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«Hoy celebramos el cumpleaños, en confinamiento, de mi hija Lara, 21 años. Con las polémicas mascarillas que son de enorme utilidad». El mensaje que puso Revilla en su cuenta de Twitter hace un par de días -acompañado de foto familiar (Revilla, su mujer y ... su hija, los tres con la mascarilla)- llevaba ayer tarde más de 2.000 comentarios. En Facebook, el mismo texto y la misma foto iban camino de los 2.600. Y a esos hay que sumar los casi mil de la publicación que hizo el presidente en Instagram. Si a esto se añaden los mensajes institucionales del Gobierno, el PRC o las apariciones televisivas del propio Revilla poniéndose y quitándose el utensilio, las cifras se disparan.
Hoy celebramos el cumpleaños,en confinamiento, de mi hija Lara, 21 años. Con las polémicas mascarillas que son de enorme utilidad. pic.twitter.com/xUAYEeRlt6
Miguel Ángel Revilla (@RevillaMiguelA) April 13, 2020
Que el Ejecutivo y el mismo Revilla han puesto la carne en el asador para defender su iniciativa está claro. Que si pensaban frenar la escalada de críticas y cabreos -y cachondeos-, no lo han conseguido, también. Más bien al revés. Y todo, sin que las mascarillas desechables de un solo uso de viscosa hidroendredada que buzonean hayan llegado -ni mucho menos- a todos los cántabros. El debate ha corrido mucho más que el reparto de las 'revilletas' -el nombre que les han puesto-. Tanto, que ya es imparable que se haya propagado el bautismo.
El Gobierno repite los mensajes desde el sábado por la tarde (cuando empezó el reparto). Que ya habían dicho que no estaban pensadas para su uso profesional. Que no están homologadas, pero que sí atienden a las recomendaciones de urgencia que han elaborado de manera conjunta en España cuatro ministerios. Que su eficacia de filtración es del 83,4%. Eso, y también que las ha pagado el banco Santander y que ellos, del logo con el dedo hacia arriba, se limitaron a dar el visto bueno a la empresa.
Los comentarios de los defensores de la idea -que los hay- se resumen entre los que creen que «siempre será mejor esto que nada» o los que argumentan que «si las dan será porque algún experto se lo ha dicho». Desde el «yo sí las quiero» al dicho que vale popularmente para las lentejas, que si las quieres las comes y, si no, las dejas.
Frente a eso, esto. «Una cosa os voy a decir: yo la servilleta, si hay que llevarla, me la llevo doblada de casa. La #revilleta con ese icono da vergüenza ajena y ya lo estamos pasando bastante mal. Y todo esto que os cuento sin que me haya llegado todavía a casa, claro. Que quién sabe». Un mensaje de los muchos que se han publicado -obra de Mery Ruiz, en Twitter- que resume varios de los aspectos que más polémica han causado de la mascarilla. Y el debate, sin dejar de ser muy serio, ha acabado siendo -como casi todo lo que cobra relevancia en las redes sociales- carne de meme (que para la RAE es «imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet»).
Una cosa os voy a decir: yo la servilleta, si hay que llevarla, me la llevo doblada de casa. La #revilleta con ese icono da vergüenza ajena y ya lo estamos pasando bastante mal. Y todo esto que os cuento sin que me haya llegado todavía a casa, claro. Que quién sabe.
Mery Ruiz (@Maria_RLopez) April 14, 2020
Mascarillas en un servilletero, envolviendo el cuello de una cerveza o como papel de un sobao. Hasta la imagen de un rollo de 'film transparente' para envolver alimentos acompañado de un texto: «Revilla ya está ultimando su proyecto de diseñar preservativos». Todo, en busca del humor y la ironía -que son, justo, el 'film transparente' que suele envolver los mayores cabreos-. «Todos tenemos que cambiar el chip y el primero que lo tiene que cambiar es el Gobierno de Cantabria, que desconfía por completo de su pueblo hasta tal punto que, para decir que la #revilleta es buena, no ha dudado en desprestigiar las que se hacen en las casas». Eso lo escribió ayer el exdiputado de Podemos José Ramón Blanco.
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