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Ocurrió el pasado miércoles. Un camionero se dirigía a la fábrica Dynasol, en Gajano, pero terminó en un callejo que conducía directamente a la casa de Seve Ballesteros, en Pedreña. Una trampa de la que fue misión imposible salir sin el apoyo de la ... Policía. Es un episodio que está lejos de ser anecdótico. Similar fue el galimatías en el que se vio metido Janduda a finales de 2018, que pasó más de una semana atrapado en Anero custodiando su trailer, que se había precipitado sobre un riachuelo, y que transportaba 22.000 litros de cerveza. O la vivencia de Jan Wlodzimierz, sin salida junto a otro compañero del volante en un barrizal en la senda verde que une El Astillero y Villaescusa en 2022. Todos tienen un denominador común, además de ser extranjeros −y además coincide que de Polonia−, fueron víctimas del navegador. «¡GPS!», es la única palabra que alcanzaba a repetir, apurado, otro de ellos, también polaco, y que en su caso quedó sin maniobra posible en la calle Cisneros de Santander, para más inri transportando otros tres camiones en un punto en el que unos meses antes otro conductor de trailer requirió apoyo.
¿Por qué se repiten estos episodios? ¿Es que los navegadores no son fiables? ¿Y por qué sus protagonistas suelen ser del extranjero y, además, especialmente de Polonia? Para determinar una posición el GPS (Sistema de Posicionamiento Global) requiere de al menos cuatro satélites. Es prácticamente infalible. Pero aún con esas, prestar más atención a lo que dice la pantallita que la propia experiencia empírica y confiar a ciegas en el navegador, incluso muchas veces desoyendo el sentido común, que debería alertar de que una calle es demasiado estrecha, que se termina el asfalto o que un callejo es más bien un laberinto, tampoco es recomendable.
«Hay que tener en cuenta que por Cantabria circulan miles de camiones al día, estos son casos puntuales», apostilla Gerardo Pontón, secretario general de la Agrupación Empresarial de Transporte de Cantabria (Aetrac). En la misma dirección apunta Andrés Cianca, presidente de Asociación de Empresarios de Transportes Discrecionales de Mercancías por Carretera de Santander y Cantabria (Asemtrasán). Y ninguno de los dos sabe a ciencia cierta el motivo por el que los conductores que protagonizan estos sucesos suelen ser polacos −por encima de otros como portugueses, irlandeses o nacionales, que también se han visto sudando la gota gorda en situaciones similares−.
«No creo que sea porque operen más de esa nacionalidad que de otra dentro de nuestras fronteras», dice Cianca, algo que corrobora Pontón, que insiste en que «aunque en Polonia es donde tienen la mayor flota de camiones de Europa no es que se muevan más ellos en Cantabria que de otros países». Sin embargo, y sin saberlo a ciencia cierta, ambos creen que el motivo del fallo reside en que «probablemente utilizan navegadores que no están adaptados para vehículos de gran envergadura o no están actualizados». Con lo que hay que poner medios para que el aparato no pase de ser nuestro mejor amigo de la carretera a ese copiloto despistado que no está a lo que está.
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