. Por lo tanto, aunque no sea mi ley al 100%, ni la ley de las familias, va por buen camino. Se puede mejorar, evidentemente, pero no hay ningún partido que vaya a hacer una ley que nos guste al cien por cien a las familias. Esta va por buen camino. Para interpretar la ley, lo que nos hace falta es formación. Cuando se hace un cambio de estas características, tiene que explicarse bien. Las administraciones tienen que hacer especial hincapié en informar de los cambios, algo que aquí, en Cantabria, hemos reclamado muchas veces. Si se pone todo en común no habrá malentendidos.
-¿Cómo enriquece la educación la aportación de las familias?
-Mucho. En los últimos años hemos tenido un cambio de mentalidad. Hasta hace poco se pensaba que las familias sólo organizaban la fiesta de fin de curso, la magosta, el carnaval y pagaban las excursiones; que eso era participar. Nosotros teníamos claro que no lo era, que queríamos participar de manera efectiva en los centros y ser parte importante de su proyecto educativo. Está demostrado que cuando las familias trabajan con el resto de la comunidad educativa, el centro funciona mejor.
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Ana del Castillo
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