Malestar
El lápiz de Penélope ·
«Pagar por la educación, que tiemble nuestra jubilación, que la luz sea un lujo y haya miles de hogares a oscuras. Igual que las autopistas»Secciones
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El lápiz de Penélope ·
«Pagar por la educación, que tiemble nuestra jubilación, que la luz sea un lujo y haya miles de hogares a oscuras. Igual que las autopistas»El economista Christian Felber ha visitado Cantabria para predicar su economía del bien común; entre la indiferencia y el escepticismo que suscitan las lecturas éticas ... del mundo. Hemos renunciado a la paz mundial, solo reivindicada ya como parodia por las aspirantes a miss universo, y reaccionamos con idéntica condescendencia moral cuando se cuestiona el orden económico actual. Tiene evidentes efectos secundarios, pero, aún así, nos cautiva: nuestro afán es restaurar lo que teníamos antes de la crisis, para volver a fracasar nuevamente. Son ciclos, asumimos. El progreso es producir y consumir aunque no nos haga falta –a quienes pueden pagarlo, porque al resto no les alivia la necesidad– y esta mecánica tan frágil no admite discusión.
A contracorriente, Felber dice haber aprendido de Aristóteles que capitalismo y economía son términos opuestos. En la economía, el dinero es un medio para obtener el bien común. En el capitalismo, el dinero se convierte en un fin. Como ocurre hoy en día, sostiene. Ciertamente percibimos que la prioridad no es nuestro bienestar. Recortar a los pobres para salvar a los ricos, una reforma laboral que iba a ser temporal consolidada en un fracaso infinito.
Acaban de decirnos que tenemos que ahorrar para la jubilación y para costear los estudios de nuestros hijos con nuestros salarios inframileuristas. «Ahora que las cosas van bien», según Rajoy. Por lo visto, el malestar es un estado de bienaventuranza. Pagar por la educación, que tiemble nuestra jubilación, que la luz sea un lujo y haya miles de hogares a oscuras. Igual que las autopistas. Se apagaron hace diez años para ahorrar. Los cinco mil millones de euros que pagaremos por rescatarlas.
En Santander también hemos gastado varios millones para dejar la ciudad en tinieblas, y otros siete para desmejorar el servicio de autobús. Ahora pueden circular por el centro los de Astillero o Torrelavega, pero no los de Peñacastillo o San Román. En las antípodas de la economía del bien común de Felber nuestra autoridad municipal bendice la desconcertante defensa del mal común. Los ciudadanos se tienen que adaptar a los autobuses, no los autobuses a los ciudadanos.
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