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El Gobierno cántabro ha rechazado aprobar el interés cultural de las mascaradas, aunque el disfraz del eufemismo habita entre nosotros hecho común verbo ... político. Primero se alivió la semántica del imputado, cuando empezaron a proliferar ‘casos aislados’ –otro despiste léxico- para aparentar menor gravedad. Ahora la Unión Europea ha descafeinado la lista de paraísos fiscales. Panamá y otros siete han sido indultados, ya no figuran en la lista negra. Es decir, que ‘oficialmente’ no son, aunque lo sean, territorios de fraude y evasión fiscal. Los que mandan no pierden la fe en nuestra candorosa credulidad. Ahora la ministra Fátima –de una inmaculada vida laboral hasta que accedió al cargo– nos entretiene con el señuelo de que –tal vez– se pueda calcular la pensión con todos los años trabajados. Todavía hay quien recibe el anuncio con encendido júbilo, de poco sirve la promesa de mejorar el cálculo si no vamos a poder cobrar porque se lo están fundiendo en otros menesteres. La contradicción es otra herramienta cotidiana que justifica cualquier disfraz. El principal patrocinador del primer Congreso de Valores, que se celebra en Cantabria, es Bankia. La misma entidad que nos estafó con las preferentes, la del escándalo de las tarjetas black, ahora purga sus pecados contribuyendo, al menos estéticamente, a una causa ética.
La propaganda, por más evidente que resulte el trampantojo, sigue cautivando fidelidades. Recibimos con jubiloso entusiasmo que el Ministerio de Fomento –mientras nos niega el tren rápido con Bilbao– nos regale ocho rotondas más, sin duda infraestructuras de gran envergadura para el desarrollo de la comunidad. De momento, en Adif se pusieron manos a la obra para que una mujer en silla de ruedas pudiese subirse al tren en la estación de Mar. Pero la reforma realizada ha resultado inútil y no cumple las condiciones de accesibilidad. Se ha quedado a medias, como la decepcionante operación de las estaciones de Santander. Donde hace treinta años predicaban el soterramiento de las vías –como en Torrelavega– ahora nos encasquetan una tejavana para cubrirlas. Un parche, naufragio de una anhelada aspiración. Agua de borrajas bendecida como agua de mayo.
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