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María Teresa Arriola (Santoña, 1953) es una de esas mujeres que hacen que el mundo sea mejor para sus pacientes, para sus compañeros de ... trabajo, para su familia, para sus amigos... Y por eso, ahora que ha llegado el momento de decir adiós a su profesión de enfermera, todos quieren decirle que ella ha sido una de esas personas que mejoran el mundo. El pasado sábado, Maite –como la llaman los suyos– recibió la medalla de Oro al Mérito Profesional concedida por el Colegio Oficial de Enfermería de Cantabria.
Nacida en Santoña, hija de un marinero y una trabajadora de una conservera (no se puede ser más santoñesa), Maite comenzó a estudiar en la antigua Escuela de Pesca, a la que iban los hijos de los marineros de Santoña. A los 12 años empezó el Bachiller Laboral en el Sagrado Corazón. Cuenta que las monjas del colegio la preguntaron qué quería ser. Y ella contestó que enfermera. «Entonces no sabía por qué. Ahora te puedo decir que lo sé».
Así que cursó la carrera de enfermería en la Casa de Salud Valdecilla. «Allí estábamos internas. Nos quedábamos las enfermeras y los médicos residentes». Maite recuerda como las alumnas de 1º de Enfermería hacían las labores que ahora hacen los celadores, las auxiliares y las limpiadoras. «Nos tocaba hacer las camas, trasladar a enfermos, limpiar las estancias, asear a los pacientes... Te tocaba de todo». Luego, las de 2º ya podían «hacer cosas de enfermeras, como pinchar». Y por último, estaban las de 3º y último curso. «Eran las que atendían a los pacientes en la UCI, en los quirófanos, en urgencias, en las consultas... En las plantas también había enfermeras, pero menos, porque estaban las monjas».
Cuando Maite terminó su carrera, su primer destino fue el quirófano, pero «no era lo mío, así que me trasladaron a Cardiología, con el doctor Gómez Durán. Estuve en muchas de sus operaciones y cateterismos».
Y al año de estar licenciada, la vida de la enfermera dio un giro. Se casó y se fue a vivir a Zaragoza, donde vivía su marido. Allí empezó a trabajar en el Hospital Miguel Servet, en la UCI pediátrica. «Me encantaba. Fue muy duro, pues veías niños muy enfermos y otros que morían. Hasta que aprendí a desconectar y a no llevarme a casa aquello, fue muy duro, pero me enseñaron mucho de lo que sé». Doce años después, la nombraron supervisora del materno-infantil del Miguel Servet, trabajo que desarrolló durante siete años. El aprendizaje «fue brutal».
Las circunstancias y una separación matrimonial devolvieron a Maite a Cantabria. Fue a parar al Hospital Comarcal de Laredo, que hacía poco que se había inaugurado. «Primero estuve en pediatría y ginecología, pero meses después conseguí la plaza de supervisora. No era lo mismo que el Miguel Servet, porque era un hospital más nuevo y con menos experiencia, pero la gente joven que había en Laredo trabajaba muy bien y mucho». Después, fue nombrada directora de enfermería de Laredo, puesto en el que estuvo cinco años más.
Pero cambió la dirección y Maite pidió el traslado al Centro de Salud de Santoña. «Volví a mi pueblo. Con el doctor Rafael Colás, que era el médico que siempre había atendido a todos los marineros del pueblo. Fue muy bonito. Me encontré con las caras de mis vecinos, las de los compañeros de mi padre... Todos me conocían desde pequeña y el trato con los pacientes era muy cercano», explica. Su situación familiar (separada y con dos hijas) la marcó durante estos años. «Tuve que coger otro trabajo y compaginarlo con el del centro de salud. «En la residencia Santa Ana necesitaban enfermeras y allí me fui. Sólo libraba un día, pero con las hijas estudiando me venía muy bien el dinero». Tiempo después llegó una oferta laboral mejor. Así que Maite dejó la residencia para trabajar como enfermera en la empresa Robert Bosch de Treto (hoy se llama SEG Automotive). Le pagaban algo más y seguía como enfermera en Santoña.
Pero en 2009 salieron plazas para el SUAP (Servicio de Urgencias de Atención Primaria) de Gama y, como siempre le han gustado los trabajos donde hay mucha actividad, pidió una plaza. Pasó a ser enfermera del SUAP. «El trabajo me gustaba mucho. Y los horarios eran duros, pero me venían bien. Desde las 5 de la tarde hasta las 9 de la mañana del día siguiente. O si era fin de semana, las guardias eran de 24 horas. Y luego tenía tres días libres. Me venía muy bien parar en la Robert Bosch».
El SUAP de Gama fue su último destino. Allí estuvo los últimos 10 años, hasta que en octubre de 2018 se jubiló. Todavía recuerda su última guardia. «No pasó nada especial», pero para Maite fue la última, la que puso fin a 44 años como enfermera.
Para esta enfermera ya retirada la Sanidad Pública española es muy buena. «Hay grandes profesionales y muchos medios». Puestos a sacar algún fallo, Maite se pone seria y comenta que «en primer lugar, es necesario controlar más los horarios de entrar y salir de trabajar de muchos médicos y enfermeras. Es necesario controlar más eso para que los pacientes no lo paguen teniendo que esperar más. Tampoco me gusta que los trabajadores de los SUAP hayamos tenido que hacer huelgas para conseguir que nos pagasen los festivos y la nocturnidad. Somos los que estamos siempre al pie del cañón y es a los que mejor deberían tratar nuestros dirigentes. Y por último, creo que no es justo que las enfermeras de hospital, las de urgencias y las de cuidados intensivos, que no paran durante todo su horario de trabajo, cobren menos que las enfermeras de Atención Primaria». Maite también compara los sueldos de las enfermeras de Cantabria con las del País Vasco y «se te cae el alma a los pies» cuando un día, una colega que trabaja como enfermera en San Sebastián, me dice que ellas cobran 1.000 euros más que una de Cantabria, con los mismos años de experiencia y la misma titulación y puesto de trabajo. «¿Pero la Sanidad no tiene que ser igual para todos los españoles? Pues que lo sea en todo»
Confiesa que el premio que le fue otorgado el pasado sábado por el Colegio de Enfermería, la pillo por sorpresa. «Cuando me dijeron que me habían propuesto varios colectivos, no me lo podía creer. Pensé ¿por qué a mí?, si yo no he hecho nada especial, sólo mi trabajo».
Lo que más le ha gustado de sus 44 años de profesión es cómo ha cambiado el papel de las enfermeras en la sanidad española. «Las nuevas tecnologías han tenido mucha culpa de este cambio a mejor. El trato con el paciente sigue siendo igual, e incluso mejor, pero lo demás ha cambiado mucho» Maite explica que ahora las enfermeras hacen cosas que de antes sólo hacían los médicos. «Somos más independientes y estamos mejor formadas». «En primaria nosotras pasamos consultas sin tener que estar el médico (está en un despacho al lado) y con la receta electrónica, nosotras podemos extender recetas a los pacientes». Maite Arriola todavía se acuerda de cuando las enfermeras eran poco menos que las secretarias de los médicos. «De antes el doctor te decía por las mañanas que si le podías traer la bata y te ponías hasta contenta. Eso ya no existe, al menos que yo sepa, y eso demuestra que esta profesión, en la que hoy en día hay tanto hombres como mujeres, se está adaptando muy bien a los tiempos».
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