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Paz y Vicente, vestidos de campurrianos en las fiestas del Pilar. DM
«Mi marido quiso quedarse en casa para morirse acompañado»

«Mi marido quiso quedarse en casa para morirse acompañado»

Paz Bernal, viuda de Vicente Gómez, presidente de la Casa de Cantabria en Aragón, reivindica el dolor de las otras víctimas, las que no fallecen por coronavirus

Rafa Torre Poo

Santander

Sábado, 4 de abril 2020, 07:22

«He tenido suerte: mi marido pudo morirse en mis brazos, y los del coronavirus lo hacen solos en los hospitales». Lo cuenta Paz Bernal con un tono serenamente desgarrador. Natural de Huesca, llevaba casada 27 años con Vicente Gómez Landeras. Era el presidente de la Casa de Cantabria en Aragón. «El más cántabro de todos los cántabros que vivían fuera», sentencia ella. Emigró de Mataporquera a Zaragoza para trabajar de ferroviario. Y allí la conoció y se quedó «sin olvidar nunca a la tierruca». Hace unos años enfermó de cáncer, contra el que luchó todo lo que pudo hasta su fallecimiento, el pasado 29 de marzo. Su viuda cuenta ahora su historia. Por desahogo y para reivindicar a las otras víctimas: las que se no se están yendo por el Covid-19, pero sufren «el mismo calvario» con las restricciones decretadas por el estado de alarma.

«Es una pesadilla que parece que nunca se va a acabar... pero es que nunca se acaba», cuenta con entereza. Paz está pasando el luto sola. No puede salir ni recibir la visita de nadie para consolarla. «Está siendo horrible». Los mensajes de condolencia y de ánimo llegan únicamente por teléfono. Tiene la oreja «colorada» de tanto hablar y los ojos vidriosos y cansados de mirar los mensajes en la pantalla.

Necesitaría algo más. «No tengo a quien achuchar, a quien besar, a quien tomarle la mano y que me consuele», explica con la voz entrecortada. «La primera noche que dormí sola casi me da algo», añade a continuación. Así que decidió «no lavar las sábanas» para conservar el olor de su marido. Cuando se acuesta, cambia de sitio en la cama y se acurruca en el que habitualmente ocupaba él.

Vicente Gómez Landeras, natural de Mataporquera, emigró a Zaragoza, donde trabajó de ferroviario y se casó hace 27 años

Ambos sabían que este día llegaría, «pero es que nadie te prepara para la muerte», sentencia. Gómez Landeras ya llevaba dos años en una silla de ruedas. Cuando comenzó el confinamiento obligado, lo acordaron. «'A mí no me dejes solo', me pidió; pero para poder morir acompañado se tuvo que quedar en casa», comenta. Lo que nunca imaginó Paz es la condena posterior de su soledad forzosa.

«Vicente falleció a las cinco y veinte de la madrugada. Llamé al 061 y a la funeraria. Vinieron y se lo llevaron. Al día siguiente pasaron a recogerme para estar presente en la incineración, que es la única opción que te dan. Allí le pude besar y abrazar por última vez», cuenta con gran entereza. «Después me trajeron las cenizas a casa. Cuando todo esto pase, habrá cola como en los supermercados para poder enterrar a nuestros seres queridos», apunta.

«Lo más triste es que no puedas morirte en paz por esta maldita pandemia, mientras ves como hay gente que va tranquilamente a la compra todos los días o los que cogerán el coche para escaparse a la casa de la playa durante la Semana Santa», se queja. «Y sé que no soy la única que está pasando por esto: tengo una amiga que en una semana ha perdido al padre y al cuñado. Y los tiene también en casa», relata. Paz está cansada de que todo gire en torno al coronavirus. «La gente también se muere por otras causas, yo creo que incluso más, y pasa por las mismas calamidades. Sufrimos la misma tristeza y congoja», subraya. Por eso pide «que la ayuda psicológica sea para todos».

Del Racing y la Gimnástica

Vicente Gómez Landeras hizo el servicio militar en ferrocarriles y se instaló en Zaragoza. Su otra pasión era el fútbol. «Del Racing, por supuesto, y luego de la Gimnástica», cuenta Paz. En Zaragoza fue entrenador en categorías base. Pero lo que realmente le gustaba era presumir de cántabro. «En las fiestas del Pilar se vestía de campurriano, y yo también, para la ofrenda de frutos todos los 13 de octubre», rememora.

En navidades, «pese a que ya estaba muy malito», Vicente viajó por última vez a Mataporquera. «Se quería despedir», admite ahora Paz. También fue pregonero de las fiestas de su pueblo.

Era una persona muy conocido en la capital aragonesa por su dilatada labor al frente de la Casa de Cantabria. «En febrero ya le hicieron un homenaje en vida, que es el mejor que se puede hacer a una persona. Se juntaron cuatrocientas personas. Y para Semana Santa le habían preparado aquí un toque especial para él: el toque don Vicente. Se lo iban a dedicar todas las cofradías», relata Paz antes de concluir. «Es que era muy buena persona. La mejor».

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