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Equiparar las condiciones de trabajo y de Seguridad Social a las del resto de personas trabajadoras por cuenta ajena. Sobre esa base se sustenta el decreto ley que acaba de aprobar el Gobierno de España y que regula las nuevas condiciones laborales de las trabajadoras del hogar -se habla del colectivo en femenino porque más de un 95% son mujeres- y que supone un «gran avance» para este gremio, que lleva años de incansable lucha. Reclamaciones históricas que finalmente han sido atendidas después de que la justicia europea concluyera que el sistema español era discriminatorio con los derechos laborales de este colectivo. En este contexto, tres trabajadoras domésticas cuentan a El Diario Montañés cómo han vivido este «histórico» momento. Así lo define Cecilia Arana, una de las primeras trabajadoras cántabras que se atrevió a denunciar su situación laboral. Por eso, entiende este avance como «una gran victoria», que «lamentablemente» no les ha salido gratis.
Eso lo sabe bien Avelina Musquera, que hasta en dos ocasiones tuvo que pedir la baja por enfermedad y «jamás» recibió un euro. «Yo llegaba de Colombia y no tenía nada. Tuve que pedir ayuda porque de lo contrario no hubiese podido salir adelante». Y reconoce que este gran progreso para el colectivo le alegra especialmente ya que su hija está empezando a trabajar como empleada del hogar. «Si yo no he podido disfrutar de buenas condiciones, que al menos lo hagan las que vienen».
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Convadonga Menéndez coincide con Avelina porque «para lo que nos queda...». Eso sí. Va a seguir luchando porque le reconozcan todos los años que ha trabajado y no ha cotizado. «Esto nos vendría muy bien para nuestra jubilación».
Cecilia Arana
Que el derecho al paro de las empleadas del hogar es una reclamación histórica para este colectivo lo sabe bien Cecilia Arana. Lleva en esta lucha casi catorce años y medio. «Me he sentido sola durante mucho tiempo laboralmente hablando. Esta medida claro que me alegra. Pero quiero seguir luchando para que se nos reconozca también todo lo que no hemos recibido durante todos estos años», explica esta trabajadora, que es una de las primeras empleadas cántabras que se atrevió a denunciar su situación laboral.
Arana tiene 64 años y hace seis y medio que no trabaja y que no recibe «ni un euro por desempleo». Por eso, insiste en que le parece «fenómenal» la regulación laboral de su colectivo, pero reclama que también se tenga en cuenta lo que han trabajado previamente.«De toda la vida nuestro trabajo siempre ha estado muy mal valorado. A ojos de la sociedad y en lo que a derechos se refiere. A la vista está que así ha sido», explica Arana, que entiende que esta «batalla» no es solo suya. Si no de todas las que durante tantos años se han sentido marginadas por su condición laboral. «Al menos las que vienen se podrán beneficiar de esta situación. Eso es lo único que me tranquiliza, que lo que hemos sufrido el resto haya servido de algo», sentencia Arana.
Avelina Musquera
Avelina Musquera es colombiana y llegó a Cantabria hace 17 años «con una mano delante y otra detrás». Nada más aterrizar en la región se buscó la vida como pudo. Lo que no se imaginaba es que se encontraría tantas piedras en su camino. Al poco de llegar, empezó a trabajar como empleada del hogar. Y desde entonces no ha hecho otra cosa. «Trabajar y trabajar. Sin parar».
Por eso, todos los avances que impliquen una mejora en sus derechos le parecen una victoria. Pero que, «lamentablemente», ha dejado muchas víctimas por el camino. «Todos estos años me he sentido muy desprotegida. Sola. Por eso, esto es una alegría que no puedo explicar con palabras», explica Musquera. «Lo he pasado muy mal», dice en referencia a dos episodios que marcaron su vida. «Enfermé en dos ocasiones. Estuve muy grave. Y eso me obligó a estar de baja casi cuatro meses en cada ocasión. Cuatro meses sin recibir un euro. Tuve que ir a pedir ayuda porque no tenía nada». Por eso, entiende este avance «como un triunfo, que hemos conseguido entre todas, pero que ha costado –dice– muchas lágrimas».
Es consciente de que a ella no le queda mucho tiempo de trabajo, pero su hija también es empleada del hogar. «Tiene dos niños y me tranquiliza que tanto ella como mis nietos puedan vivir en mejores condiciones que yo».
Covadonga Menéndez
Quebraderos de cabeza y noches sin dormir. Así resume Covadonga Menéndez los diez años que lleva luchando por conseguir lo que hoy ya es una realidad. La regulación laboral de las empleadas del hogar. «Solo hemos reclamado lo que nos pertenece. Exactamente igual que el resto de trabajadores. Tampoco creo que sea nada del otro mundo». Aun así, prefiere no cantar victoria por el momento. Y es que, a través del sindicato USO, sigue peleando porque se reconozcan los años que ya ha trabajado. «Confío en que todo esto merezca la pena y consigamos sacar algo adelante. Me vendría muy bien para mi jubilación. He trabajado jornadas completas sin parar, es muy injusto que eso no pueda verse reflejado».
A pesar de que le disgusta el trato que ha recibido su colectivo respecto a sus condiciones laborales, quiere dejar claro que, en todos los sitios en los que ha trabajado, ha estado muy contenta. «Mis jefes siempre se han portado impecable. De eso no tengo queja».
Menéndez reconoce que haber conseguido el derecho al paro supone un «chute de energía», pero no puede evitar recordar el pasado: «Hemos vivido en un sistema discriminatorio durante muchísimos años. Ninguna entendíamos por qué. Hemos sufrido en silencio. Porque para poder vivir teníamos que seguir trabajando».
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