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Las sillas del despacho de María José Sáenz de Buruaga (Suances, 1968) tienen los bordes desgastados. Más que sillas, son sofás con ruedas que rodean ... la mesa sobre la que el Partido Popular de Cantabria ha marcado su estrategia política las últimas dos décadas. Es una mesa negra, como las sillas; también las cortinas traslúcidas son oscuras. Todo el conjunto transmite la solemnidad de las cosas heredadas, y si no fuera porque en esa herencia tuvo que mediar la Justicia, la candidata popular habría hecho «algún cambio» para adecuarlo a su tiempo. El enfrentamiento, primero, con una parte del partido tras el Congreso que la eligió presidenta, y la imposición, después, desde Génova de una candidatura volvían el contexto lo suficientemente incierto como para pensar en hacer cambios. Ahora, en plena campaña electoral y horas de sueño atrasadas, ríe con tanta fuerza que hace eco en las ventanas: «He salido fortalecida y también la unidad del equipo», y la foto que acompaña la entrevista invita a pensar en un sidecar cuando los menciona. Ahora conjuga de otra manera los verbos, y en el umbral de las elecciones está preparada para cambiar no sólo la estética de su despacho sino el modelo productivo de una región que lleva «doce años paralizada» por las tres legislaturas de PRC-PSOE.
¿Cómo? Con el programa electoral que tiene delante y con sus manos: en una sujeta un café de máquina de esos que fuerzan sabores a los que uno se acostumbra; en la otra tiene un clip. «Vamos allá», dice, y la frase suena como si la bola blanca acabara de reventar la formación triangular del billar en mil colores. La oscuridad del contexto que la rodea desaparece: «Salimos a ganar, no a pactar con nadie», dice la candidata del PP al Parlamento de Cantabria, y levanta el clip que está en su mano, que brilla como un presagio incomprensible.
¿Qué tal está el ánimo en el partido? «La situación de la que venimos no es fácil. Ha sido un proceso doloroso y complicado, pero cuando tienes la capacidad de mirar para delante y pasar página con generosidad y con responsabilidad, uno sale fortalecido». ¿Y ha leído la página antes de pasarla? «Sí», dice sonriendo, «claro que lo he leído, y he aprendido a poner por encima lo importante. Si hubiera mirado sólo por mí, igual no estaba aquí ahora mismo. Tengo la conciencia tranquila y ha salido fortalecido el liderazgo, el equipo y la unidad. La gente que está aquí, está porque quiere y remamos en la misma dirección: así afrontamos las elecciones».
¿Qué teme de estas elecciones? «A nivel personal, absolutamente nada», dice. Sin embargo, está en el retrovisor el resultado del PP en las generales, en las que perdió 3,6 millones de votos y 71 escaños, ¿se enfrenta a un posible fracaso también a nivel regional? «Yo creo que no, salimos a ganar estas elecciones, no salimos a empatar ni a pactar, aún somos la primera fuerza política en los municipios y en esta autonomía», dice sin perder de vista el contexto en el que le toca debutar como candidata a la Presidencia: «La situación ha cambiado mucho porque hay una tremenda fragmentación en el centro derecha y hay división del voto en ese espectro político». Pero en cuanto puede, deja de mirar el despacho y fija la vista más allá: «Hay personas que creen que estas elecciones son muy importantes para el Partido Popular después de lo que pasó el 28 de abril, y yo les digo que se equivocan. Son muy importantes no para el PP por lo que pasó el 28-A sino para Cantabria por lo que ha pasado en los últimos cuatros años, que en realidad han sido doce», los de Revilla gobernando con el PSOE. «Y a mí me preocupa la Cantabria de hoy, pero muchísimo más la de dentro de cuatro años en manos de los mismos».
Los cuadros del despacho están apoyados contra la pared, amontonados uno detrás de otro sobre el suelo. No colgarlos ya es un cambio, y eso es lo que Sáenz de Buruaga quiere ser, un cambio que vire el rumbo de la región: «Mira que veníamos de legislaturas complicadas, pero esta ha sido un fraude absoluto sin proyectos, con dos gobiernos, uno torpedeando al otro mientras Cantabria seguía paralizada, sin resultados ni oportunidades. Por eso creo que nos van a encomendar la responsabilidad de liderar el cambio y formar un Gobierno». Llega entonces el momento de desvelar hasta dónde está a dispuesta a cambiar la marca Partido Popular: ¿pactaría con Vox, como han hecho en Andalucía, si esto la llevara al Gobierno? «Pactar con alguien no significa dejar de ser tú mismo ni asumir su programa político, pactar con alguien significa buscar lo que une y no lo que separa», dice.
«Nada ha ido a mejor en el sector de la dependencia en Cantabria. Tengo un compromiso con las personas dependientes para que ninguna deba de esperar más de 30 días a que le valoren su situación de dependencia, ni más de 90 días a que acceda a esa prestación a la que tiene derecho. Hay personas que llevan más de un año esperando una plaza de residencia», dice. «Es fundamental recuperar el consenso con el sector y hacer una normativa que garantice la sostenibilidad del sistema y la viabilidad de los centros con una atención individual».
A partir de ahí, «más importante que con quién, es decir para qué voy a pactar, porque nosotros no hacemos promesas sino que cumplimos programas, y para mí es un contrato con los ciudadanos que voy a respetar. Así que, ¿quién se une a esto?», y golpea entonces el documento con la mano y el clip que antes tenía es ahora una escolopendra de metal: «¿Quién se une a bajar impuestos, a fomentar la inversión pública y privada en Cantabria, a poner una alfombra roja a los emprendedores, a más presupuestos para Sanidad, a ocuparse de los desempleados de 44 años, a que la Cantabria rural no se vacíe, a que nuestros jóvenes tengan oportunidades y no marchen de la región?». ¿Entra en esa mesa Vox? «No sé si voy a llegar a un acuerdo o no con Vox, lo que jamás voy a negociar con ellos es la defensa de la autonomía ni el principio de igualdad de oportunidades, especialmente entre hombres ni mujeres». Y entonces vuelve a levantar esa mano pequeña que sostiene el diminuto cadáver metálico para dar énfasis a lo que está a decir: «No voy a consentir ni a pactar con nadie un paso atrás en la lucha contra la violencia de género. No me gusta hablar de líneas rojas, pero sí hay cuestiones irrenunciables a la hora de llegar a un pacto».
«Proponemos desarrollar un parque científico y tecnológico con empresas de tecnología médica y salud digital, como 'big data' o inteligencia artificial; es el cambio de modelo productivo al que debe encaminarse Cantabria», dice. «Tenemos un factor fundamental que es Valdecilla, un instituto de investigación sanitaria (Idival) a la altura de los mejores, la facultad de Medicina fantástica y una gran Escuela de Enfermería; es el germen necesario para ser un foco de trasferencia de conocimiento a la empresa alrededor de la Sanidad».
¿Qué salvaría de este Gobierno? «Es evidente que esta fórmula ha fracasado y el modelo está agotado, pero si me tengo que quedar con algo es con la labor de una persona trabajadora y sensata: la vicepresidenta del Gobierno (Eva Díaz Tezanos), que además lo tenía todo en su contra, porque le venían por todos los frentes». Las consejerías en manos del PSOE, Sanidad y Educación, son ahora «focos de polémica» que Buruaga propone apaciguar con «pactos regionales que tengan en cuenta a los profesionales». En Educación, por ejemplo, ante el calendario escolar, la primera pregunta que le viene a la cabeza a cualquiera es «¿los políticos no estamos para mejorar lo que no funciona?», y añade, «los beneficios pedagógicos no los ha visto nadie, o por lo menos no se han evaluado ni se han puesto encima de la mesa. Soy partidaria del calendario anterior y jamás lo habría reformado», por eso, lo que propone es un pacto regional «para evitar que se improvise, que haya ocurrencias y bandazos, y el primer consenso sería ese, el del calendario escolar». ¿Y en Sanidad? ¿Cómo afrontaría el polvorín en que se ha convertido la que fuera su cartera? «Ha sido una legislatura espantosa, no se puede gestionar la Sanidad al margen de sus profesionales», y entre la experiencia adquirida y las medidas electorales surge el compromiso de implantar en Cardiología y Oncología 'demora cero'. ¿Cómo se alcanza semejante objetivo? «Poniendo a pleno rendimiento el sistema de salud pública, que ahora no lo está, y complementando la atención con la red concertada de la sanidad privada, que en este momento de Gobierno socialista es mayor que nunca», dice subrayando la paradoja con un refrán para sacudirse los ataques de privatizar la Sanidad que desde la izquierda le lanzan: «Unos tienen la fama y otros cardan la lana».
«La cultura es un motor de desarrollo económico y social», dice la candidata que propone, además, una «responsabilidad añadida: Cantabria tiene recursos de todo tipo (gastronomía, tradiciones, patrimonio, paisaje), ¿por qué no convertimos esa empresa del turismo en algo que dure todo el año? El tándem turismo y cultura es clave para desestacionalizar la oferta y hacer una apuesta como en la ciudad de Santander para que eso funcione», dice. Para ello propone generar una «marca de turismo cultural en cada comarca de la región».
Las manos de la candidata del PP se mueven más rápido al hablar de Sanidad, pero es la industria y los empleos en juego los que convierten sus dedos en garras. Buruaga se agarra los dedos y empieza a doblarlos hacia atrás como si amenazara con partirlos para enumerar la situación: «Mientras otros sacan pecho con su gestión, ahí está Sidenor; Ferroatlántica con un Erte; Fundinorte cerrada y sus obreros en casa; y luego lo de Santander Coated Solutions, que se instaló en 2014 y ahora que quería seguir invirtiendo y crecer, se va a León porque en Cantabria el Gobierno ha sido incapaz de darle en año y medio los permisos y autorizaciones ambientales que necesitan para crecer... ¡Eso no puede salir gratis, aquí alguien tiene que responder de algo así, es un disparate en una región de 40.000 parados!».
«Soy mujer, pero no me considero una cuota. Estoy aquí por mérito y capacidad, a costa de muchos sacrificios. Es muy difícil llegar a ciertos niveles de liderazgo y visibilidad, se nos exige más, pero al hacerlo también demuestras que merece la pena la igualdad de oportunidades», señala, y ante la intención de su oponente de Podemos de «feminizar la política, dice: «Esto es un servicio público que requiere dedicación total. Fui diputada al mes y medio de nacer mi única hija y no lo podría haberlo hecho sin la ayuda de mis padres».
El último dedo ha estado doblado hacia atrás más que el resto. «Es que me enervo», dice, y enseguida recupera el temple y la actitud conversadora que lleva practicando tantos años en las salas de prensa por la que le ha tocado pasar en el Parlamento y en la sede del partido, en la tribuna como consejera y en la oposición, el ataque agarrado a datos e informes, que avalen por ejemplo, lo que dejará de ingresar Cantabria «a corto plazo», de llevar a cabo su bajada de impuestos: «A corto plazo, hemos calculado 80 euros menos, con un ahorro para las familias de renta media cerca de mil euros anuales», porque a su juicio, «el dinero está mejor en el bolsillo de las familias que en el de la Administración porque es ahí donde genera consumo, inversión y más actividad económica». Por primera vez en la entrevista Buruaga tiene las manos vacías, cruzadas sobre el programa electoral; dan ganas de hacer la última pregunta como si estuviera desarmada, la pregunta de dónde está el clip. Pero no hace falta, ha dejado a la vista sobre la mesa un montón de metal pulverizado, el presagio del cambio. O quizá una advertencia.
Lidera y conduce a un equipo al frente de la presidencia del Partido Popular de Cantabria, pero hay una circunstancia en la que es ella a quien la llevan: cuando va en moto. Sólo así puede concederse el descanso necesario para ver el paisaje «como si lo estuvieras mirando por primera vez». Es lo que le sucede cuando va en moto, «una afición sobrevenida», dice riéndose porque nunca antes se había atrevido a hacerlo. No se considera motera, pero le gusta ir en moto: «Es un sentimiento de libertad, sentir el viento en la cara, sentir el sol de esa manera, en la moto todo se vuelve más intenso y más real». Si su lugar «favorito» es la playa de Los Locos, la moto de su marido le aporta la capacidad para sentir de nuevo, como si formara parte del paisaje, por eso ha escogido para la imagen que acompaña esta entrevista la Triumph Tiger con la que viaja los fines de semana por la región. «Cuando vas a Oyambre o hacia el Asón es como si nunca lo hubieras visto; los paisajes, el verde, incluso las casas, verlo desde la moto es tener otra mirada y me relaja muchísimo».
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