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A Francisco Quesada Sousa, Paco, se lo tragó la tierra la noche del 1 de diciembre de 2011. No obstante, su familia materna no ... denunció su desaparición del domicilio que compartía con su esposa e hija hasta casi seis años después, en mayo de 2017. Y no lo hicieron porque estaban en cuenta de que ya lo había hecho su mujer en 2011. Aunque les parecía todo bastante extraño, lo dejaron correr. Sin embargo, una visita de la Policía Local a la vivienda de Milagros Sousa (madre de Paco) para reclamar una deuda de los coches que tenían, les abrió los ojos a una posibilidad distinta que ya intuían: la de que quizás Paco no salió nunca voluntariamente del domicilio.
«Mi hermano Benjamín abrió la puerta de casa de mi madre y aparecieron dos policías contándole que Paco debía recibos del coche», explica ahora otra hermana, Elena Quesada. En ese momento le dijeron al agente que Paco estaba desaparecido desde 2011 y los policías comprobaron que no existía denuncia. «Benjamín me llamó para contármelo y me eché a llorar porque, en el fondo, sabíamos que le tenía que haber pasado algo. Él era muy familiar, somos siete hermanos que hemos sido una piña», describe.
Lo cierto es que lo habían intentado buscar, habían viajado siguiendo alguna pista falsa, pero no habían querido verbalizar que no les cuadraba nada el relato que su ya exmujer y su hija hacían de la noche en que Paco se esfumó «sin documentación, sin ropa, sin llaves, sin coche y sin móvil...». La primera noticia de que «se ha marchado de casa» como mantuvo su mujer, le llegó a su madre. «Mi cuñada fue a su casa, le dijo que hubo una discusión fuerte y mi hermano se había marchado y no llevaba maleta». Poco después de esa visita los días se harían años para la madre de Paco.
Este periódico ha tratado de ponerse en contacto y recabar la versión de la mujer y la hija del hombre de 48 años desaparecido sin conseguirlo aún. Y es que, según la familia de Paco –que ahora ruega que se abran diligencias judiciales–, ambas mujeres tuvieron un comportamiento extraño tras la desaparición. Tanto es así que afirman que ellas mantienen cierto contacto inicial con ellos pero, al poco, rompen lazos. Además, la esposa cancela las cuentas bancarias –«cuando sólo han pasado tres meses de la desaparición»– y se divorcia del desaparecido llegando a declarar a amigos que «le pegaba», aunque otros testigos relatan que era una «relación tóxica» y que ella también provocaba discusiones por «celos». Tampoco le constan denuncias por maltrato a la familia en «más de veinte años» de matrimonio.
Tras conocer que no se puso denuncia para que se le buscase, se abre una investigación en 2017 reconstruyendo los últimos momentos del desaparecido y aparece en escena una tercera mujer, la suegra de Paco, que, al parecer, esa noche estaba en el piso de Tanos. Entonces, los agentes, a instancias de la denuncia de la familia, llaman a declarar a los que tenían relación con él. Las primeras, su mujer e hija. Declaran que hubo una «fuerte discusión», que llegó a casa «borracho» y les agredió a ambas y que luego se marchó y no supieron nada, que no lo buscaron. Pero, según se deduce del expediente policial, hay contradicciones que apuntan a que «han mentido en muchas cosas», según concluye la familia.
La mujer de Paco lo describe en Comisaría como consumidor de alcohol y drogas (cocaína); dice que podría llegar a desaparecer «hasta un mes» de casa o que frecuenta «puticlubs». Sin embargo, la hija y otros testigos solo le atribuyen el consumo de alcohol y «a lo sumo porros». Desmienten, además, que se fuese de casa largas temporadas o que fuese asiduo a los clubes del alterne.
Hay más cosas que no cuadran a los investigadores y es que la exesposa declara que tenía «problemas con unos gitanos de Santander» o, incluso, que le habían dicho que estaba «en una cárcel de Marruecos». Afirmaciones estas que ya han sido investigadas y es imposible verificar. Otra de las cosas que chirría es que no hay ni un solo rastro de Paco. Se va sin nada, nadie lo ve –y eso que era una persona muy conocida– y no llama a su familia «a la que adora» y a la que solía acudir cuando se peleaban.
En los últimos años han ido apareciendo más indicios y testimonios. Por ejemplo, el misterio de los dos coches que se esfuman con Paco. Uno lo roban y lo queman y el segundo, un Opel Corsa que la mujer conducía habitualmente, desaparece. Ella declara que «no sabe qué pasó» con el vehículo, pero posteriormente otro testigo corrobora que se lo dio a un amigo en pago por limpiar el garaje y que acabó en un desguace. ¿Quién dice la verdad?
Hay otro testimonio clave, el de un amigo de infancia de Paco al que un vecino del desaparecido «puerta con puerta», y que era su compañero de trabajo, le cuenta que a Paco una noche le habían golpeado «en la cabeza con una sartén u otro utensilio de cocina». También que le habían hecho «una brecha» y que, ese día, le «habían echado de casa». Ese vecino ya falleció y el juez que instruye las diligencias en Torrelavega ha archivado provisionalmente la causa, aunque la familia de Paco no tira la toalla.
El atestado policial no descarta el hecho de que la desaparición de Paco Quesada pudo ser «no voluntaria». Aprecian «contradicciones» importantes en las declaraciones de las testigos principales y así se lo trasladaron al juez de primera instancia de Torrelavega, que lo archivó inicialmente tachando algunos testimonios clave de «habladurías». Algo especialmente triste para esta familia coraje de Torrelavega, que ha seguido los últimos pasos de su hermano y su cuñada. Por ejemplo, han hablado con las personas con las que se relacionaba esta última tras la desaparición y han conseguido arrojar algunas luces. Para ello, han descendido al mundillo de los bajos fondos de la capital del Besaya y han hecho frente a datos dolorosos para ellos sobre su hermano. No obstante, ahí, han encontrado testigos que han declarado cómo supuestamente su cuñada encargó a un exconvicto quemar uno de los coches del que previamente había denunciado su robo. Así lo ha referido alguien que lo escuchó de una de las personas con las que se vinculaba a la mujer. Ahora, la familia ha recurrido a la Audiencia Provincial rogando que se les escuche y no se dé carpetazo al asunto sin leer detenidamente el trabajo de los investigadores. «Si tengo que ponerme de rodillas lo haré, pero mi madre tiene ya 82 años y quiere saber qué pasó con mi hermano Paco antes de morir», relata Elena.
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