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Lotes para llenar el plato
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Emergencia ·
El Ayuntamiento de Santander organiza un reparto para situaciones urgentes. La alcaldesa acude a diario al mercado de La Esperanza para coordinarloEn el mercado de La Esperanza, poco antes de las ocho de la mañana, huele a un día recién empezado. No hay clientes todavía, pero sobra trajín. Y más ahora, que muchos puestos llevan los pedidos directamente a los hogares. La plaza parece un escenario antes de abrir el telón (siempre hay alguien corriendo). Allí, en una esquina, últimamente hay diez cajas preparadas. «Contienen lo básico», dice Antonio Revert, de El Valenciano, el puesto que se encarga de surtir todo lo que va en esas cajas. Para entender a quién van dirigidas lo mejor es una historia real. Sin nombres ni apellidos, pero real. Familia con hijos. El padre daba extras de hostelería que ahora no hay y un hijo ponía copas que ahora no se sirven. Tiraban con eso. En el banco, la cuenta no llegaba a mil euros y cuarenta días en casa se los han comido. Nunca habían tenido que pedir ayuda para comer, pero es que no queda nada en la libreta (ni en la nevera). Ni siquiera sabían dónde se pedía. En uno de estos lotes está lo que comerán hoy mismo o mañana, hasta que los servicios sociales o el banco de alimentos cumplan con los trámites para hacerse cargo. Es, por resumir, un lote de emergencia. Para llenar el plato.
Lo cuenta Gema Igual. La alcaldesa pasa cada día por el puesto de la plaza a las ocho con la lista de los pedidos que hacen falta y organiza las cestas y la jornada antes de ir a su despacho o a cumplir con la agenda que le toca. Suelen preparar diez, aunque, a lo largo del día, pasan a por alguno más. «Quince de media», concreta. «Llevamos mes y medio en casa y con muchas personas sin trabajar. Pero comer, hay que comer a diario. En Santander tenemos alrededor de 3.500 familias que son usuarias de los servicios sociales, pero en esta situación hay muchas personas que han acudido al ayuntamiento por primera vez y la ayuda es para eso, para comer». Casos concretos. Llegaron esas llamadas y se buscó una solución sobre la marcha. «Cruzamos la calle y vinimos al mercado de La Esperanza. Hablamos con los puestos y quedamos en que El Valenciano nos surtiría». Allí el Consistorio hace la compra y paga la factura. Cada día -están moviéndose para encontrar un patrocinador-. «En el Ayuntamiento hay una rueda diseñada entre los servicios sociales -que evalúan cada caso- o el banco de alimentos -que los proporciona y con quien se colabora-. Pero, en esta situación, esas familias que por primera vez piden alimentos no pueden esperar esos tres, cuatro o cinco días que se tarda en surtirlas con el pedido para tres o cuatro semanas. Yo no puedo decirle a una persona en estas circunstancias que si para mañana no tiene comida, que espere hasta que le llegue cuando tenga la ficha abierta». Esta idea supone una respuesta (y -recalcan-, coordinados en todo momento con el propio banco de alimentos).
Aceite, arroz, legumbres, tomate, huevos, leche, patatas, unas piezas de fruta, unas latas de mejillones o unas galletas. Es lo que se ve echando un vistazo a las cestas. Productos de primera necesidad, los «que han recomendado desde servicios sociales». Comprados en un comercio local y «en todo lo que se puede, producto cántabro».
Con los pedidos hechos y la factura preparada, desde El Valenciano trasladan las cajas al mismo Ayuntamiento (a la entrada en la que está la Policía Local). Allí, la alcaldesa deja la lista con las direcciones a las que hay que llevarlo y, unas horas después, se inicia el reparto. De eso se encarga desde hace unos días un grupo de voluntarios de Cantabria ConBici. Una media de seis personas que han recibido del Consistorio el material de protección para hacer el reparto con seguridad. Llegan, cargan las alforjas de sus bicicletas y recorren la ciudad a pedales.
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«¿Qué sois? ¿Turistas?», les han gritado en alguna ocasión desde los balcones. Lo contaban en una información publicada por El Diario. Llevan el chaleco de la asociación puesto, pero, de lejos, no siempre es suficiente para dejar claro que no andan de paseo. En alguna ocasión, de hecho, les ha parado la Policía porque algún vecino llamó al verles llegar. «En ocasiones tenemos que dar vueltas para encontrar la dirección y han llegado los agentes alertados, pero al enseñarles el salvoconducto no ha habido ningún problema», comenta Raúl Reyes, presidente de este colectivo. «Estamos haciendo una labor social, no es una excusa para salir a dar un paseo».
«Los ayuntamientos -en muchos de la región están poniendo en marcha iniciativas de apoyo de este tipo para sus vecinos- somos las administraciones más cercanas y tenemos que estar cuando el ciudadano lo necesita», comentaba ayer Igual poco antes de dejar el mercado para ir a su despacho y arrancar su jornada. Justo cuando por la plaza, los clientes empezaban a caminar por los pasillos.
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
Sócrates Sánchez y Clara Privé (Diseño) | Santander
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