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La fotografía tiene un halo como fantasmagórico, oscuro, casi tétrico. Las luces llegan blandas, diluidas, desde el polígono que emerge al fondo, mientras una densa niebla cubre la creciente marea que ha empujado a las garcillas bueyeras hacia la orilla, donde se reúnen, apelotonadas, para combatir el frío y ofrecerse mutua seguridad. El ferry, una mole de metal, entra en la escena por la izquierda como un coloso, y parece empujar al vuelo a cientos de estas pequeñas aves blancas, que dejan impreso en la oscuridad del cielo el trazo de su anárquico vuelo nocturno. Esto, como en tantas cosas, es cuestión de gustos. Pero esta fotografía impone, cautiva, inquiere y requiere a quien la contempla.
Lo mismo le debió ocurrir al selecto jurado escogido por el Museo de Historia Natural de Londres, posiblemente el más prestigioso del mundo en su campo, que se encargó de seleccionar entre las más de 50.000 fotografías recibidas desde 92 países las 100 imágenes finalistas de esta edición. Porque allí estaba, aunque a su autor, el cántabro Roberto González García (Santander, 1983), le llevase un buen rato asumir que el correo que acababa de recibir le confirmaba precisamente eso, que había cumplido uno de sus sueños: colar una de sus imágenes de la naturaleza de Cantabria entre las mejores del conocido coloquialmente como el ‘Pulitzer’ de la fotografía natural.
El reto era mayúsculo y las oportunidades de éxito, nimias. En el ‘Wildlife Photographer of the Year’ compiten fotógrafos profesionales de medios y publicaciones del prestigio de la National Geographic, de la BBC o de Discover con otros que son aficionados, como en el caso de Roberto González García, conservacionista cántabro que siempre que va al encuentro de la naturaleza lo hace con su cámara colgada del hombro. Por eso, porque en materia fotográfica conoce bien el campo que pisa, Roberto González era consciente de la dificultad que enfrentaba: «No es sólo un concurso, se trata de un evento esperado cada año por miles de fotógrafos de naturaleza de todo el mundo. Es un pequeño rincón de inspiración donde se muestran los mejores trabajos fotográficos de naturaleza del momento. Algunos muestran historias a las que han dedicado años de su vida...», explica cuestionado por el alcance del concurso.
En su caso, la imagen con la que ha conseguido ser finalista en este premio de alcance mundial le ha llevado dos años de trabajo, acudiendo varios días a la semana a la zona donde se ubica el dormidero de garcillas bueyeras más importante de todo el norte de la Península Ibérica, localizado en la Reserva Ornitológica de las Marismas Blancas de El Astillero. Con la idea de participar en la categoría de ‘Urban Wildlife’ (vida salvaje en entornos urbanos), Roberto González tuvo desde el principio en mente retratar la presencia de estas aves salvajes en un entorno altamente condicionado por la presencia y la actividad humanas.
Fruto de su perseverancia, este año ha recibido un reconocimiento que nunca olvidará. Sobre todo por lo que representa. González reconoce que participar ya era un motivo orgullo, pero ser seleccionado por un jurado de semejante nivel y con una fotografía de Cantabria, su tierra, era algo inimaginable. Pero ocurrió, y acabó viajando a la final en Londres, una experiencia que no olvidará fácilmente. Por el evento en sí, lleno de magia y capacidad inspiradora; por la calidad humana y el gran apoyo al conservacionismo que realizan muchos de esos profesionales en su día a día; y, sobre todo, por poder lucir con orgullo en todo el mundo su pertenencia a una tierra cuya naturaleza considera excepcional.
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