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El cambio de estación trae consigo una luz especial y una transformación del paisaje. Un grupo de enamorados de la naturaleza muestran fotos de sus lugares favoritos en Cantabria para disfrutar de las mejores escenas en esta época.
Que un fotógrafo con un catálogo de imágenes de Cantabria espectaculares como Javier Rosendo cuente que lo que veía a través de la cámara de su dron en una prueba le dejó «alucinado» es una demostración definitiva de belleza. La imagen recoge un «fragmento» concreto del Monte Corona. «Es una localización de bosque profundo del monte, que fue un ejemplo de reforestación en Cantabria», explica. Ubicado en la zona occidental de la región (Rosendo es un cronista visual de este espacio), con Udías, Comillas o Valdáliga como referencias, este escenario está, además, cerca de la costa y sirve como itinerario de diferentes rutas para los aficionados. Esta foto es especial para Rosendo, precisamente, porque se trataba de una prueba con su equipo aéreo. No fue algo buscado, todo lo contrario. El escenario le vino a buscar. Se queda con ella –le ha costado elegir, es lógico– por el «encanto de los colores cromáticos que ofrece la transformación de la naturaleza» durante la estación del otoño. Tanto fue así, que la prueba y esta imagen le hicieron «repetir varias veces el ir a contemplarlo».
Le gusta invitar a la reflexión con sus imágenes. Inspirar. Así, por ejemplo, en los valles pasiegos –que conoce bien– recuerda «una de las mayores destrucciones de naturaleza que ha sufrido Cantabria desde la Edad moderna, con la deforestación masiva de bosques caducifolios para la construcción de los navíos de la Armada y la alimentación de las Reales Fábricas de Artillería en Liérganes y La Cavada». «Y aún disfruta del regalo del tardío...». Conservacionista, hombre de bosque apasionado, creador de un proyecto de imágenes reconocido... Roberto González elige esta vez «un bosque en Saja, corazón del parque natural (Comunidad Campoo-Cabuérniga)». Y vuelve a invitar a pensar en «la importancia de los árboles caídos para el correcto funcionamiento de la ecología de los bosques». Robles, avellanos... «En la naturaleza cántabra no hay mayor festival de tonalidades que el que provoca la parálisis de producción de clorofila en los bosques caducifolios. El azar ha querido que Cantabria quedase ubicada en esa franja del globo que computa el paso de los años según el paso de las estaciones». A disfrutarlo.
Periodista deportivo de El Diario, amante del monte y de la fauna (tiene una buena colección de fotos de un espectáculo como la berrea), Marco García Vidart centra su elección en Palombera, aunque advierte de que se trata de algo genérico porque la imagen no recoge un lugar específico. Más bien, una zona. Y ofrece la explicación. «Desde Ozcaba, en el tramo final del puerto de Palombera, sale una pista que, en una de sus bifurcaciones, lleva en primer término a la conocida como braña de Espinas. Son poco más de tres kilómetros, planos en su mayoría. Además de ser un gran lugar para ver fauna salvaje, el otoño dibuja una variadísima paleta de colores. El verde de los árboles de hoja perenne antecede al rojo intenso del enorme hayedo que atraviesa toda la carretera que sube al puerto. Si la nieve ya ha aparecido, habrá teñido de blanco las cumbres más altas de la zona, como la del Cueto de La Concilla, en Sejos. Por todo eso, un paseo por esa pista en una tarde de otoño es uno de esos regalos para la vista de lo más recomendable para quien guste de los colores del otoño en los montes de Cantabria».
«Despertar otoñal en el Valle de Buelna, acariciado por ese manto de blanca niebla que ensombrece su amanecer». Arturo López San Juan le pone esa frase como título a la foto que ha elegido para este reportaje. Con más de medio siglo de experiencia montañera, ocupa la Vicepresidencia y se encarga de la Secretaría General en la Federación Cántabra de Deportes de Montaña y Escalada. «Al fondo –describe al aportar la imagen– la esplendorosa Sierra de los Hombres o Sierra del Dobra, que limita y protege el valle por su flanco norte, destacando en ese fondo, en la altura, la emblemática cumbre de los dominios del Ayuntamiento de Torrelavega (Pico La Capía)». De esta forma, recalca al hilo de la descripción, «se asemejan las peculiaridades de las vistas que todos los montañeros disfrutamos en nuestras cotidianas travesías otoñales programadas». Porque la estación que ahora arranca, y él lo sabe mejor que nadie (está en la directiva de la Federación desde 2008), es momento habitual para la programación de actividades. De marchas, rutas y escapadas, que proliferan en la región durante estos meses.
Encargado del ciclo de proyecciones que organiza el Club Alpino Tajahierro (una institución reconocida y un punto de encuentro para los aventureros santanderinos), Agustín Arroyo es un amante de los paisajes, la montaña, los itinerarios (largos y cortos) en bicicleta o las anécdotas (él ha sido protagonista de alguna de las proyecciones del ciclo y llena sus presentaciones de pequeñas historias). «Para montañeros, caminantes y ciclistas de montaña, el Monte Hijedo es una cita obligada en otoño», dice para justificar su elección. Y aporta algunos datos para situar a los que se animen a una visita en estos meses. «Situado al sur del pantano del Ebro, entre las provincias de Burgos y Cantabria, es una de las grandes áreas boscosas de nuestra provincia. Es un bosque mayoritariamente caducifolio de haya y roble albar donde se puede disfrutar de esos colores y esa luz que únicamente podemos disfrutar en otoño». Sobre el día de la foto recuerda que «fue una escapada de dos días para disfrutar del bosque» y que fue tomada «en algún lugar –que no recuerda con exactitud– de la ruta por el monte».
«Lo que quiero decir, lo digo con fotos». Y mucho de lo que expresa María Gómez tiene que ver con el medio rural, en el que vive y en el que trabaja. Ganadera e hija de ganadera entre las montañas del valle de Soba por decisión propia, colecciona imágenes –«soy una loca de la fotografía», repite a menudo– de cabañas, tractores, detalles del campo, de su familia en la huerta, de los animales a los que dedica muchas horas al día... Del entorno, del trabajo y del modo de vida que conoce. Y, por supuesto, de paisajes. Puestos a elegir –que le ha costado mucho decidirse por una fotografía– finalmente se ha decantado por la cascada del Asón y todo su marco, una de esas postales cántabras que, aunque se repite y sea de sobra conocida, cada vez se presenta de una forma distinta. En esta imagen, en concreto, con un evidente toque otoñal. En la elección hay, de hecho, mucho de orgullo de la tierra. De territorio, de presumir de lo suyo. «Es un icono –explica– de nuestro valle. Además, en otoño es un espectáculo cromático, ya que sus bosques de hayas, robles y castaños cambian todo su abrigo».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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