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Una cuadrilla de bomberos forestales de Cantabria lucha contra un incendio a base de paladas. Sane
La lucha imposible contra el fuego

La lucha imposible contra el fuego

Cantabria ·

Medio Ambiente advierte que está trabajando con la Guardia Civil para fortalecer la vigilancia de los montes

José Carlos Rojo

Santander

Domingo, 28 de febrero 2021, 07:30

La guerra contra el fuego en los montes cántabros se ha demostrado hasta ahora una batalla imposible. Lo demuestran los hechos. Décadas de esfuerzos en educación y concienciación, años de debates en torno a la mesa del fuego y el consenso alcanzado en el Plan Estratégico para la Prevención y Lucha contra incendios, vigente desde 2017, han resultado inútiles. Nada puede todavía con el arraigo de la tradición en el campo, que continúa viendo en el fuego un modo de gestión del monte. Gobierno, ecologistas, ganaderos y profesionales de montes analizan una problemática que no puede quedar reducida al simple maniqueísmo: fuego sí, fuego no.

«El problema aquí es que, como ha ocurrido con el lobo, se toman muchas decisiones desde el asfalto de las ciudades de lo que nos concierne a los que vivimos en el campo, y no nos damos cuenta de que desde el desconocimiento de la realidad, no se puede legislar», advierte Gaspar Anabitarte, secretario general de la Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses (Ugam).

Cuenta que el fuego se ha utilizado siempre como forma de «limpieza y regeneración del pasto», y que es ahora cuando parece que las llamas se han convertido en el enemigo número uno a batir en los montes. «No tiene sentido que yo pueda ir con la mochila a fumigar con un herbicida que es cancerígeno y que está permitido, y no pueda quemar unos rastrojos en la esquina de un prado», argumenta el ganadero. «Pasados unos meses tras el fuego, los campos quedan preciosos y el ganado se lanza a devorar esas hierbas tiernas». «Casi nunca se queman bosques, sucede una de cada cien veces, ¿y eso que se cuenta de la desertificación del suelo? Que me lo expliquen si cuando se regenera el césped surge más verde y vivo que nunca».

Los datos

  • 672 incendios se registraron en toda Cantabria durante el pasado 2020.

  • 5.988 hectáreas de monte y bosque se quemaron en toda la región en 2020.

  • 200 incendios se han contado desde que comenzó 2021. Muchos de ellos sucedieron en febrero.

  • 35 cuadrillas de bomberos forestales existen actualmente en la región.

  • 400 trabajadores integran la plantilla de la dirección general de Biodiversidad.

En el plano opuesto, Ecologistas en acción ha desgranado en numerosas ocasiones el perjuicio «irreparable» que las llamas le causan al monte. «Impacto paisajístico, erosión y pérdida de cantidad y calidad del suelo, pérdida de biodiversidad, muerte de ejemplares de especies animales y vegetales, disminución de la retención del agua en la tierra. Desestabilización de las laderas, consecuencias negativas en inundaciones y periodos de precipitaciones excepcionales, riesgo de corrimientos de tierra, aumento del riesgo de aludes de nieve. Gasto público importantísimo que gira en torno a los incendios forestales y ganaderos, sucesión negativa de la evolución natural de los bosques, riesgo para los bienes inmuebles, riesgo para las personas en general, y un largo etc», enumera Florencio Enriquez, de Ecologistas en Acción. «En el fuego todo es malo y nada es bueno, no podemos entrar en el juego de las medias tintas».

Cierto es que no se le pueden poner puertas a las llamas, y quien prende la primera mecha –habitualmente en días de intenso viento sur– es incapaz de predecir el comportamiento caótico del incendio, que en los últimos años ha causado estragos en bienes ecológicos, materiales y cerca ha estado de producir muertes. «No consiento que digan que el fuego no es peligroso. Nadie me puede decir eso a mí, que precisamente hace poco menos de una semana tuve que huir de las llamas en medio de una montaña porque avanzaban a una velocidad espantosa y cerca estuvieron de envolvernos», aclara Rosaura Campuzano, capataz de la cuadrilla de Bomberos Forestales en Cabuérniga.

Ella sabe bien de lo que habla cuando se refiere al peligro real del fuego. «Acecha casas, pueblos enteros. Termina con la fauna, porque hemos visto animales de todo tipo calcinados y siempre que salimos a apagarlos, somos nosotros mismos quienes nos jugamos la vida. No consiento, de verdad, que alguien me diga que el fuego es un modo legítimo de gestión del monte», asevera.

Desde su punto de vista, son precisas medidas más contundentes, ejemplarizantes. Que inutilicen el suelo calcinado durante un tiempo. «Se deberían acotar espacios, obligando al incendiario a que pague por su acción. Y como muchas veces es imposible identificarlos, lo que sí se puede hacer es proteger el prado. Yo abogaría por prohibir cualquier uso en estos terrenos quemados».

La puesta en práctica de medidas coercitivas es algo sobre lo que trabaja la Consejería de Medio Ambiente desde la puesta en marcha del Plan de Prevención de Incendios de 2017. «Nos hace falta mejorar la labor de educación y la de persecución de quienes queman los montes», zanja Antonio Lucio, director General de Biodiversidad, Medio Ambiente y Cambio Climático. Lo primero necesita tiempo, y lo segundo de mayor coordinación entre Gobierno y Guardia Civil, «algo sobre lo que se está trabajando mucho en los últimos meses y sobre lo que no podemos hablar, por razones obvias», aclara Lucio.

Bien es cierto que con un plan de lucha contra incendios, que cuenta con apenas cuatro años de vigencia, aún es pronto para valorar su éxito o fracaso cuando se trata de combatir una costumbre que ha pervivido durante siglos. Desde el Gobierno tampoco se ha adoptado una postura extrema. «No queremos eliminar el fuego del monte;pero sí regularlo de verdad para que no de ningún problema».

Los servicios jurídicos de la Consejería de Medio Ambiente ultiman estos días la nueva Ley de quemas controladas, que llegará al Boletín Oficial de Cantabria (BOC) en menos de un mes. Pero todo el mundo coincide en que será sólo una medida más que ayudará a atajar el problema, no la solución.

Porque además de los castigos, también hay quien piensa en los incentivos. En la Universidad de Cantabria (UC), Alberto Fernández ha estudiado la huella que los incendios dejan en el sustrato. «Con todos los matices, el fuego siempre causa daño en los suelos, y es que no sólo se calcina la vegetación que vemos en superficie, sino lo que está bajo la tierra», remarca.

Fuego 'bueno' y 'malo'

Los fuegos que los ganaderos denominan como 'malos' son los que se perpetran en verano, con los suelos secos, pues el calor destruye buena parte del sustrato, lo que contribuye de forma decisiva a la desertificación. El fuego 'bueno', el que se da en esta época del año, aprovecha los días esporádicos de viento sur para atacar sólo a la superficie en unos suelos que están húmedos por las lluvias frecuentes. «¿Pero quién sabe cuán húmedo o no está el suelo?», cuestiona el experto del Departamento de Ciencias de la Tierra y Física de la Materia condensada.

En sus estudios, que han encontrado relación directa entre los argayos importantes de la región y estos procesos de desertificación, ha encontrado muchas veces incongruencias en las creencias populares. «Nosotros tenemos sensores de humedad en los montes y a veces vas a los pueblos y te dicen... 'el suelo está muy seco' y por otro lado compruebas que tiene un 80% de humedad. Con esto quiero decir que si no existe un método científico, nadie puede fiarse de su apreciación. Por eso hacer un fuego puede ser peligroso siempre», explica.

Las multas a quienes han sido sorprendidos con el mechero han llegado a ascender a 40.000 euros, que es la cuantía que se estipula que puede costar la extinción. «Imaginemos todo el dinero que gastamos anualmente a la lucha contra incendios. ¿Qué pasaría si esas cuantías fueran a ayudas a la ganadería y la agricultura?», propone.

El problema es que en ocasiones hay otras motivaciones que llenan los montes de llamas. «Depende de las zonas de Cantabria pero no sólo se quema por aprovechamiento de pasto. El fuego también es un modo de protesta y estos días hemos asistido a un debate muy sonoro», explica Guillermo Palomero, responsable de la Fundación Oso Pardo, que sin nombrarlo se refiere a la controversia en torno a la protección del lobo. «Lo que todos debemos tener claro es que el monte es patrimonio de todos y que no se puede consentir que unos pocos estén atacándolo de forma recurrente y no pase nada».

Blanco:«La gente tiene que delatar a los terroristas ambientales»

. «Va a haber muchos agentes en los montes estos días, pero aún así va a ser complicado sorprender a estos terroristas cobardes». El consejero de Medio Ambiente, Guillermo Blanco, habla sin tapujos del fuego y de quienes lo perpetran:«Por eso necesitamos la colaboración ciudadana. Para que todo el mundo pueda ayudar en la identificación de estos cobardes que utilizan mechas retardadas para incendiar el monte sin ser vistos».

La Consejería va a poner todos los medios para 'cazar' a los infractores. Hasta el momento se ha demostrado harto complicado demostrar quién prende la mecha. «El consejero piensa que va a poder llevar a los tribunales a la gente pero no va a tener pruebas contra nadie, es muy complicado», resuelve Gaspar Anabitarte, de UGAM. Pero al menos lo van a intentar. Las multas a día de hoy pueden superar los 40.000 euros, el montante que cuesta todo el operativo de la extinción, que es el grueso de la sanción. «Lo que no se puede hacer es criminalizar a un colectivo. No podemos decir que son los ganaderos los que prenden el monte porque yo he visto a muchos llorar frente a los fuegos. Son personas las que cometen este delito medioambiental y patrimonial, y vamos a perseguirlas hasta las últimas consecuencias», advierte Blanco.

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